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Dulce maleficio para ratas y ratones

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La Comisión Europea recibió recientemente una solicitud de Klaus Gasser + Partner para la aprobación de la miel de rododendro como rodenticida, según un procedimiento establecido para «sustancias básicas», que son sustancias activas que pueden ser útiles en la protección de las plantas, aunque no se destinen principalmente a este fin. En diciembre de 2016, la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria se ha pronunciado sobre esta petición en un largo informe. Las inusuales propiedades de la miel de rododendro se conocen desde la antigüedad clásica; la posible novedad radica en su pretendido nuevo uso comercial.

Ya Jenofonte, entre los siglos V y IV a. C., relata en Anábasis cómo sus diez mil soldados experimentaron el primer trip psicodélico registrado en la historia. Hambrientos y derrengados, los soldados encontraron numerosas colmenas silvestres a orillas del mar Negro y se apresuraron a consumir la apetitosa miel como postre de su escasa comida. Pronto empezaron a desvariar y se adentraron en una experiencia extraña, que no fue exclusivamente psicodélica y de la que no se recuperaron hasta días después. Plinio el Viejo, que de todo escribió de forma un tanto acrítica y a veces descabellada, se refirió a ella como «miel loca» del mar Negro e indicó que los rododendros y especies próximas eran plantas «mataovejas» y «asesinas de caballos». No se sabía entonces que éstas sintetizaban unas toxinas, originalmente denominadas «andromedatoxinas» y ahora designadas con el nombre genérico de «granayotoxinas», compuestos que la abeja incorpora a la miel desde la planta.

La aplicación que propone Klaus Gasser + Partner ya podía habérsele ocurrido a Plinio el Viejo, quien escribió mucho sobre cuestiones agrícolas, aunque sin el sentido común de Columela. Se pretende formular la miel loca en pastillas gelificadas susceptibles de incluirse en cebos para roedores. No es este el lugar para glosar los matices e inconvenientes señalados en el informe de la EFSA, en el que se aduce falta de información respecto a muchos detalles que sería necesario conocer antes de conceder la autorización pertinente.

Incluso antes que Plinio, casi cuatro siglos después de Jenofonte, justo antes de nuestra era, ya se habían adelantado a buscar aplicaciones para la miel de rododendro, en lo que podría ser el primer caso registrado de «guerra química», veinte siglos antes de su pretendido invento por Fritz Haber, quien liberó cloro a favor del viento para matar soldados franceses durante la Primera Guerra Mundial. En efecto, Mitrídates el Grande, rey del Ponto, llegó a cebar el camino que habían de seguir las legiones del romano Pompeyo con colmenas repletas de miel de rododendro con el perverso fin de ablandarlas para la guerra.

Yo, por mi parte, me dirijo a la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria para que, si llegan a aprobar el uso pretendido, no lo hagan de tal forma que las pastillitas dulces y tóxicas puedan llegar a manos de nuestros nietos.

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