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Ovejero: una razón militante

La razón en marcha. Conversaciones con Félix Ovejero

Julio Valdeón

Alianza Editorial, Madrid, 2023.

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El año pasado daba cuenta en estas páginas de la edición revisada del libro A favor de la razón, de Miguel Ángel Quintanilla, uno de los pioneros que, en la España de los sesenta, contribuyeron a difundir la lógica matemática, la filosofía analítica y de la ciencia junto con Manuel Sacristán, Javier Muguerza, Jesús Mosterín y algunos más.

Esta vez, agradezco a Revista de Libros la oportunidad de glosar La razón en marcha. Conversaciones con Félix Ovejero: un ejercicio formidable de racionalidad militante. Algo que se anuncia en el propio título y en la cita con la que arranca el libro: la primera estrofa del himno de La Internacional. En ella, como recordarán algunos, se advierte a los «parias de la Tierra» que sin el concurso de la razón no se alumbrará el fin de la opresión. Esta idea reaparece una y otra vez en el trascurso de las páginas de este nuevo libro con terminología actualizada pero intención análoga. Sin la asistencia de la racionalidad, escribe Ovejero, no es viable «escapar a las constricciones de la tiranía de origen, las naturales y las históricas». En suma, «el afán de conocer y de verdad no puede abandonar a nadie que se tome en serio la razón práctica, la política y hasta la gestión de su propia vida (pág. 110)».

El libro se desarrolla en forma de conversación: «un coloquio, en el sentido cervantino, que Valdeón baila con donaire socrático». Así lo refiere Andrés Trapiello en el prólogo titulado: «Félix Ovejero y su dorado árbol». A propósito de una las cuestiones más preocupantes de las que se ocupa el libro, como la liquidación del español en las instituciones catalanas, incluidos centros médicos y de enseñanza, sentencia Trapiello refiriéndose a Félix: «todos los que hemos dicho algo de ese asunto, lo hemos dicho no solo después que él, sino sirviéndonos de sus argumentos e investigaciones» (pág. 12). En mi caso, esta afirmación podría extenderse a una buena parte de los asuntos que se abordan en el conjunto libro.

El periodista Julio Valdeón, conductor de este original libro, hace un trabajo excepcional. Cada una de las 18 conversaciones de las que se compone va precedida de una introducción, que son, en muchos casos, enjundiosos editoriales y algo más. Las preguntas que va intercalando, además de pertinentes, tienen la virtud de inducir respuestas de Ovejero preñadas de información apropiada y comentarios de una agudeza, claridad y contundencia deductiva infrecuentes, que todo lector no muy prejuiciado agradece. Estamos ante un trabajo intelectual singular y necesario que analiza cómo y por qué hemos llegado a la inquietante situación política actual. He aquí un examen a fondo, preciso y asequible del declinar de la democracia constitucional en España y de quienes son los responsables de esta catástrofe intelectual, moral y política.

Valdeón y Ovejero se presentan muy bien escoltados. Además de Trapiello, con el prólogo referido, les acompaña Pablo de Lora con un epílogo titulado: «Félix Ovejero: la razón irredenta del paria rebelde». Está evocando con toda intención la primera de estas conversaciones en la que Félix Ovejero analiza la experiencia de su infancia y juventud en Barcelona, tan dura y determinante para él como bien pensada y a la que nos vamos a referir después de esta introducción.

Pablo de Lora, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, tiene un fino y contenido sentido del humor, algo que ocurre con los buenos filósofos analíticos. Hay en su estilo filosófico y su lógica argumental cierta analogía con Ovejero. De Lora procede de una buena escuela de iusfilósofos, que inició Elías Díaz en la Universidad de Oviedo y después en la Autónoma de Madrid. En ese departamento universitario se aprende a fondo y se activan sanos estímulos intelectuales además de relaciones cordiales.

En este epílogo, de Lora resume las razones de Ovejero que justifican plenamente el juicio de este sobre la deriva reaccionaria de la izquierda: deferencia injustificable con el nacionalismo separatista y otras políticas identitarias, fascinación con el posmodernismo francés de Derrida, Deleuze y demás compañías, imposición del lenguaje políticamente correcto, el anacrónico auge del pensamiento «decolonial» en Latinoamérica y la negación de hechos biológicos elementales como el dimorfismo sexual (pág. 466).

A propósito de este último asunto debo recordar lo ocurrido en la presentación académica del excelente libro de Pablo de Lora Lo sexual es político (y jurídico) (Alianza editorial, 2019) en la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña en diciembre de 2019. El acto fue boicoteado por los colectivos LGTBI, al que se unieron otros grupos alternativos de izquierdas. Pablo de Lora sufrió allí el «zarpazo» de esa izquierda reaccionaria, de la que hemos dado cuenta sumaria más arriba, que recorre España. Y es que fue víctima de un escrache en toda regla, con el fin de intimidar e impedir que un profesor, en el «recinto del saber académico», pudiera desarrollar los argumentos y resultados de su investigación, así como los contenidos del ensayo que sobre aquellos estaba presentando. Una víctima más de la «irracionalidad en marcha» que cultivan tanto esas izquierdas embebidas de ideas antiilustradas como sectores de un feminismo desquiciado que se comportaron entonces, y no es la única vez, como un hatajo de intolerantes que impiden, o tratan de hacerlo al menos, la difusión de los análisis y razones limpiamente argumentadas de un solvente e instructivo libro. Un caso más de hasta dónde puede llegar esa patética «corrección política», fruto de un dogmatismo irracional con mañas inquisitoriales.

En la conversaciónV hace referencia Ovejero «al pollo de mil demonios que esos colectivos le montaron al bueno de Pablo de Lora cuando vino a la Pompeu Fabra» (pág. 126). Y aprovecha para hacer consideraciones enjundiosas sobre la corrección política, intimidación, cancelación y otras tantas irracionalidades que «te hacen consumir tiempo en desmontar la chatarra que están haciendo otros» (págs. 124-128).

1.- Catalanes derrotados

Así se titula la conversación I. Además de hacernos comprender mejor la personalidad, decisiones y trayectoria de Ovejero, aporta nuevas claves que enriquecen el entendimiento cabal de lo que viene ocurriendo social, política y culturalmente en Cataluña desde los últimos años del franquismo a hoy. Son reflexiones y juicios que impresionan por su verdad y transparencia, a la vez que ensanchan la perspectiva de lo que allí pasa. De ahí el punto de dramatismo que transmite el título de este epílogo.

Félix Ovejero nace en Barcelona en 1957. Sus padres se habían instalado allí unos años antes procedentes de un pueblo de Cuenca; como tanta gente de otras provincias de España «huyendo del hambre, literalmente». Es la respuesta de Félix a la primera pregunta de Valdeón sobre dónde nace y en qué año, en el arranque de la conversación cuyo primer subtítulo es «Catalanes derrotados». Derrotados y perdedores, comenta Félix; eran mis vecinos del barrio chino; no por catalanes, sino por pobres (pág. 17). Y recrea el paradigma de aquellos que fueron los sirvientes de la burguesía catalana durante el franquismo y en democracia pasaron a ser considerados colonos por esa misma burguesía.

A propósito del libro de Iván Teruel, Somos el fracaso de Cataluña. La voz de los desarraigados con prólogo de Félix y epílogo de Valdeón (2021), David Mejías en una entrevista en The Objective (17/07/2022) le pregunta a Félix Ovejero que si a él le duele ese relato. Y le responde con enjundia lo siguiente: «El nacionalismo heredó algo del franquismo: nadie era ciudadano en España. La idea de derechos no la tienen… y menos quienes en el franquismo llegaron a Cataluña. El nacionalismo consiguió heredar eso para transmitirles la idea de que aquello no era suyo. Y se mantiene en el lenguaje. Esa disposición de sentirse extranjeros asomaba en las votaciones: jamás se movilizaba ese voto en las autonómicas porque Cataluña era de los nacionalistas… En Cataluña, los colonos viven en barrios marginados, mientras que los colonizados viven en las mejores zonas. Entonces, bueno, eso sí me ha ofendido. Me imagino que es similar a la experiencia que han podido tener los negros en Estados Unidos, de desprecio».

Claro que a Ovejero le duele este relato, porque sabe muy bien de lo que habla. Su testimonio en estas Conversaciones sobre este asunto es muy elocuente y sin resentimiento. No sabe uno qué impresiona más: lo primero o lo segundo. Desde luego, es una persona con disposiciones y comportamientos en las antípodas de aquellos progres que iban de cuando en cuando por su barrio, «señoritos de mierda» de los que hablaba Marsé en las páginas memorables de Últimas tardes con Teresa y que han alentado la «cochambre mitológica de la nación oprimida» (pág. 29-30).

2.- Tomarse la razón en serio y la verdad como compromiso

En el número de diciembre de 2021 de Revista de Libros, Ovejero hacía una recensión muy ilustrativa de tres libros con Manuel Sacristán como protagonista. Dos como autor y uno acerca de su obra. Titulaba su comentario «La verdad como compromiso». Los asuntos que allí aborda son algunos de los que consideramos señeros en estas Conversaciones que estamos comentando. En aquella recensión recuperaba Ovejero una cita de Marx procedente del Manifiesto Comunista, muy del gusto de Sacristán: «a un hombre que intenta acomodar la ciencia a un punto de vista que no provenga de ella misma, sino de fuera, un punto de vista ajeno a ella, tomado de intereses ajenos a ella, a ese hombre le llamo canalla». 

Ante las olas que no cesan de populismo, posmodernismo, posverdad, adanismo intelectual y falta de coraje de instituciones académicas, consuela pasearse por las páginas de estas Conversaciones. Se agradece la exaltación bien argumentada de racionalidad y compromiso con la verdad de los que intervienen en el libro. Ovejero opera con una información empírica apropiada sobre los asuntos y problemas que analiza, al tiempo que propone hipótesis razonadas y pertinentes bien documentadas y formadas; en suma, evidencia un rigor analítico más que probado.

Félix Ovejero además, como han podido constatar los lectores asiduos a las páginas de Revista de Libros, arrostra con naturalidad el afán de verdad y el precio de la coherencia y transparencia. Se toma en serio ese conjunto de virtudes epistémicas y morales de las que viene dando cuenta y razón desde hace años en su actitud, intervenciones y escritos. En uno de sus más imprescindibles libros, El compromiso del creador, se enfrenta de una manera necesaria pero infrecuente a la, por lo común, mal enfocada cuestión del «intelectual público». En estas Conversaciones que componen La razón en marcha encontrarán los lectores una versión muy asequible de ese asunto y de otros igual de relevantes que conforman el nutrido repertorio de Ovejero. Sus argumentos más complejos se desarrollan de una manera nada enrevesada sino franca, coloquial y asequible; sin que ello suponga merma de rigor y densidad, propiedades conocidas por los lectores y estudiantes de nuestro filósofo. En buena medida, estas páginas son también un ejercicio de difusión de conocimiento científico y de las herramientas metodológicas de ese saber por antonomasia, así como del pensamiento abstracto gracias también al buen hacer, habilidad y perspicacia de Valdeón, conductor de estas conversaciones.

Con razón Francisco Laporta, excelente filósofo del Derecho y continuador de la fértil escuela Elías Diaz de la que dimos cuenta con anterioridad, viene diciendo desde hace tiempo que Ovejero es uno de los mejores metodólogos y filósofos de las ciencias sociales y políticas de nuestro país. Comparto su juicio en mi condición de colega que no le ha perdido el rastro a Ovejero desde la publicación de su primer libro en 1987. Pero la Universidad de Barcelona no ha tenido a bien hacerlo catedrático. Decisión ejemplarizante; a ver si se rinde o se marcha. Una prueba más de la actitud genuflexa generalizada de las autoridades académicas en Cataluña, sumisas en buena medida al poder político separatista. Pero este tipo de represalias no quiebra la fortaleza moral de Ovejero, ni su lealtad insobornable a la verdad, ni su humor y sencillez. Motivos que explican la admiración que le profesan muchas personas y no pocos compañeros de oficio.

          En estos últimos años políticamente endiablados, Ovejero resulta ser uno de los «intelectuales públicos» más conspicuos y comprometidos con lo que cree y argumenta. De él cabría decir aquel dictum de Cicerón ante los senadores al volver a Roma tras su destierro: «Ni el miedo ni la esperanza me movieron a ceder al despotismo». Lo pueden comprobar los lectores siguiendo el discurrir de estas conversaciones. Se comprende también porqué la última de las tres citas con las que se abre el libro sea de nuestro añorado filósofo Javier Muguerza: «con esperanza, sin esperanza y aun contra toda esperanza, la razón es nuestro asidero». Esta disposición no aporta poder; pero sí lucidez en medio de la perplejidad.

España es hoy una nación política infectada de populismo, retórica inconsistente y maltrato de la lengua común, su gramática, su sintaxis así como de las reglas de la lógica. Un universo político en el que la ignorancia e incompetencia inducen a la mentira, al sectarismo y a la fragmentación de la comunidad política. Esta última es la peor noticia porque la unidad de la nación es condición imprescindible para la implementación de cualquier proyecto político decente y el funcionamiento de sus instituciones. El problema es consecuencia de la ignorancia o la frivolidad, del fanatismo o el cinismo. Ocurre frecuentemente en el universo político que la catástrofe epistémica precede a la ruina moral. «Te hablan como pueblo para tratarte como plebe y degradarte como persona». Lo escribe Andrés Trapiello en una memorable columna de opinión en el periódico El Mundo, titulada «Triste España sin ventura», evocando el conocido villancico del dramaturgo y músico Juan del Encina que vivió entre1468 y 1529. El sentido e intención de esas estrofas y su música proyectan una tristura como la que nos embarga a tantos observando el presente y pensando en el futuro incierto de España como comunidad política y como democracia constitucional.

3.- Ovejero y el compromiso del método

Uno de los aciertos de este diálogo emerge en el discurrir de la Conversación III. Valdeón sugiere a Ovejero ir a su primer libro De la naturaleza a la sociedad (editorial Península, 1987) que procede de su tesis de doctorado, dirigida por Manuel Sacristán. Un trabajo de metodología e historia de la ciencia denso y parsimonioso en su desarrollo. Le preocupaba la «unidad metodológica de la ciencia»; como a los filósofos del Círculo de Viena, aquel movimiento fascinante surgido en los momentos finales del imperio austrohúngaro. A pesar de sus diferencias, los miembros de ese grupo como Moritz Schlick, Rudolf Carnap y Otto Neurath entre otros, se inspiraban en la tradición ilustrada tanto política como intelectual. Confiaban en que el progreso, la justicia y el bienestar de la humanidad vendrían del pensamiento racional, el desarrollo científico y el legado de la mejor tradición positivista: afán de rigor y claridad a la hora de definir los conceptos y mostrar la anatomía de los razonamientos y control empírico. (pág. 77- 78).

En ese momento de la conversación Ovejero interrumpe el discurrir del argumento y dirigiéndose a Valdeón le dice: «¿Sabes? El hecho de hablar contigo, que no estás en estos rollos y haces preguntas más inaugurales, me hace plantearme cosas que, en su día, me pasaron desapercibidas» (pág. 78). De ahí que en el trascurso del diálogo entre ellos se superpongan diversos centros de interés, puntos de vista y prioridades. Ovejero tiene que recurrir a distintas herramientas analíticas, las apropiadas para cada campo de investigación desde los que se examinan asuntos diversos. En primer lugar, y como ya subrayara desde la filosofía de la ciencia Hans Reichenbach (Berlín, 1938) y Popper algo más tarde, Ovejero recuerda una de las primeras reglas: la importancia de distinguir el «contexto de descubrimiento», las condiciones y circunstancias que dan lugar a la aparición de nuevas ideas e hipótesis en las ciencias, asunto que compete a la sociología de la ciencia; y de otro lado, el «contexto de justificación» al que le corresponde identificar los avales de argumentación que justifican la plausibilidad y veracidad de una hipótesis (pág. 45).

Finalmente, Ovejero hace un esfuerzo pedagógico en estas Conversaciones para facilitar la comprensión de algunos de sus argumentos más complejos. Resulta un logro desde la perspectiva de la necesaria difusión del conocimiento científico. Pretensión de Antonio Gramsci en el momento convulso del período de entreguerras, cuando pedía poner «al alcance de los de abajo la gran Ciencia sin merma de su calidad». Análoga intención era la de Manuel Sacristán, maestro de Félix e introductor del pensamiento del gran filósofo y político italiano en España

El compromiso metodológico, afán permanente de Félix, se substancia en una deferencia más que justificada con la tradición analítica y empírica. Cabe resumirla en una suerte de canon que aparece y reaparece de manera pertinente en uno u otro recodo del discurrir argumental de Félix: por higiene intelectual y exigencia racional se requiere, ante todo, respeto a los criterios de orden lógico a fin de que los razonamientos sean consistentes y estén libres de contradicciones. En segundo lugar, la racionalidad es deferente con el conocimiento científico por su solvencia para tasar y dar cuenta de la relevancia empírica de las hipótesis, de tal suerte que los buenos argumentos se sostienen en la mejor ciencia disponible. Estas exigencias, además de contribuir a plantear correctamente los problemas, hacen que la lógica de la actividad científica convierta los procedimientos de investigación en paradigmas de racionalidad, y el universo de la ciencia en lugar privilegiado del conocimiento y de la búsqueda de la verdad. Concluye Ovejero, y no solo él, que ahí reside la vacuna eficaz contra el virus de la irracionalidad, la estulticia, el fanatismo y la barbarie.

4.- Razón militante en defensa de la democracia constitucional

La conclusión anterior, de naturaleza inequívocamente epistémica, desemboca en uno o más corolarios de razón práctica, como el propio título del libro evoca expresivamente: Razón en marcha. Y es que el ejercicio del pensamiento y la acción racional son las únicas herramientas que tenemos, en primer lugar, para ejercer de un modo apropiado la autonomía personal, condición del agente moral tanto para explorar el propio camino de autodeterminación moral como para la interacción común. El despliegue de la autonomía moral, además de vinculado a la racionalidad, es inseparable de la dignidad de las personas, respeto e igual trato que cada una de ellas merece. La tesis normativa de fondo es que los individuos son las unidades de valoración básica como agentes morales. Lo que determina su igual dignidad. La autonomía moral así entendida es un fin en sí mismo que satisface exigencias insustituibles de justicia y controles de racionalidad que legitiman su primacía. Para garantizar el ejercicio de la racionalidad y la libertad, así como para proteger la dignidad de las personas necesitamos una dotación de derechos, libertades y un bienestar básico.

Pues bien, el diseño institucional creíble, pertinente, legitimado y acreditado para hacer realidad política el principio moral de la autonomía se substancia en el ejercicio de la participación política en el marco de una democracia constitucional. Esta se configura como procedimiento de decisión y distribución justas gracias a su dimensión deEstado de derecho que otorga especial protección legal a los derechos fundamentales en su condición de criterio irreemplazable de justicia que garantiza su provisión al conjunto de los ciudadanos de una comunidad política ya constituida. Democracia, no hay otra.

Este vínculo que une la buena política y la democracia con la racionalidad y la justicia se está disolviendo o corrompiendo debido a las miserias identitarias, particularistas y separatistas, que pretenden destruir las comunidades políticas constituidas. Pues bien, estas Conversaciones despliegan un conjunto de «trincheras argumentales», como las denominan Sosa Wagner y Mercedes Fuertes («Una Constitución Militante», El Mundo, 26 de mayo de 2023) para proteger las democracias constitucionales, sus principios, instituciones y procedimientos frente a los desmanes irracionales y disolventes. En el argot de Ovejero, la democracia se autoprotege promoviendo las «acciones correctas por las razones correctas», a fin de que los buenos argumentos devengan razones para la acción y defensa de la democracia constitucional. Ya lo apuntaba Ovejero en su primer artículo en el diario El País (2 de diciembre de .1996). Eran ya bosquejos de una Razón en marcha y, en consecuencia, militante.

«Una de las manzanas preferidas por el diablo para envenenar las peleas entre los humanos son las palabras confusas. Pocas cosas dificultan más la comprensión de los problemas que los términos y discursos con significado distinto, o incluso opuesto, para los individuos o grupos envueltos en ellos». Esto escribe el historiador Álvarez Junco en el arranque del capítulo1 de su reciente libro Qué hacer con un pasado sucio.      

Da igual que el motivo o el pretexto sea el revisionismo histórico, el cambio climático o la campaña electoral; lo que sobresale es la indigencia intelectual, insolvencia y frivolidad con la que afrontan los asuntos unos gobernantes de espaldas a una información rigurosa que ignoran o desprecian. Faltos de convicciones y firmeza, son prisioneros de unos aliados de gobierno que exhiben una inagotable determinación de asaltar, ocupar y mutar nuestra democracia constitucional. El resultado es una democracia inerme, sin protección, desnutrida, ayuna de razones y víctima de la coyunda de nacionalismos separatistas y populismos en sus versiones mas intransigentes, que se nutren de múltiples identidades con la pretensión de convertirlas en fuente del derecho retorciendo el sentido genuino de las reglas e instituciones de un genuino estado de Derecho. Esos han sido los resultados de la deriva del gobierno de España y el precio pagado por el presidente del Gobierno a sus aliados de coalición en el gobierno de España y a sus socios parlamentarios habituales en el Parlamento durante estos últimos cinco años.

El filósofo y jurista alemán Karl Loewenstein, en 1937, en su escrito Democracia militante y derechos fundamentales, alertaba a sus compatriotas para que reaccionaran contra la destrucción de la democracia, incapaces de advertir que las nuevas reglas promovidas por el Partido Nacional Socialista estaban siendo el «caballo de Troya a cuyos lomos el enemigo invade la ciudad». Con menos dramatismo y otros contextos, la lección no hay que olvidarla. Frente a quienes quieren aprovechar las posibilidades abiertas por un sistema de libertades para intentar destruirlo, nuestra democracia debe protegerse de sus enemigos. Y para ello disponemos de una Constitución firmemente militante, capaz de proteger la democracia constitucional frente a quienes quieren acabar con ella y con la comunidad política que es España y, en consecuencia, con la convivencia civilizada entre los españoles. A tal fin, como recordaban Sosa Wagner y Mercedes Fuerte, es crucial «crear barricadas argumentales». La razón en marcha y la trayectoria intelectual de Ovejero durante estos años son un ejemplo señero de este afán.

Ramón Vargas-Machuca es profesor emérito de Filosofía Política.

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