Con Leonís, Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) se aventura en el territorio más concurrido de la literatura ―la propia literatura― de un modo poco habitual y muy ambicioso: construye un relato a partir de la idea de homenaje, tan frecuente en la música, en las artes plásticas y en la literatura de antaño. Homenaje, tal como nos aclara en autor en la Guía de lectura que cierra Leonís, implica una apropiación del texto, del argumento o de los recursos narrativos. Se describe perfectamente en las composiciones «a la manera de» que salpican la historia de la música o en la idea de imitatio renacentista tan frecuente en nuestra literatura clásica.
En Leonís los homenajes se plasman desde el principio. El origen del libro es una declinación de una novela celebérrima, Orlando de Virginia Woolf; despojada, en este caso, de una parte de la reflexión en torno al género y del conflicto que genera su asignación. Inés de Padilla, la protagonista de Leonís, es una mujer que, incluso en el breve pasaje de su vida en el que se presenta físicamente como hombre, sigue manteniendo su discurso como mujer. La novela de Ibáñez es en esencia un recorrido por la historia de las mujeres en España y de alguna manera también es un homenaje, en el sentido más clásico del término, a esas mismas mujeres, plasmado a través de la larga vida de Inés de Padilla.
Los Orlandos ―tanto el de Boiardo, como el de Ariosto o el de Woolf― se caracterizan por disfrutar de la inmortalidad, por recorrer el tiempo adaptándose y adoptando una privilegiada posición como observadores. Su propia vida es su crónica y cuentan con la ventaja de una mirada larga, de una experiencia incomparable que los convierte en singulares. Inés pertenece a ese club de Orlandos, aunque se diferencie del resto de socios por el tono de su relato, nada épico y en absoluto esteticista. Inés lo cuenta todo con claridad. Se apoya en el momento que está viviendo para reflexionar sobre su papel en el mundo, para denunciar las injusticias que parecen ir de la mano del hecho de ser mujer. En este punto, Andrés Ibáñez reivindica a muchas mujeres que a lo largo de la historia de España, desde el siglo XV, han sido menospreciadas por todos aquellos ―y aquí cito a Ibáñez― «dispuestos a considerar que las mujeres son, y han sido siempre, idiotas».
Más allá de su valor reivindicativo con respecto al papel de las mujeres en nuestra historia, Leonís es una novela musculosa, abundante hasta el límite ―aunque esta característica no sea nunca un problema― y completamente adictiva. Las peripecias de Inés de Padilla a lo largo de los siglos combinan distintos géneros en una memoria que nunca deja de atraparnos. Para lograr que el lector no pueda dejar de leer, Ibáñez se apoya en una estructura narrativa muy clásica y a la vez muy ligera. Tres libros, tres grandes capítulos que relacionan la existencia de Inés con tres grandes etapas de su vida, y que a la vez contienen 153 episodios centrados en una situación concreta. Esta disposición del relato lleva al lector de la mano y le propone una lectura centrada en la voz de Inés que, combinada con el rigor histórico, alimenta la verosimilitud y el atractivo de la novela. La voz de Inés cambia adaptándose a los usos de cada época y a su evolución como personaje. En el arranque de la novela, Inés se expresa como una joven castellana ―apenas ha cumplido los 15 años cuando está a punto de ingresar en la Universidad de Salamanca― de finales del siglo XV; cuando se cierra el relato, la joven es una mujer sabia de finales del siglo XX que se mantiene física y anímicamente joven y que es capaz de reflexionar sobre su inmensa experiencia, con el lenguaje y las maneras del momento que está viviendo.
En la historia, en su historia, Inés es académica, modelo, relaciones públicas, esposa y madre, mantenida, prostituta, empresaria emprendedora, actriz, prisionera del Santo Oficio, promotora cultural, activista política, pobre de solemnidad y millonaria y, por supuesto, escritora; pero, por encima de todo, es alguien que busca su sentido último, el yo que la define y la sitúa en el mundo. Los distintos papeles que Inés adopta a lo largo de su extraordinaria vida son un catálogo de los roles que se atribuyen a las mujeres, que han conquistado las mujeres y que, como advierte la propia Inés, señalan un futuro en femenino, libre de injusticias y prejuicios. Como apoyo en su búsqueda, Inés escribe un libro a través de los siglos, El olivo, el mismo que se publica al final de la ficción, y que, con toda seguridad, es el mismo que recibe el lector con el título de Leonís. Este recurso no es novedoso ni supone un giro sorprendente, es algo que el lector barrunta conforme avanza la novela; pero que, a la postre, enriquece todavía más la experiencia.
Leonís es una exhibición de recursos y habilidades. Ibáñez construye una novela que expresa claramente como la literatura es capaz de alimentarse a sí misma, transformándose y generando nuevas creaciones. Estamos, por supuesto, ante una gran novela de escritor; pero también ante la novela de un gran lector.
Si todavía no han leído Leonís, les animo a ello y le garantizo horas de satisfacción. Si siguen con atención la trayectoria literaria de Andrés Ibáñez, no se pierdan esta novela, les confirmará que es un autor imprescindible.
Albert Mauri es licenciado en Filología Hispánica con Grado en Estudios Literarios y Lenguas Romances. Trabajó durante largos años en el sector editorial, también como asesor literario del programa Nostromo (RTVE). Fue fundador y organizador durante 10 años del Premio Salambó de Narrativa. Autor y editor del libro La Fura dels Baus 1979-2004. Colabora en suplemento cultural de La Vanguardia y en las revistas Leer, Quimera y Arcadia.
