
Sinfonía de una gran ciudad
El final de este libro se conoce nada más leer el subtítulo, pues una crónica de Berlín que arranca en 1922 y acaba en el fatídico año 1933 lo anticipa todo. Pero es mérito de Francisco Uzcanga Meinecke que en el transcurso de este libro nos enamoremos de tal modo del protagonista, el Berlín de entreguerras, que cuando por fin llega el esperado final, la congoja generada nos acompañe durante días y permanezca mucho tiempo con nosotros tras cerrar la tapa. Qué triste final para tanta maravilla. Qué habría sido de Europa si toda esa explosión de talento única en su especie hubiera seguido reuniéndose sine die en el Romanisches Café, divirtiéndose, sableándose, criticándose y generando tal explosión de creatividad que aún hoy los turistas que se distraen por un Berlín reinventado por completo buscan en vano su pista entre lo que hace poco fueron sus ruinas.