El mundo que nos espera
Quizá, desde nuestra miope perspectiva urbana, nos cuesta aceptar que nuestra civilización, igual que la egipcia, la sumeria o la maya, se basa en la agricultura. Ya hay escuelas, incluso en la supuestamente agrícola España, que llevan a sus alumnos de visita al campo para enseñarles que los guisantes crecen dentro de vainas y no en el interior de latas, que las manzanas se cogen de los árboles y que las patatas fritas proceden de tubérculos que crecen rodeados de tierra y piedras. Hay que insistir, para que se acepte con una cierta sorpresa, en que nuestra sociedad tecnificada y opulenta se basa en la abundancia de alimentos que, directa o indirectamente, proceden de plantas que crecen en los campos