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Crimen en el paraíso

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No era la primera vez.

En el año 2000, una mochilera británica, Kirsty Jones, fue violada y asesinada en su pensión en Chiang Mai, una ciudad del norte de Tailandia. Kirsty acababa de graduarse por la Universidad de Liverpool, tenía veintitrés años y estaba disfrutando de ese viaje iniciático que tantos jóvenes hacen al final de sus estudios universitarios. El suyo incluía un largo circuito de dos años por Asia, Australia y Sudamérica, pero habría de terminar mucho antes de lo previsto. La policía local cometió una infinidad de errores en la investigación y el crimen permanece aún irresuelto, aunque en los últimos días ha habido informaciones que apuntaban a que el autor podría haber sido identificado.

Katherine Horton fue también violada y luego asesinada en Ko Samui (Ko, también escrito Koh, significa isla en la lengua tai) en 2006. Tenía veintún años y estaba de vacaciones en la isla. En la tarde del 31 de diciembre, dos pescadores que trabajaban en un barco cercano saltaron a tierra para, dijeron luego, buscar una mujer joven a la que violar. Katherine tuvo la desgracia de ser la primera que se cruzó en su camino. La golpearon por la espalda con el mástil de una sombrilla de playa, la arrastraron por el cuello unos treinta metros y la violaron. Luego la apalearon hasta que murió, volvieron a su barco y la dejaron en el agua. «Deliciosa, verdaderamente deliciosa», se pavoneaban ante sus compañeros. Ninguno de ellos les denunció. Fue el teléfono que Horton estaba utilizando cuando la atacaron lo que ayudó a resolver el crimen en pocas horas.

Ko Samui es la isla más grande del archipiélago de Chumphon, un grupo de cuarenta y dos en el Golfo de Tailandia, al este de la provincia de Surat Thani, y en los últimos años se ha convertido en el segundo destino turístico del país, por detrás de Bangkok. El archipiélago se encuentra dentro del parque marino de Ang Thong, una zona de gran belleza y un paraíso para los submarinistas. Al norte de Ko Samui está Ko Phangan y, más allá, Ko Tao. Ambas islas, muy pequeñas, se han beneficiado del tirón de Samui y han conocido un rapidísimo desarrollo turístico, con todos los desequilibrios que eso suele entrañar: instalaciones hoteleras de baja calidad pero rápidamente amortizadas; urbanizaciones para megamillonarios; escaso respeto por el paisaje; cambios bruscos en la sociedad local; más oportunidades de trabajo, especialmente para las mujeres; rápido aumento del nivel de vida; llegada de trabajadores inmigrantes; aluvión de turistas de escasos medios económicos que, en comparación con la población local, parecen ricos como Creso; agitada vida nocturna; mafiosos que proveen de drogas a quienes las buscan.

Sairee Beach es una de las playas más conocidas de Ko Tao (Isla Tortuga en tai) y allí aparecieron los cuerpos, casi desnudos, de Hannah Witheridge y de David Miller, dos jóvenes turistas británicos, en la mañana del pasado 15 de septiembre. A Hannah la habían violado dos veces y luego la golpearon con una azada hasta causarle la muerte. David, inconsciente por los golpes que le propinaron con la misma azada, se ahogó al borde del mar. Las últimas imágenes de ambos en vida fueron recogidas en un circuito cerrado de televisión cuando salían de Choppers, un bar local en el que habían estado con un grupo de amigos. Los dos se alojaban en el mismo hotel de Sairee Beach y hacia él se dirigían.

La noticia no podía llegar en peor momento. Tailandia es uno de los grandes destinos turísticos del mundo y el primero del sudeste asiático. Desde que en 1998 comenzó la campaña de marketing Amazing Thailand, ha tenido un desarrollo meteórico que se ha acelerado aún más en los últimos cuatro años. De los casi dieciséis millones de turistas internacionales de 2010, el país pasó a veintiséis y medio en 2013. Impresiona aún más el dinero que se dejan allí. En 2013, cuarenta y dos millardos de dólares, casi mil seiscientos por turista extranjero. Para hacerse una idea de la rentabilidad del turismo tai, en España, que en 2013 tuvo su mejor año turístico hasta la fecha, el gasto per cápita estuvo justamente en mil dólares; Francia, el principal destino mundial por llegadas internacionales, no pasa de setecientos veintitrés.

La cuenta satélite del turismo en Tailandia publicada por el Consejo Mundial para los Viajes y el Turismo (WTTC por sus siglas en inglés), que resume la contribución del sector turístico al conjunto de la economía tai, permite hacerse una idea de la importancia de esta actividad para el país. La estimación de su impacto directo (gasto público y privado sólo en viajes) en 2013 se cifró en torno al nueve por ciento del PIB, con unos treinta y tres millardos de dólares; el indirecto (impacto directo más inversiones públicas y privadas generadas por la actividad turística) representaba un veinte por ciento del PIB, unos setenta y cuatro millardos de dólares. Los ingresos por turismo internacional en 2013 ascendieron al dieciséis por ciento de las exportaciones totales de Tailandia.

Las expectativas de la administración turística tai (Tourist Authority of Thailand; TAT en abreviatura) para 2014 eran muy halagüeñas. A principio de año preveían pasar de veintiocho millones de turistas internacionales, pero no va a ser así. Los disturbios antigubernamentales que culminaron en el golpe de Estado de mayo pasado retrajeron a muchos turistas extranjeros. Tailandia sigue estando aún hoy bajo estado de sitio y eso no estimula el interés por viajar al país. A finales de agosto, el número total de visitantes había bajado en casi dos millones (15,7 millones frente a 17,5 en 2013), una caída del once por ciento.

El precio que la economía tailandesa está pagando por la afición al golpìsmo de sus elites dirigentes no es cosa de poco. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional para el país en 2014 y 2015 lo colocan en el furgón de cola de los cinco grandes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por sus siglas en inglés). En 2014, la economía tailandesa crecerá un 1% y en 2015 un 4,6%, superada ampliamente por Indonesia (5,2 y 5,5, respectivamente), Malasia (5,9 y 5,2), Filipinas (6,2 y 6,3) y Vietnam (5,5 y 5,6). Curioso patriotismo el de los alborotadores en contra del anterior Gobierno.

La junta militar confiaba en que el turismo sería el sector de actividad más fácil de reanimar durante 2014. Por eso, el crimen de Ko Tao, justo al tiempo de comenzar la temporada alta, cayó como un mazazo. Los gloriosos mílites insistieron en que la policía local resolvería con rapidez el asunto, pero sus funcionarios no les han dejado en la estacada. En una isla tan pequeña como Ko Tao (unos dos mil habitantes) han tardado más de tres semanas en hallar a los culpables y han rematado su labor con una incompetencia que hubiera hecho palidecer de envidia al inspector Clouseau.

Tras encontrar los cuerpos en Saidee Beach, la policía local no cerró al público el escenario del crimen y permitió que la gente se pasease a sus anchas por la playa. Como sabe cualquier aficionado a las series policiales, eso permite que las pruebas desaparezcan o queden contaminadas. Tras tan inteligente decisión, en su primer impulso, el dedo acusador policial apuntó a unos trabajadores inmigrantes que pronto fueron descartados. Así que el dedo giró hacia otro blanco improbable: el compañero de cuarto de David Miller sería homosexual y lo habría matado junto con la causante de su pérdida en un rapto de celos. En la habitación que compartían, alardeaban los detectives, se encontraron unos pantalones con manchas de sangre que, tan pronto como se investigaron, resultaron ser de barro. Los policías no perdieron tiempo en desmentir la acusación de un amigo de las víctimas que les envió fotos de un par de niños bien locales que –decía– aquella noche habían estado molestando a Hannah hasta que David se puso serio con ellos. No podía ser que unos ciudadanos de buena familia fueran a hundir el paraíso con un crimen. Por fin, tras hacer pruebas de ADN a más de trescientas personas, la policía acabó por dar con los criminales y se oyó un respiro de alivio. Eran un par de inmigrantes birmanos (Zaw Lin y Win Zaw Htun, ambos de veintiún años).

El 7 de octubre se llevó a cabo una reconstrucción del suceso en la que la policía los presentó ufanamente en sociedad. No cabían dudas. Un cigarrillo LM en el lugar de los hechos contenía restos de ADN de uno de ellos y, sin mayores explicaciones, la policía decía que también coincidía con otros restos encontrados en el cuerpo de las víctimas y en un condón que apareció por los alrededores. A quienes no estamos duchos en cuestiones de criminología no deja de sorprendernos que un violador tenga el tiempo, el interés y la habilidad de colocarse un condón cuando se dispone a llevar a cabo su fechoría. Como parece evidente que lo que pudiera pasarle a su víctima carecía del menor interés para él, ¿tendría tal vez miedo de contraer él una enfermedad venérea?

Es difícil saber si los presuntos asesinos son los verdaderos culpables. Tan pronto como han tenido acceso a un abogado, se han retractado de su confesión ante la policía y han acusado de torturas a los funcionarios que los interrogaron. Sea lo que fuere, el atestado de la policía no levantó gran entusiasmo entre los fiscales, que lo devolvieron para que se ampliase con «información más crucial». La policía ha defendido su investigación con uñas y dientes, pero, como señalaba un comentario de prensa, «eso no ha detenido las dudas sobre una posible manipulación de las pruebas o sobre que la confesión se haya obtenido mediante la tortura».

La histeria en la cima del régimen tampoco se echó en falta. El primer ministro dijo aquello de que Tailandia podría no ser un lugar seguro si las turistas que se ponían un bikini eran atractivas. Kobkarn Wattanavrangkul, ministra de Turismo, hizo circular, durante las pocas horas en que los medios pudieron contener la risa, la idea de crear un «sistema de apoyo» para que todos los turistas fuesen acompañados de voluntarios locales (en 2013 hubo, recuérdese, veintiséis millones de turistas) o, en su defecto, se les obligase a llevar una pulsera electrónica para saber dónde estaban en cada momento.

Mientras tanto, sus colegas y correligionarios se reunían en Bangkok para iniciar los trabajos del Consejo Nacional para la Reforma.

Si las manos en que anda el país son como éstas…

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