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Física, Filatelia, Fabulación

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Lord Rutherford propuso en alguna ocasión que la Ciencia se dividía en Física y Filatelia, queriendo probablemente distinguir entre el coleccionismo de ideas, hechos y observaciones y las creaciones lógicas realizadas a partir de estos elementos. Como sabemos, a Rutherford, después de todo, le dieron el premio Nobel de Química, una rama de la Ciencia que tiene un tanto de Física junto a bastante de Filatelia. La mayor parte del verdadero conocimiento humano presenta estos dos ingredientes, sea Ciencia Histórica o Biología.

Cuando las dos efes se confunden con una tercera, la Fabulación, puede producirse una degradación del conocimiento, especialmente cuando ésta entra en conflicto con la Física y la Filatelia, o, si se quiere, con lo observado y concluido siguiendo el método científico. No estoy en contra de la Fabulación per se, ya que el deseo de imaginar lo que desconocemos es tan fuerte y tan instintivo como el propio deseo de conocer, pero ésta debe desempeñar una función independiente y no debe confundirse con los referidos elementos. A mí siempre me ha parecido que la Fabulación conduce al desastre cuando va contra la corriente del conocimiento objetivo.

Es fácil buscar ejemplos de los estragos que la Fabulación causa en las inculturas de los ciudadanos incautos. Fábula es el creacionismo, se encarne en el ataque antievolucionista publicado hace años en The New York Times por el cardenal vienés Christoph Schönborn o en las acciones de los gobernadores de algunos Estados norteamericanos, de los hermanos gemelos que mandaban en Polonia o de Berlusconi y algunos de sus ministros. Pura fábula también, aunque en general inocua, la mayor parte de la bisutería que se contempla en los escaparates y en el interior de las farmacias, ya que los escasos productos probadamente útiles se expenden con receta desde la rebotica. No digamos ya la peligrosa fábula de las medicinas de herbolario, cuyos principios activos, cuando los poseen, se dispensan sin control de la dosis y sin especificación de las contraindicaciones. Si farmacias y herbolarios renunciaran a la fábula y restringieran sus ventas a productos contrastados por su eficacia, de formulación precisa y de aplicación reglada, sus estantes quedarían desiertos. Evanescente fábula, la homeopatía, que va a ser regulada a pesar de su absoluta falta de fundamento, y fábula, en fin, toda la publicidad explícita o encubierta que rodea a las disparatadas recomendaciones dietéticas que, una vez tras otra, enriquecen a sus cínicos promotores o que promueve la venta de toda suerte de alimentos mágicos.

¿Quién dijo que sólo había dos culturas?

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Ficha técnica

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