Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

Las cartas del último Panofsky

Este año, gracias –paradojas de la historiografía hispana y sus complejos– al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el nombre de Aby Warburg, aún con una muy pobre bibliografía en español, ha sido divulgado por la prensa cultural. Sí está traducido ampliamente el autor de su biografía, escrita en 1970, Ernst Gombrich, así como la obra de uno de sus discípulos, Erwin Panofsky, ambos en buenas versiones de María Luisa Balseiro. La universidad española tampoco le ha prestado gran atención, al margen del excelente trabajo de Manuel Antonio Castiñeiras (Introducción al método iconográfico, Barcelona, Ariel, 1998), y su recepción ha sido más importante en Latinoamérica, como lo prueban las publicaciones del venezolano Alejandro Oliveros («El atlas de la memoria

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El pensamiento visual

Al reseñar la aparición de la bibliografía sobre la obra de Michelangelo Buonarroti publicada en 1927 por Rudolf Wittkower y Ernst Steinman, el joven Erwin Panofsky señalaba que las bibliografías son las locomotoras de la ciencia. La que reseñamos, aparecida en diciembre del año pasado, es un libro clave para la investigación sobre el gran historiador del arte Aby M. Warburg (1866-1929). Su autor, Dieter Wuttke (1930), catedrático emérito de Filología y Literatura Medieval de la Universidad de Bamberg, comenzó su carrera con la publicación en 1964 de la edición crítica de La historia de Hércules del humanista Pangratz Bernhaubt, amigo de los hermanos Vischer, grandes grabadores. Luego vendrían la recopilación y edición crítica de los escritos de Aby Warburg

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Las sombras

Por fin aparece un volumen digno, en erudición y en presentación, sobre una de las obras más importantes de la historia de la pintura, los murales con que Francisco de Goya «iluminó» al óleo las paredes de su finca a orillas del río Manzanares. Estamos en 1819, a las puertas del Trienio liberal. Goya realiza la obra para sí, abriendo la concepción de la pintura moderna: el autoencargo, el lienzo como campo de batalla, como explosión y fijación de las propias emociones. Ya se llamen caprichos, desastres o fantasmas de la razón (plástica). Goya escenifica en su casa, en el ritmo de los huecos de sus paredes, no una serie de vedute placenteras, no el mundo de sus temas para

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