
Yo no soy quien ha escrito esta reseña
De entrada, debo decir que simpatizo con la filosofía para el gran público. Libros como El mundo de Sofía o La disolución de la mente, con su común recurso al diálogo y la investigación guiada, dentro de una trama narrativa, me parecieron un modo maravilloso de acercar ideas filosóficas complejas y difíciles a un público amplio, por la habilidad de sus autores para exponerlas de modo atractivo, pero también, y sobre todo, riguroso, claro. Desde Aristóteles, por lo menos, la filosofía presenta esta doble vertiente, esotérica y exotérica, y la segunda es fundamental para asegurar un lugar a la filosofía en el ámbito de la cultura en general. Sin duda, el libro de Markus Gabriel que consideramos tiene esta pretensión de llegar a un gran público, y por ella debemos juzgarlo, si bien su objetivo no es meramente divulgador, sino también crítico: crítico con la mayor parte de las propuestas que expone, que considera expresión de una ideología: la del neurocentrismo, como veremos.