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El espanglish, ¿un nuevo idioma americano?

Spanglish. The Making of a New American Language

ILAN STAVANS

Harper Collins, Nueva York

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«In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa los sábados, lentil pa los viernes, y algún pigeon como delicacy pa los Domingos…».

Todo el mundo identifica sin problema la procedencia de este texto. Es, claro, el inicio del Quijote . El español aparece salpicado de un inglés a veces deformado. Pero este texto no es una muestra de un collage literario que utilice como ingredientes dos idiomas. Es la manifestación de un proceso de mezcla cultural que comenzó hacia la mitad del siglo XX , cuando portorriqueños y mexicanos iniciaron la lenta y progresiva emigración hacia Estados Unidos. En la frontera con México apareció entonces el habla «tex-mex», junto a la música y a la comida del mismo género, resultado del contacto de idiomas. La célebre Carmen Miranda es todavía recordada por aquel picante baile de principios de los años cincuenta donde cantaba a su compás «I am a chiquita banana». También el popular actor mexicano Tin-Tan (Germán Valdés) se hizo famoso en la película Calabacitas tiernas , de 1948, por su papel de «pachuco» o quinceañero perteneciente a una exótica banda callejera que hablaba en la mezcla idiomática que hoy se llama espanglish. La propia palabra es una deformación de paso (de pasar en un juego de cartas, cuando el jugador tiene una mano sin valor) y contiene en sí misma el drama de los emigrantes: el sonido «s» se hace «ch» para destacar con más expresividad el contenido despectivo del sufijo -uco.También este proceso ha sido llamado por los anglos como «chiquitaficación», por la canción de Carmen Miranda. Se quiere significar así la deriva de un idioma que se reduce a límites que lo hacen rechazable para quienes ejercen una hegemonía política y cultural. Más de treinta años después, en los ochenta, Ed Gómez, locutor de la cadena de radio KABQ de Albuquerque, Nuevo México, revive con naturalidad, esta vez sin ánimo de hacer reír, la mezcla españolinglés de Tin-Tan y despide sus programas con «hasta sun», hasta pronto.

Pero en este proceso el español no ha estado ni está solo. Antes le precedieron el italiano, el francés y el alemán. A lo largo del siglo XIX y parte del XX , los emigrantes europeos en Estados Unidos iniciaron su aventura americana con una mezcla idiomática. Y hoy, aparte del español, también el tagalo y el chino dan origen al «taglish» y al «chinglish», cruces de idiomas producidos en parte por el imperfecto dominio del inglés.

El espanglish presenta, al menos, dos problemas para la lingüística que lamentablemente Stavans, que no es lingüista, pero detenta una cátedra de espanglish en Amherst College, no trata. Uno es diagnosticar con precisión qué tipo de objeto lingüístico es el espanglish, y otro es saber a qué tipo de categoría sociológica o sociolingüística pertenece. Esto último determina, creo, lo primero, pues los idiomas son signos propios de una comunidad de hablantes, signos que individualizan al que los usa y que se oponen así a los signos que emplea otra comunidad.

La sociolingüística afirma que las variedades idiomáticas actúan como una forma de identificación étnica y, por tanto, como una marca de identidad de grupo. Una identidad, dicho sea de paso, vapuleada a lo largo de la historia, ya que los hispanos conservan generalmente unas características étnicas americanas que no se corresponden con la lengua indoeuropea que hablan. Su fidelidad a lo español de España no es inamovible, cuando no resulta puesta en solfa. Al fin y al cabo, España no creó una comunidad de naciones ni pudo paliar los propios fracasos de las nuevas naciones hispanas. La hispanidad como algo propio, idea aventada desde Rubén Darío y luego cultivada también en el exilio de la Guerra Civil por José Gaos y otros, no fue una respuesta satisfactoria a la modernidad, el tema de nuestro tiempo. ¿Podrá el espanglish constituir un ingrediente firme de esa identidad hispana? En todo caso, el idioma y la identidad son cambiantes y siendo el primero componente de la segunda no la determina. Los ingleses de hoy empezaron siendo normandos o franceses, y sus poetas, como Gaimar, celebraban las victorias del pasado en francés.

El idioma, sin embargo, está metido de hoz y coz en la construcción social. Así, el español (mexicano, cubano y portorriqueño, esencialmente) es un ingrediente básico de la formación y transformación de la comunidad de los latinos en Estados Unidos. Para un emigrante, su meta es el éxito en la sociedad a la que llega. Y en Estados Unidos el éxito es hablar inglés como un angloparlante. El curso típico de la emigración consiste en que la primera generación habla sólo español, la segunda más inglés que español, y la tercera sólo inglés. Esto es lo que ha ocurrido con el alemán, italiano y japonés, idiomas que han desaparecido en esas comunidades de Estados Unidos. Pero hay, al menos, dos notables diferencias entre un emigrante francés, italiano o japonés y un emigrante mexicano, cubano o portorriqueño. Una es la vecindad espacial y la historia que comparten latinos y anglos. Otra, el número que forman. En el censo del 2000 los hispanos suman 32,4 millones, un 11,8% de la población estadounidense. La población afroamericana suponía en ese año la primera minoría, con el 12,2% del total. Si a esto añadimos la mayor tasa de natalidad de los hispanos, éstos vienen a ser la minoría más dinámica de los Estados Unidos. Se espera que en el 2005 los hispanos se conviertan en la primera minoría del país. Los hispanos ya no son, por tanto, una minoría marginal, sino crecientemente dominante en lo cultural y en lo económico. El español ––constituido por los diversos orígenes de la emigración: México, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, principalmente– es, por tanto, después del inglés, la lengua más hablada.

De toda esta diversidad nacional y sociolingüística, el español (y el catolicismo cultural) es seguramente lo que más une a todos ellos: los une porque los identifica. Es la identidad hispana de origen, defendida en unos casos o buscada en otros, lo que parece predominar en el fenómeno espanglish. Pero una identidad que no rechaza necesariamente la identidad anglo adquirida o en vías de adquisición, pues la libertad individual propia de la cultura anglosajona permite compatibilizar ambas identidades, por más que la mayoría anglo trate por todos los medios de imponer el «English only», como ocurrió en California en 1994. Esto sucede en una república cuya constitución no hace referencia a una lengua oficial. El resultado de tal compatibilidad es la mezcla de idiomas.

En consecuencia, el espanglish es una mezcla de idiomas que no origina un pichin o pidgin. Un idioma pichin toma el léxico de una lengua normativa, como el español, el inglés o el francés. Luego, este léxico es alterado, a veces hasta hacerse irreconocible; este proceso es conocido como relexificación. Pero con ese léxico sus hablantes crean una gramática enteramente distinta a la lengua de la que toman el léxico. Este no es el caso del espanglish, que mantiene la estructura gramatical del español. Así, en español común decimos: «Se fue a la escuela en bicicleta»; en el español popular de México se diría: «Se hwe a la ehkwela en bisicleta»; y en espanglish: «Se hwe a la ehkwela en baisikel». Este diálogo real en un supermercado ilustra también el espanglish:

Marido: ¿Qué necesitamos?
Esposa: Hay que comprar pan con thin slices. ¿Dónde está el thin sliced bread?
Empleado: Está en aisle three, sobre el second shelf, en el wrapper rojo.
Esposa: No lo encuentro.
Empleado: Tal vez out of it.

La gramática del español es perfectamente reconocible, como lo es el léxico inglés. El empleo del léxico inglés puede activarse porque el hablante no sabe la palabra española o la palabra del objeto al que se refiere está ya memorizada en inglés, de lo que resulta la mezcla de los códigos español e inglés, como lo ha denominado Braj Kachru. Toma en préstamo de un código a otro código básicamente palabras, pero también, en menor medida, unidades mayores, como la frase de arriba «out of it». Se forma entonces un híbrido idiomático, pero es reconocible el esquema gramatical del español común. Lo que caracteriza al espanglish es el préstamo léxico masivo del inglés. Esto, por cierto, no es nada nuevo, y el español andaluz hablado en Gibraltar lo practica desde hace tiempo. Así, las «slices» del diálogo reseñado más arriba, se convierten en «eslisas», según he podido comprobar («¿Quiere usted un sandwich con eslisas de beicon?»).

Es en el léxico donde hay que buscar la distintividad del «nuevo idioma». Stavans ha recopilado unas 3.500 palabras, y es aquí donde hay que buscar el interés del libro, ya que este léxico ocupa su mayor parte. Ese conjunto de palabras contiene tanto el léxico propiamente espanglish (lo que toma prestado del inglés) como los hispanismos que el inglés americano, sobre todo, ha ido tomando desde el siglo XVI . La adición de este último léxico al inventario del espanglish induce a confusión y no añade nada a la caracterización del espanglish.

Para hacerse una idea del léxico propiamente espanglish que recoge Stavans hay que detectar la fonética y morfología que adquiere la palabra inglesa prestada. He aquí una muestra: aflictar (afflict), auditear (audit), boupepo (boat people ), bugo (bug), brecas (brake ), butifulpipol (beautiful people ), calgüetín (call-waiting), casualidad (casualties), chopear (chop), chopin (shopping), descharchear (discharge), delidutifri (duty free), espiche (speech), expertriz (expertise), fasfú (fastfood ), fludear (to flood), ganga (gang), grosería (grocery), hangear (hang out), landó (landlord), laptopa (lap top), leyofear (lay off), norsa (nurse), pakeke (pound cake ), pursa (purse), rufo (roof), sangivin (thanksgiving), güáchale (watch out), washatería (wash), yoguear (jog).

La forma de estas palabras permite comprobar la hispanificación a que son sometidas. Así, los sustantivos ingleses, que no tienen distinción genérica, la adoptan añadiendo la vocal -o (masculino) o -a (femenino): laptopa, norsa, rufo. Estas palabras intervienen en locuciones como «Güáchale, carnal, allí viene la Migra» (Cuidado, amigo, allí viene la policía de inmigración); «Se prohíbe hanguear» (Se prohíbe vagabundear); «Ellos compraron groserías» (comestibles); «Me llevé la laptopa to the trip» (Me llevé el portátil de viaje); «Ella tiene expertriz [competencia, pericia] en lavar ventanas».

Junto a la mezcla de código o préstamo masivo de palabras, en el contacto de idiomas español-inglés puede producirse otro fenómeno parecido que afecta sólo a la sintaxis, transfiriendo enteros constituyentes sintácticos en inglés en un diálogo, o una oración, iniciado en español. Se trata de la alternancia de código. Pero este fenómeno se da sobre todo en hablantes bilingües que dominan casi por igual el español y el inglés, es decir, que saben las reglas de la gramática española y de la inglesa. La alternancia de código no puede, sin embargo, considerarse como característica del espanglish. Quienes practican el espanglish de forma espontánea no dominan el inglés, y son básicamente monolingües. Stavans proporciona ejemplos de alternancia cuando define el léxico espanglish: «When you graduate, yo te compraré un capangaun [cap and gown]»; «Hay blackout por todas partes del pueblo, because we are without electricity»; «I was told que you anda con los butifulpipol».

Si el espanglish estuviese en camino de convertirse en un nuevo idioma, como sugiere injustificadamente el título del libro, debería adaptarse y ampliarse el léxico inglés masivamente. La mezcla llevaría o a la pichinización o a un puro híbrido. Las circunstancias sociales en que surge el espanglish hacen muy improbable, si no imposible, que evolucione hacia una lengua pichin, mientras que la posibilidad de que el espanglish evolucione hacia un idioma mixto es real, aunque remota.

El español ya ha dado origen a un mixto. El idioma chamorro, de la familia malayopolinesia, hablada en las islas Marianas, ha tomado masivamente palabras del español, hasta el 60%, manteniendo la estructura gramatical polinesia. El resultado es un idioma mixto, donde la estructura gramatical es polinesia, pero el léxico es español, como ejemplifica esta frase: «Un tiempo estaba un patgon na'an-ña José», es decir, «Una vez había un niño nombre-él [su nombre era] José». Lo mismo sucede en territorios de población quechua en Ecuador, donde la estructura gramatical quechua permanece, mientras que el léxico es masivamente español.

¿Ocurrirá esto con el espanglish? Lo más probable es que no, porque Estados Unidos no es ni las islas Marianas ni Ecuador. Pero también es verdad que el espanglish es un elemento fronterizo entre las dos culturas, hispana y anglo. Los hispanos, o cierto segmento de ellos, se resisten a ser absorbidos enteramente por la cultura anglo. Una prueba de ello, que contribuye a la pervivencia del espanglish, es el empeño de algunos escritores hispanos de escribir empleando a la vez el inglés y el espanglish. Cabrera Infante, cubano nacido en 1929, en su novela Tres tristes tigres, publicada en 1967, testimonia la coexistencia del inglés y del español cubano, en particular en el habla de La Habana. Pero es en este idioma, como indica al principio de la narración el autor, en el que escribe su narración y, en verdad, es el habla habanera su auténtico protagonista. Aunque alguno de sus personajes está tan influido por el inglés americano, el narrador escribe: «Dice también afluente por próspero, morón por idiota, me luce por me parece, chance por oportunidad, controlar por revisar y muchas cosas más. Qué horror el Espanglish».

Esta actitud ya no es la de Luis Rafael Sánchez, nacido en Puerto Rico en 1936, y autor de una novela que pronto se hizo célebre, La guaracha del macho Camacho , publicada en 1976. El protagonista de esta narración es también el lenguaje hablado de los portorriqueños. Pero el espanglish hace acto de presencia de manera natural. Así: «Iris Chacón ha mapeado» (mop, pasar la mopa); «mi fama pregonada de cortejo meticuloso: a sort of fucking superstar» (un jodido superestrella); «y la cosa se pone caliente cuando uno de los clientes se resiste a la comedia de manners and morals, del please to me…». Combina el español popular de Puerto Rico y el espanglish más puro en frases como «bayoya y gufeo» (goof, tonto; goof off , hacer tonterías), «paipai de nácar, brasier straples» (sujetador sin tirantes), «La recepcionista: Misis, refresque esos nervios…», «Frenar cada minuto le jitea las bolas (hit the balls, le golpea las bolas) […], le cachea (catch, atrapar) […], frenar cada minuto le jona (hone, fastidiar)». Este léxico es espanglish: hitea, hona, tineger (teenager), washingtones (dólares), jaitona (high class ), cofi breiks (coffee break), jompersito (jumper, pichi), etc. Por cierto, algunas de estas palabras, como jaitona, jompersito, jona y jitea, no aparecen recogidas en el léxico de Stavans.

La presencia en la literatura del espanglish ya no es censurada, sino que simplemente forma parte de la mímesis literaria de la realidad. El espanglish, al día de hoy, actúa como un vehículo instrumental de comunicación, quizá como una lingua franca puramente circunstancial y efímera que puede facilitar la comunicación entre la diversidad de dialectos del español hablado en Estados Unidos. El libro de Stavans es, desde el punto de vista de un lingüista, decepcionante, por más que todo acopio de información sea aprovechable. Es una lástima que siendo Stavans testigo directo del contacto del inglés con el español no haya tenido más pericia a la hora de estudiar el léxico que ha recopilado y de diagnosticar con más tino el fenómeno lingüístico del espanglish.

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Ficha técnica

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