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Boulder, geología frente a biología

Boulder

Eva Baltasar

Literatura Random House, edición en español, 2020.

Traducido del catalán por Nicole D´Amonville Alegría

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A la poeta y narradora Eva Baltasar le inspiran la geología, la climatología y la prehistoria, así se explica que haya titulado las tres entregas de su trilogía narrativa como Permafrost (Permagel en catalán, pátina helada que queda en el suelo), que su segunda novela lleve como título Boulder (roca o farallón en inglés) y que Mamut seael nombre de su última novela. Esta tendencia hacia lo matérico-atmosférico y lo geológico es perfectamente coherente con un proyecto narrativo que explora los estratos más profundos del ser humano entendido como un espécimen a la intemperie, en constante lucha con en el medio en el que vive; un ser humano imposible de definir sin estas referencias a la naturaleza, pues su existencia misma corre en cada momento el peligro de la extinción (en Mamut), de la autoaniquilación (en Permanfrost) o de la auto negación (en Boulder). La coherencia que circula por las páginas de estas tres novelas, y que, como decimos, es producto de una concepción de la escritura totalmente arraigada en el origen de lo humano, es la que le ha valido a Eva Baltasar el aplauso y la muy merecida buenísima recepción de sus libros. Podríamos decir que los libros de Eva Baltasar se leen igual que se expone uno a una tormenta o a una tremenda granizada. Nos internamos en ellos como si cayeran chuzos de punta, y sin saberlo —aunque nos enteramos enseguida— esa exposición a la intemperie se revela como el único refugio. Su literatura te empapa y te deja pingando desde la primera línea, pero una vez entrados en este universo ya no hay vuelta atrás. Para volver a casa y guarecerse hay que atravesar la tormenta. No son libros amables pero su lectura nos absorbe de inmediato. Aunque plantea siempre personajes al borde del abismo, y nos confronta desde el principio con la perplejidad y el no saber muy bien ante qué estamos, es imposible no entregarse a ellos desde el principio, no empatizar con estos seres cuya vivencia acaba pegándose a nosotros como una segunda piel. De lectura totalmente catártica y purificadora, sus libros «ocurren» igual que una avalancha, se «precipitan» como sus personajes que, conscientes de la lucha que les ha tocado librar, son en sí mismos agentes atmosféricos. Nada tan real como lo que narran, porque todo lo que nos cuentan y lo que les pasa es el producto de una reactividad, de una adaptación o desadaptación al medio.

También Boulder forma parte de estos seres zarandeados por lo «otro». Esta novela, por la que Baltasar fue seleccionada como aspirante al premio Booker Internacional del año 2023, no es fruto de una determinada elaboración discursiva o de premeditadas operaciones intelectuales. No hay en él un propósito entendido como afán de confirmar una intuición o validar una visión del mundo.  Todo esto en la escritura de Eva Baltasar es puesto en cuestión: «El rumbo mata el viaje», dice ya avanzada la novela. Y de hecho vemos a Boulder, la protagonista, cambiar varias veces los derroteros de su existencia como si el cambio, la huida permanente y el propio cuestionamiento fueran su verdadero fin.

En su edición inglesa, Boulder, bajo el epígrafe de literary fiction (que acoge toda obra no tipificable en una clasificación literaria tradicional), va incluida también en la categoría de gender studies, y bien podría ser este ser el gran reto de la novela. La protagonista, esa Boulder a la que nos imaginamos desde el principio como un camionero de los mares, un personaje que enseguida captura nuestra ternura y apela a nuestra empatía por su inclasificable aspecto y su alma inquebrantable, se irá convirtiendo en un alter ego del lector, con nuestras mismas angustias, nuestros deseos, nuestras inseguridades, remontando todos los prejuicios y los requisitos del canon. Podríamos decir que el verdadero talento de Eva Baltasar es el domesticar y reducir a Boulder, en el sentido en que su «rareza», o «peculiaridad», o «inadaptabilidad» conecta de inmediato con el lector. Boulder en el fondo somos nosotros. Todos somos Boulder, domesticados y reducidos a nuestro pesar.

Tanto su labor de cocinera de rancho que trabaja en un barco mercante, como la descripción de los demás personajes y los aconteceres de su existencia están narrados en una agreste primera persona que desde la primera línea se autoproclama como alguien autoexcluido, que vive en los márgenes. Su escondite —y ahí Bouldertiene algo de antihéroe existencialista— es el espacio no colonizado por las taxonomías de lo social. Por eso le gusta el mar, entre la fuerza bruta y lo espiritual. Y por eso ha elegido que sus días transcurran en la cocina de un barco. Su trabajo no es heroico, en cambio sí es un asidero en el mundo de lo salvaje. Ella aporta a la tripulación su alimentación y su subsistencia. Pero Boulder es también una predadora, la portadora de un deseo, el único alimento espiritual que anhela. Ella es lo masculino en fuga, en busca de su propia extinción en lo femenino o arraigado. Y más adelante, cuando su deseo se haya saciado y tenga que renunciar al barco por una vida sedentaria, la veremos comprarse un vehículo expendedor de comida. Es en esa indefinición de lo «en movimiento» y en esos lugares que son puro tránsito y evolución (un barco, una caravana) donde Boulder encuentra su libertad y su esencia. Ansía el néctar de lo femenino, alcanza la maternidad, experimenta lo sedentario, pero inmediatamente añora la caza, el nomadismo.

Hacía tiempo que no veíamos en un libro descrita de forma tan bella la gran contradicción de la vida humana, toda ella sustentada en los bordes del amor como necesidad del otro que rápidamente se convierte en trampa o espejismo o engaño. Frente a su nomadismo de cazadora, Boulder encuentra enseguida a la recolectora, la mujer que desea prole para así colonizar y hacer suyo el medio. En poquísimas páginas, y con una concentración y profundidad de sentido implacables, Eva Baltasar hace aparecer en esta alegoría el gran tema de la literatura contemporánea: la sociedad burguesa y su supervivencia a través de los lazos afectivos, económicos y el cuidado de la prole. La misma Boulder, como un guante que se da la vuelta, tiende a ello por un imperativo de la especie, pero su instinto volverá una y otra vez al primordial instinto   de cazadora que la empuja.

Pero interpretar la belleza de este libro solo desde el binomio individuo/sociedad, y entender a su protagonista como una inadaptada sería quedarse en la superficie de la lectura, esa que nos empuja a sonreír en tantas ocasiones, con el humor no buscado y autorreflexivo de Boulder. Lo que de verdad subyace en el personaje y en el libro, a mi juicio, lo que le da entidad y vuelo a la escritura de Eva Baltasar es esa exacta formulación de la vida como un canto contra la vida, hecha de lucha y de derrota, y quizás también de aceptación. Entre ser una piedra o un ser humano, Boulder lo tiene claro. Prefiere ser una piedra. Aun sin sangre, sin filiación. Solo que no se puede.

Luisa Castro es poeta, columnista y novelista y escribe tanto en gallego como en castellano. Fue directora del Instituto Cervantes de Nápoles y Burdeos, en la actualidad dirige el de Dublín.

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