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Estado y artesanía en la última dinastía china

State and Crafts in the Qing Dynasty (1644-1911)

Christine Moll-Murata

Amsterdam: Amsterdam University Press, 2018

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State and Crafts in the Qing Dynasty (1644-1911), de la doctora Christine Moll-Murata, publicado en 2018, es una lectura obligada para los historiadores de la artesanía, el trabajo, la tecnología, las instituciones y la economía en China y otras regiones. Aunque el libro se centra en la dinastía Qing (1644-1912) y examina la eficiencia del Estado en la regulación de la producción artesanal e industrial, la autora contextualiza este aspecto de la gobernanza en el segundo milenio, y compara la situación de los artesanos chinos con la de los comerciantes, y sus homólogos en la temprana Europa moderna.

El argumento principal del libro es correctivo. Es decir, la autora desacredita convincentemente las percepciones previas del Estado Qing como una fuerza coercitiva e ineficiente. Evidentemente, Moll-Murata no trabaja con el estrecho sentido de la «eficiencia» administrativa que defendía Herbert Simon al comparar el rendimiento de las distintas corporacionesHerbert A. Simon, Administrative behavior: a study of decision-making processes in administrative organizations, Nueva York, Free Press, 1997.. Al tratar muchas más variables simultáneamente, la principal contribución de la autora es su exhaustivo peinado de fuentes primarias y literatura académica sobre la historia de la artesanía y los artesanos en China. Un resultado asombroso son las gráficas y las 48 tablas que resumen lúcidamente las estructuras oficiales y comerciales y los hechos cuantitativos sobre múltiples industrias artesanales en China. Su análisis sistemático de los abundantes datos arroja una luz precisa sobre las relaciones entre la producción patrocinada por el Estado y la fabricación privada, así como sobre la interacción de las empresas occidentales (incluidas las japonesas) con las industrias artesanales chinas.

La introducción identifica las tres líneas de investigación del libro: 1) la eficacia del Estado Qing en su control directo e indirecto de la artesanía y la industria; 2) la posición de los artesanos en la sociedad Qing; y 3) la interdependencia de los gremios y la política local. La primera línea de investigación ocupa los ocho primeros capítulos, mientras que los dos últimos tratan el segundo y el tercer tema, respectivamente. Sin embargo, el extenso estudio de la remuneración de los trabajadores y las oportunidades educativas en los primeros capítulos también muestra la situación económica de los artesanos y su organización dentro de las sociedades regionales.

Los tres primeros capítulos describen la evolución de la estructura burocrática del Estado que regulaba la artesanía en las dinastías Song (960-1276), Yuan (1279-1368), Ming (1368-1644) y Qing. Una tendencia vital que atraviesa los «institutos en constante cambio» (p. 75) es la transformación o el paso de un reclutamiento coactivo del gobierno y de un rígido registro familiar artesanal de carácter hereditario hacia el encargo estatal de una mano de obra artesanal mercantilizada. Además de dilucidar las oficinas especializadas, Moll-Murata también calcula el tamaño de la mano de obra controlada directamente por el Estado. El capítulo dos abarca las unidades burocráticas de todo el gobierno civil, incluidos los ministerios de Obras Públicas e Ingresos, así como los establecimientos de la corte, como el Departamento de la Casa Imperial, analizando no solo la cantidad, sino también el origen geográfico de los artesanos implicados. Además de la variedad de fuentes históricas a las que recurre la autora, destaca los «reglamentos de artesanía», posiblemente el mejor tesoro de información relacionada con la producción artesanal oficial en la dinastía Qing. Estas voluminosas hojas de cálculo enumeran el coste de los materiales y la mano de obra en las principales comisiones gubernamentales. Formados por varios géneros, como «reglamentos y precedentes» y «métodos de producción», estos documentos revelan el intento del Estado de estandarizar y hacer rutinaria la producción artesanal oficial en términos financieros y, en menor medida, tecnológicos. Se aborda el establecimiento de la formación artesanal, la proporción del sector controlado por el Estado en comparación con el sector privado (p. 119), junto con la acuñación oficial de moneda, la fabricación textil y de porcelana. De estos, los dos primeros temas profundizan en las industrias especializadas de construcción naval e imprenta que se examinan en los capítulos cuarto a octavo. Otra visión crítica es la revisión que hace Moll-Murata del modelo de tres fases con el que Naquin y Rawski periodizan el poder político efectivo ejercido por el gobierno multiétnico (en su mayoría manchúes y chinos Han) a lo largo de la dinastía Qing (p. 109). Una periodización revisada, como se ejemplifica en su análisis de la construcción naval defensiva (pp. 133-137), proporciona una vara de medir perfecta para entender la expansión y la reforma institucional, y para puntuar los ciclos de endurecimiento y relajación de los controles del Estado.

Los capítulos cuatro a ocho no son meros estudios de casos de astilleros e imprentas en la dinastía Qing. La autora sigue el programa de investigación establecido en los tres primeros capítulos para examinar exhaustivamente dos industrias estratégicas enteras de la China imperial tardía. Los capítulos cuatro y cinco abarcan los astilleros estatales, extranjeros y regionales, tanto en el sector civil como en el militar. Moll-Murata destaca un tipo de empresa conjunta, denominada «supervisión oficial y gestión mercantil», para poner en primer plano la embrollada relación entre la intervención del Estado y el interés privado dentro de una misma empresa. Este enredo era algo omnipresente en la industria china, como describe la autora cuando habla del alquiler del espacio en los hornos oficiales, así como en la subcontratación de encargos imperiales por parte de las tejedurías gubernamentales. Las encarnaciones modernas y contemporáneas de esta relación nos instan a reflexionar sobre la naturaleza de la presencia del Estado en la manufactura en China, una cuestión que Moll-Murata retoma en su conclusión. Además, el origen, la producción y las transferencias tecnológicas expuestas en los casos del Arsenal de Jiangnan y el Astillero Naval de Fujian indican la importancia fundamental de los conocimientos tecnológicos y el capital occidentales en el proceso de modernización de la artesanía china. El capítulo seis, centrado en los astilleros privados, muestra la amplia cobertura geográfica del libro. Moll-Murata nos recuerda con perspicacia las ubicaciones superpuestas de los principales astilleros controlados por el Estado y las fábricas privadas (p. 158), lo que implica la estrecha colaboración/competencia, e incluso la porosa frontera ocasional, entre ambos. Un solapamiento local similar de los talleres imperiales y regionales de artículos de lujo garantizaba «la transferencia de habilidades artesanales tecnológicas al sector comercial» (p. 92). Los flujos de mano de obra cualificada, tecnología y capital, gracias a la posibilidad espacial, conllevaban un poder significativo de actores aparentemente menores en la relación triangular entre talleres estatales, fabricantes privados y empresas extranjeras. Por ejemplo, la producción del taller estatal de porcelana era pequeña, pero era líder en diseño y mano de obra (p. 120); y la capitalización de los mayores fabricantes privados chinos de barcos de vapor era solo una décima parte de la de las grandes empresas extranjeras (p. 167). Los astilleros privados también se veían empequeñecidos por el Arsenal de Jiangnan y el Astillero de la Marina de Fujian, aunque, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los comerciantes privados empezaron a sustituir los esfuerzos del gobierno en la construcción y mantenimiento de barcos (p. 170).

Los capítulos siete y ocho estudian las imprentas oficiales y varios proyectos y géneros imperiales a gran escala, como enciclopedias, colectáneas, noticias gubernamentales y papel moneda, producidos en palacio y en los gobiernos provinciales, así como en imprentas privadas. Moll-Murata no solo calcula el tamaño de la mano de obra, sino que también investiga la elección institucional deliberada de las diferentes tecnologías de impresión, especialmente entre las xilografías y los tipos móviles. La profundidad del compromiso del Estado queda patente cuando la autora explica las posibles razones por las que la imprenta de la corte fundió todos los tipos de cobre utilizados para producir la enciclopedia Gujin tushu jicheng (pp. 219-222). Las imprentas privadas, influidas por las potencias extranjeras a finales del siglo XIX, desempeñaron un papel importante en la mecanización/modernización de esta industria, mientras que el Estado intentó censurar el contenido impreso aun beneficiándose del avance de la tecnología.

En resumen, Moll-Murata demuestra, con pruebas rigurosas, que la regulación estatal Qing no obstaculizó la industria artesanal, aunque es consciente de la discrepancia entre las afirmaciones normativas documentadas y la realidad en la práctica. Por ello, anima a seguir estudiando la corrupción local (p. 356). La tesis de Moll-Murata suscita una pregunta fundamental en su conclusión: ¿contribuyó o no el Estado a la productividad industrial de China en el escenario mundial a largo plazo?

Kai Jun Chen es profesor en el Departamento de Estudios de Asia Oriental en la Universidad de Brown.

State and craft in the late Chinese dynasty

Dr. Christine Moll-Murata’s State and Crafts in the Qing Dynasty (1644-1911), published in 2018, is a must-read for historians of craft, labor, technology, institution, and economy in China and other regions. Although the book focuses on the Qing dynasty (1644-1912) and examines the state’s efficiency in regulating craft and industrial production, the author contextualizes this aspect of governance in the second millennium, and compares the status of Chinese artisans with that of merchants, and their counterparts in early modern Europe.

The main argument of the book is corrective. That is, the author convincingly debunks previous perceptions of the Qing state as a coercive and inefficient force. Moll-Murata is obviously not working with the narrow sense of administrative “efficiency” that Herbert Simon advocated in comparing yielding across corporationsHerbert A. Simon. Administrative behavior: a study of decision-making processes in administrative organizations, New York : Free Press, 1997. Treating many more variables simultaneously, the author’s major contribution is her comprehensive combing of primary source and scholarly literature on the history of craft and artisans in China. One stunning result is charts and 48 tables which lucidly summarize official and commercial structures and quantitative facts about multiple craft industries in China. Her systematic analysis of the rich data casts a precise light on the relations between state-sponsored production and private manufacture, as well as Western (including Japanese) enterprises’ interaction with Chinese craft industries.

The introduction identifies the book’s three lines of inquiry: 1) the efficiency of the Qing state in its direct and indirect control of crafts and industries; 2) craftspeople’s position in Qing society; and 3) the interdependence of guilds and local politics. The first line of inquiry appears to preoccupy the first eight chapters, while the last two chapters treat the second and third topics respectively. However, the extensive study of workers’ remuneration and educational opportunities in early chapters also showcases craftspeople’s economic status and their organization within regional societies.

The first three chapters map out the state’s evolving bureaucratic structure which regulated craft industries in the Song (960-1276), Yuan (1279-1368), Ming (1368-1644), and Qing dynasties. A vital trend threading through “constantly changing institutes (75)” is the transformation from the government’s coercive conscription and rigid hereditary artisanal household registration to the state’s commission of a commodified artisanal labor force. Apart from elucidating specialized bureaus, Moll-Murata also calculates the size of the labor force that was directly controlled by the state. Chapter two covers bureaucratic units across the civil government, including the Ministries of Public Work and Revenue, as well as court establishments such as the Imperial Household Department, discussing not only the quantity, but also the geographic origin of the craftsmen involved. On top of the variety of historical sources the author draws on, she emphasizes the “handicraft regulations,” arguably the best trove of information related to official craft production in the Qing. These voluminous spreadsheet-like paper trails enumerate the cost of materials and labor in major governmental commissions. Consisting of several genres, such as “regulations and precedents” and “production methods,” these documents reveal the state’s attempt to standardize and routinize official craft production on financial and, to a lesser degree, technological terms. The establishment of artisanal training, the proportion of the state-controlled sector compared to the private sector (119), alongside official money mint, textile, and porcelain manufacture are touched upon, and the former two topics are further elaborated on in the specialized shipbuilding and printing industries reviewed in chapters four to eight. Another critical insight is Moll-Murata’s review of the three-phase model with which Naquin and Rawski periodize the effective political power wielded by the multiethnic government (mostly Manchu and Han Chinese) throughout the Qing dynasty (109). A revised periodization, as exemplified in her discussion of defensive shipbuilding (133-137), provides a perfect yardstick for understanding institutional expansion and reformation, and for punctuating the cycles of the state’s tightening and loosening controls.

Chapters four to eight are not merely case studies of shipyards and printeries in the Qing dynasty. The author follows the investigative program laid out in the first three chapters to extensively examine two entire strategic industries in late imperial China. Chapters four and five cover the state-owned, foreign and regional shipyards in both the civil and military sectors. Moll-Murata highlights a kind of joint venture, called “official supervision and merchant management,” so as to foreground the intricate relation between the state’s intervention and private interest within one enterprise. Such entanglement was pervasive in Chinese industry, as the author describes in the renting out of space in official kilns, as well as government weaveries’ outsourcing of imperial commissions. Modern and contemporary incarnations of this relation urge us to ponder the nature of the state’s presence in manufacture in China, an issue Moll-Murata revisits in her conclusion. Moreover, the origin, production, and technological transfers exhibited in the cases of the Jiangnan Arsenal and the Fujian Navy Yard indicate the fundamental significance of Western technological expertise and capital in the modernizing process of Chinese craft industry. Chapter six, concentrating on private shipyards, shows the book’s expansive geographical coverage. Moll-Murata insightfully reminds us of the overlapping locations of major state-controlled shipyards and private factories (158), which imply the close collaboration/competition, and even occasional porous boundary, between the two. A similar locational overlap of imperial and regional workshops of luxury goods ensured “the transfer of technology artisanal skills to the commercial sector (92).” The flows of a skilled labor force, technology, and capital, thanks to spatial possibility, entailed seemingly minor players’ significant power in the triangular relation among state workshops, private manufacturers and foreign enterprises. For instance, the output from the state’s porcelain workshop was small, but it led in design and workmanship (120); and the capitalization of the largest Chinese private steamship manufacturers was only one-tenth that of the big foreign firms (167). Private shipyards were also dwarfed by Jiangnan Arsenal and the Fujian Navy Shipyard, yet, from the second half of the eighteenth century, private merchants began to substitute the government’s efforts in shipbuilding and maintenance (170).

Chapters seven and eight study official printeries and several large-scale imperial projects and genres including encyclopedias, collectanea, government news, and paper money, produced at the palace and provincial governments as well as private print mills. Moll-Murata not only calculates the size of the work force but also investigates the deliberate institutional choice of different printing technologies, especially between woodblock and moveable type prints. The depth of the state’s engagement is made clear when the author explains possible reasons why the court printery melted down all the copper type used to produce the encyclopedia Gujin tushu jicheng (219-222). Private printeries, influenced by foreign powers in the latter nineteenth century, played an important role in the mechanization/modernization of this industry, while the state tried to censor printed content but benefited from advancing technology.

In summary, Moll-Murata proves, with rigorous evidence, that Qing state regulation did not hinder the craft industry, although she is aware of the discrepancy between the documented normative claims and actuality in practice. Thus, she encourages further study on local corruption (356). Moll-Murata’s thesis provokes a fundamental question in her conclusion: whether or how the state contributed to China’s industrial productivity on the global stage in the long term?

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Ficha técnica

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