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La ola roja que no llegó

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15 de noviembre de 2022Esta nota se redactó a las 23:50 horas en Boston el pasado martes 15 de noviembre. En la nota 5, más adelante, explicaremos las razones por las que se producen demoras tan sustanciales en el recuento de votos, algo que muchos españoles y no pocos estadounidenses consideramos propio de un «país tercermundista». No es así, aunque admitimos que tales demoras abren las puertas a todo tipo de teorías conspiratorias y que deberían dedicarse más recursos para reducirlas lo más posible.

¿Qué te parece, Sapientísimo, si relatamos nuestra entrada de hoy en tiempo real, desde el momento en que empezamos a redactarla hasta la hora en que hemos de cerrarla y enviarla para su publicación, y a medida que se van declarando ganadores en las elecciones Midterm, o de mitad de mandato, que tuvieron lugar en Estados Unidos el pasado 8 de noviembre?

Cuando comenzamos a escribir estas primeras líneas, han transcurrido siete días desde que se cerraron las urnas y dio comienzo el recuento de los votos emitidos. En estas elecciones no se decide la presidencia del gobierno. De hecho, las elecciones se denominan Midterm porque tienen lugar en la mitad del mandato presidencial de cuatro años. Cada dos años se someten a elecciones la totalidad de la cámara baja –435 escaños– del Congreso estadounidense (The House of Representatives), aproximadamente un tercio –35 escaños del total de 100 en esta ocasión– de la cámara alta (The Senate), numerosos gobiernos estatales y correspondientes altos puestos como el vicegobernador (lieutenant governor) o el secretario de estado (State Secretary of State, a diferencia del ministro de asuntos exteriores, o US Secretary of State). En estas elecciones se han renovado 36 gobiernos estatales de los cincuenta existentes en el país.

A pesar de haber transcurrido una semana exacta desde que escribimos este párrafo, los resultados de las elecciones no se saben con exactitud en el caso de las dos cámaras del Congreso, y de los gobiernos estatales en pugna. Lo que sí sabemos es que el Partido Demócrata seguirá controlando el Senado, con 50 o 51 escaños, que el Partido Republicano muy probablemente tendrá una exigua mayoría en la cámara baja, ligeramente por encima de los 218 escaños necesarios para la menor de las mayorías, y que el Partido Republicano tendrá 26 gobernadores frente a los 24 Demócratas, tras ganar dos gobiernos estatales netos a los Republicanos. Es posible que podamos darles una mayor certeza mañana o cuando terminemos de redactar esta entrada, justo antes de enviarla para su publicación, pero el resumen al final del día de hoy es el siguiente:

De los 100 escaños en el Senado, los Demócratas han conseguido 50 y los Republicanos 49. El último escaño, en Georgia, se decidirá en una segunda vuelta el seis de diciembre que viene. Además, los Demócratas poseen el voto de calidad (en caso de empate) de la presidenta del Senado, que hoy es la vicepresidenta Kamala Harris. De momento, el Partido Demócrata tendrá el mismo control que durante estos dos últimos años y podría aumentarlo en un escaño más si obtiene el de Georgia. La diferencia no es baladí, ya que una mayoría de escaños, incluso si la mínima de 51-49, daría al Partido Demócrata el poder de nombrar presidentes de todos los comités del Senado, cosa que hoy es paritaria. De confirmarse, este resultado sería uno de los señalados triunfos del Partido Demócrata en las Midterms de este noviembre.

De los 435 escaños en la Cámara de Representantes, los Republicanos están a un escaño de la mayoría de 218, frente a los 209 declarados por la agencia Associated Press, seguida por la mayoría de los medios en Estados Unidos (la cadena CNN sigue mostrando 207 escaños declarados). De los nueve escaños restantes, los Demócratas ganarían cuatro o cinco de ellos, de forma que el resultado final puede ser una muy exigua mayoría para el Partido Republicano. Hoy, la mayoría es de 222 a 213 a favor de los DemócratasEn septiembre pasado, dos representantes Demócratas renunciaron a su escaño para presentarse a otras elecciones, de forma que la mayoría Demócrata es hoy de 220 escaños frente a 213 Republicanos.. Esta débil vuelta de la tortilla, que comentaremos con más detalle más adelante, es uno de los fracasos más señalados del Partido Republicano en las elecciones del 8 de noviembre.

Por lo que respecta a los gobernadores de los 50 estados del país, 34 de ellos estaban en liza en estas elecciones. El Partido Demócrata arrancó dos estados netos al Republicano (varios cambiaron de mano) y el balance, pendiente el voto en Alaska, es de 24 gobernadores Demócratas y 25 Republicanos. La elección de Alaska favorece fuertemente al candidato Republicano, con un margen del 27% sobre el Demócrata, pero el resultado no se ha declarado todavía. En cualquier caso, los dos gobernadores netos ganados por los Demócratas con respecto a su representación hoy, es un triunfo más para ellos, por las razones que aduciremos más adelante.

16 de noviembre de 2022

Hacia las 18:30 horas en Boston, la agencia AP, los diarios The Guardian y New York Times, y la cadena CNN, entre otros, declararon al Partido Republicano como ganador de la mayoría en la Cámara de Representantes, con 218 escaños frente a los 210 de los Demócratas, y con siete escaños todavía por decidir, entre los cuales, los Demócratas podrían obtener otros dos o tres todavía por adjudicar en California, un bastión del partido.

Que la Cámara de Representantes pase a ser controlada por los Republicanos es una condición para que se paralice una parte importante de la legislación en curso, propuesta por la hoy mayoría Demócrata. El control de la cámara baja del Congreso, efectivamente, confiere mucho poder al partido que lo posee, desde la capacidad de exigir testimonio bajo juramento en todos sus comités, cuya presidencia pasará a manos Republicanas en el nuevo Congreso. El nuevo presidente Republicano de la Cámara de Representantes y sus segundos de a bordo decidirán qué legislación se someterá a voto de la cámara y cual no.

Y lo que es peor, tras este resultado en medio de los años de crispación en la vida política estadounidense, los líderes Republicanos vienen anunciando que dejarán de aprobar fondos para el Comité del 6 de enero –investigando la organización del ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 y la presunta participación del expresidente Trump en dicho ataque–. También han anunciado que lanzarán sus propias investigaciones sobre los presuntos «crímenes de la familia Biden», una conspiración a la que son muy aficionados, o que impugnarán (impeach) al presidente Biden por multitud de supuestas «ofensas» y «traiciones».

No nos escandalizamos cuando constatamos cómo los mensajes de los candidatos republicanos, centrados en la «inflación de Biden», la cesta de la compra y los peligros de la «inmigración descontrolada» antes de las elecciones, se han transformado hoy en una orgía cuasi erótica de deseos de venganza partidista y purgas que sacarían los colores al infame Senador McCarthyVéase https://en.wikipedia.org/wiki/Eugene_McCarthy.. Tampoco nos extrañamos de que incluso el programa electoral Republicano, previo a la votación, ya estaba contaminado por el aire de conspiración y exageración de la realidad. Ni nos escandalizamos ni nos extrañamos. Pero no nos sorprendería lo más mínimo que este empecinamiento vengativo del Partido Republicano hunda aún más sus resultados en la elecciones presidenciales de 2024. Lo explicamos más adelante.

19 de noviembre de 2022

Han pasado tres días desde que el Partido Republicano logró el control de la Cámara de Representantes y sigue sin saberse la composición final de sus escaños. Los 210 escaños Demócratas declarados hoy son 212, y los 218 Republicanos siguen siendo los mismos. Los diarios The Guardian y The New York Times, y la agencia Associated Press, dan el mismo balance, 212-218.

Quedan por asignarse cinco escaños, uno de ellos en Alaska, con un margen de 23 puntos porcentuales a favor del Partido Demócrata, y cuatro favorables al Republicano. El diario The New York Times estima que el balance final será de 213-222, exactamente el opuesto del que existía hasta hace muy pocoEn septiembre pasado, dos representantes Demócratas renunciaron a su escaño para presentarse a otras elecciones, de forma que la mayoría Demócrata es hoy de 220 escaños frente a 213 Republicanos.. Este cambio representaría una ganancia neta de nueve escaños a favor del Partido Republicano en la Cámara de Representantes.

Es muy posible que cuando esta entrada salga a la luz se hayan declarado algunas de estas cinco elecciones pendientes y se confirme el reparto final de escaños en la Cámara de RepresentantesEs muy posible que cuando esta entrada salga a la luz se hayan declarado algunas de estas cinco elecciones pendientes y se confirme el reparto final de escaños en la Cámara de Representantes[5]. Pero cuando se combinan los resultados en la Cámara de Representantes, en el Senado y en los gobiernos estatales en disputa, el significado de estas elecciones midterm es ya meridianamente claro: un fracaso significativo del Partido Republicano y un triunfo señalado para el presidente Biden, para el Partido Demócrata y para la democracia en Estados Unidos.. Pero cuando se combinan los resultados en la Cámara de Representantes, en el Senado y en los gobiernos estatales en disputa, el significado de estas elecciones midterm es ya meridianamente claro: un fracaso significativo del Partido Republicano y un triunfo señalado para el presidente Biden, para el Partido Demócrata y para la democracia en Estados Unidos.

Un triunfo señalado en el sentido de que el presidente Biden ha conseguido algo que ningún otro presidente en la historia reciente de Estados Unidos había conseguido. Históricamente, un nuevo presidente y su partido generalmente pierden el control de una o ambas cámaras del Congreso, a veces estrepitosamente, y posiblemente algunos gobiernos estatales, en las elecciones de mitad de mandato, consideradas como un referéndum sobre el nuevo presidente, que siguen a las presidenciales. Esta vez no ha sido así, sino todo lo contrario, incluido el exiguo margen por el que los Republicanos recuperan la Cámara de Representantes.

La ola roja que no llegóA diferencia de España, el color rojo designa al Partido Republicano (conservador o trumpista, según los gustos) y el color azul al Partido Demócrata (centroizquierda o social-comunista, también según los gustos). Por cierto, ambos son «republicanos» ya que Estados Unidos es una República. Y, por si hubiera necesidad de mayor confusión, a las izquierdas dentro del Partido Demócrata se las denomina «liberales», por ejemplo a los muchos admiradores del senador Bernie Sanders, quien, ya para terminar de liarla, es «socialista democrático» y no está formalmente afiliado al Partido Demócrata, aunque ha firmado una «declaración de lealtad» al partido.

Teniendo en cuenta que las conclusiones de muchas encuestas, la exuberante confianza de los líderes Republicanos y de sus voceros en Fox News, y hasta la resignada evaluación de otros tantos líderes Demócratas y sus respectivos medios afines, coincidían en pronosticar una «ola roja» que daría la vuelta a todo el Congreso –con ganancias netas de hasta 40 o 60 escaños en la Cámara de Representantes–, la larga noche electoral del 8 de noviembre pasado y los días que siguieron, fueron de estupor y obstinada negación para unos, y de alivio y excitante optimismo para otros. El análisis de los datos electorales durante los primeros días tras las elecciones apunta a varios determinantes de los resultados obtenidos.

En primer lugar, cientos de los candidatos Republicanos fueron directamente seleccionados por Donald Trump, más interesado en la lealtad de dichos candidatos hacia su persona que en sus méritos para ganar sus respectivas elecciones. Muchos, si no todos, de estos candidatos son «election deniers», es decir, creyentes en la teoría conspirativa de que Trump ganó la elección de 2020 y que esta le fue robada por los «globalistas» y el «estado profundo». Ya sé, Sapientísimo, suena impropio de un país como Estados Unidos, pero es así. Lo que no es así es que con el precedente del infame ataque al Capitolio en Washington, DC, el pasado 6 de enero de 2021, y con lo que ya se va sabiendo sobre sus instigadores y simpatizantes, en las más altas instancias del Estado entonces, incluido el propio Donald Trump, los votantes han decidido en su mayoría que ya están hartos del expresidente y sus sicofantes.

Es importante matizar esta afirmación sobre la «mayoría de los votantes». El número de votos obtenido por el Partido Republicano en estas elecciones se estima en 53.936.704, mientras que el Partido Demócrata recibió 50.435.738Para estas y otras cifras relacionadas con las elecciones estadounidenses, consúltese https://www.cookpolitical.com/charts/house-charts/national-house-vote-tracker/2022. Contrástense estas cifras con la mucho mayor cantidad de votos emitidos en las elecciones presidenciales de 2020, en que Joe Biden obtuvo 81,283 millones de votos y Trump obtuvo 74,223 millones. Una mayor participación en las elecciones de mitad de mandato beneficiaria al Partido Demócrata más que al Republicano. https://www.cookpolitical.com/2020-national-popular-vote-tracker.. La diferencia es de poco más de 3,5 millones de votos a favor del Partido Republicano y nos indica que los republicanos obtuvieron más votos pero no necesariamente en estados donde más los necesitaban, tales como Pensilvania, donde el candidato Demócrata al Senado arrancó un escaño decisivo al candidato de Trump un doctor vende-potingues patrocinado por Trump, o en Arizona, donde la candidata Demócrata a gobernadora se alzó con el triunfo contra quizá la más rabiosa election denier, Kari Lake, también admiradora incondicional de Trump.

Donald Trump es hoy, no nos cabe duda, el político de escala nacional más agresivo y violento de Estados Unidos. Entre muchos votantes independientes, el rechazo a la amenaza de Trump y sus seguidores MAGA (Make America Great Again), y el rechazo al dominio que Trump ejerce sobre el partido conservador ha sido un factor muy importante en los pobres resultados del Partido Republicano. Es una triste ironía histórica observar cómo se ha degenerado el Partido de Lincoln, como orgullosamente se autodenominan los Republicanos. Estamos seguros de que Honest Abe estaría horrorizado si pudiera ver lo que el partido que él refundó ha llegado a ser hoy.

En segundo lugar, la mayor participación de votantes jóvenes, entre 18 y 29 años, mujeres y afroamericanos, fue también decisiva para evitar la ola roja. Hemos de destacar aquí, que esta mayor participación no tuvo la magnitud que pudiera haber tenido. Los votantes jóvenes venían teniendo una muy modesta participación en las elecciones midterm, en torno al 20% de los votantes jóvenes inscritos. En las elecciones midterm de 2018, su participación fue del 31% y en las de noviembre pasado llegó al 27%Véase https://circle.tufts.edu/2022-election-center#youth-turnout-second-highest-in-last-three-decades.. A pesar de este modesto aumento, los votantes jóvenes, las mujeres y los afroamericanos votan por el Partido Demócrata con márgenes muy amplios. En estas elecciones, además, el voto de los menores de 30 años en favor de los demócratas ha estado significativamente influido por la reciente decisión de la Corte Suprema de eliminar el precedente legal que garantizaba el derecho al aborto y de dejar su legalización en manos de cada estado. Esta decisión de la Corte Suprema ha sido un catalizador del voto en contra del Partido Republicano, cosa que los líderes del partido no se esperaban.

Finalmente, es preciso destacar que si la inflación existente en Estados Unidos es siempre un problema para el partido en el poder al enfrentarse a unas elecciones, el mercado de trabajo sigue con tasas de paro históricamente bajas, en torno al 3,6%, y las subidas de salarios están reduciendo el impacto de la inflación, cuya tasa se viene reduciendo lenta pero seguramente.

Además de estas razones, que creemos explican en buena medida la ausencia de la temida ola roja, también creemos que la mayoría de los votantes, y fundamentalmente el 30% o 40% que decide una elección en el centro del espectro político, han revelado una preferencia por votar más en función de la calidad de los candidatos que en votar a unas siglas de partido incondicionalmente. Esta conclusión es la que nos lleva a declarar las elecciones de noviembre de 2022 un triunfo para la democracia en Estados Unidos.

Un triunfo frágil

Donald Trump no solo es el perdedor de las elecciones midterm de 2022. Su venenosa forma de hacer política fue rechazada en las elecciones midterm de 2018, en que el Partido Demócrata obtuvo el control de la Cámara de Representantes, y en las presidenciales de 2020, en que el Partido Republicano perdió la presidencia y el control del Senado. Donald Trump ha sido rechazado por los votantes estadounidenses en tres elecciones nacionales seguidas. Y, sin embargo, el pasado 18 de noviembre, entre los vulgares oropeles de su club Mar-a-Lago en Florida, y con el semblante más ceniciento que jamás le hayamos observado, Trump declaró su entrada oficial en las elecciones de 2024. Creemos que las únicas razones tras esta peligrosa decisión son la necesidad imperiosa que evitar ser acusado criminalmente (y entrar en prisión), la urgente necesidad de monetizar lo que haga, siempre y a todas horas, y la patológica necesidad de satisfacer su ego.

Lo peligroso de esta decisión, para el Partido Republicano, es que se produce cuando sus líderes en el Congreso están más inclinados que nunca a deshacerse de Trump, precisamente porque hoy es el caballo perdedor. A esta delicada situación se une la de que el triunfador Republicano de las elecciones fue el reelegido gobernador de Florida, Ron DeSantis, un discípulo aventajado de Trump, aparentemente con más inteligencia que su mentor, y con formas más untuosas. Muchos en la cúpula del Partido Republicano ya consideran a DeSantis como el presunto candidato para 2024, pero cada día que pasa es más evidente que una lucha en primarias entre Trump y DeSantis podría ser letal para el partido, especialmente si la demografía del votante que se ha manifestado en las elecciones de 2018, 2020 y 2022 se consolida y se refuerza. Como hemos dicho, Trump es hoy el político de escala nacional más agresivo y violento. Ron DeSantis es un acosador (bully) con personas e instituciones a un nivel inferior –llegó a meterse con un joven que no quiso quitarse la mascarilla en su presencia–, pero hasta hoy no ha osado enfrentarse a Trump. Esta incertidumbre crea riesgos que el partido podría no aceptar en cosa de un año, cuando las primarias estén a punto de empezar.

Pero el peligro de la vuelta de Trump a la política nacional es doble. En primer lugar, y a pesar de la derrota sonada de varios election deniers prominentes, muchos de los secundarios fueron elegidos a escala estatal. En segundo lugar, existe el riesgo de que sus seguidores más violentos se sientan envalentonados, especialmente si numerosas autoridades legales, desde el Departamento de Justicia, hasta los fiscales en Georgia y Nueva York deciden llevar a juicio, posiblemente criminal, a Trump. La probabilidad de que esto suceda ha aumentado considerablemente con el nombramiento de un fiscal especial (Special Counsel), Jack Smith, por el fiscal general de Estados Unidos (US General Attorney), Merrick Garland, el pasado 19 de noviembre. El mandato del fiscal especial Smith es el de decidir si Trump debe ser encausado por su participación en el ataque al Capitolio el pasado 6 de enero de 2021. Enjuiciar a un expresidente no se ha hecho nunca en la historia de Estados unidos. Todos los actores principales están andando con pies de plomo.

Los próximos dos años en la vida política estadounidense van a ser decisivos para determinar la fragilidad o fortaleza del triunfo del presidente Biden, del Partido Demócrata y de la democracia en Estados Unidos que se obtuvo en las elecciones de mitad de mandato el 8 de noviembre. Pero gracias a este triunfo, la democracia en Estados Unidos es hoy más fuerte que hace unas semanas.

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