Cartas a un teólogo
Desde que Dilthey iniciase a finales del siglo XIX el estudio de las autobiografías como complemento de los históricos, el interés por la llamada escritura del Yo –biografías, memorias, autobiografías, diarios– no ha dejado de crecer, al mismo tiempo –paradojas de la posmodernidad– que la duda acerca de la existencia de un posible yo rector de la vida iba reclutando adeptos en la filosofía y en la crítica literaria. Los epistolarios, una de las variantes menos sistemáticas de tales escritos, no han podido dejar de verse arrastrados por este interés paradójico y no siempre justificado. Este epistolario que comentamos, presentado en cuidada edición de Agustín Andreu y enriquecido por unos interesantes anexos –en su mayoría cartas y escritos del propio