Juan Eduardo Zúñiga
Al igual que cualquier hombre que se siente cercado y oprimido en su país o en su entorno, Antón Chéjov anheló en ciertos momentos de su vida escapar, liberarse, situar en un lugar muy distante la meta de aquella necesidad que era salvar su intimidad, su deseo de soledad, su tiempo de escritor. En muchas ocasiones había soñado con los países de Europa occidental pero una vez pensó en el extremo opuesto, un punto en los confines del Imperio ruso, la lejana isla Sajalín en las frías aguas del Pacífico norte, de dificilísimo acceso a través de miles de kilómetros, pues aún no existía el Transiberiano; como si cualquier otro lugar le pareciese demasiado próximo. Esa huida la llevó a
Desde 1996 nuestro propósito es transmitir, a través del comentario bibliográfico, opinión cultural de altura a un público lector, muy formado y con intereses más amplios que los correspondientes a su especialidad.