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Análisis del amor: entre el agobio y el aburrimiento

Love Analyzed

ROGER E. LAMB

Westview Press, Boulder, Coloraado, 1997

268 págs.

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«Amor» es una palabra de cuatro letras, la 1, 13, 16 y 19 en orden alfabético. Es un tema tan complejo que es imposible resumirlo en cuatro letrasLa definición del diccionario de la Real Academia Española es confusa, casi un despropósito: «Sentimiento que mueve a desear que la realidad amada, otra persona, un grupo humano o alguna cosa, alcance lo que se juzga su bien, a procurar que ese deseo se cumpla y a gozar como bien propio el hecho de saberlo cumplido». (DRAE, 21 ed. págs. 129-130). A la inversa, si se da esta definición, nadie reconocería que se refiere al amor. Una mujer, mucho más pragmática, María Moliner, define en su Diccionario de uso del español (Madrid, Gredos, 1990, pág. 167) amor como «Sentimiento experimentado por una persona hacia otra, que se manifiesta en desear su compañía, alegrarse con lo que es bueno para ella y sufrir con lo que es malo»., ni siquiera en una docena de magníficos artículos académicosComo en el libro los de Martha C. Nussbaum (University of Chicago), Deborah Brown (York University), Alan Soble (University of New Orleans), Barbara Hannan (University of New Mexico), Keith Lehrer (University of Arizona), Rae Langton (Australian National University), Philip Pettit (Australian National University), Daniel M. Farrell (Ohio State University), Ronald de Sousa (University of Toronto), O. H. Green (Tulane University), Sue Campbell (Dalhousie University), y Graeme Marshall (University of Melbourne).. Para los/as mediterráneos, que no aciertan a distinguir entre ética y estética, el amor es bello ergo es bueno. El amor es además la mejor excusa para hacer –o dejar de hacer– algo, en contra incluso de las normas sociales establecidas. ¿Es posible ser racional con el amor? ¿Se puede escribir un libro analizando el amor? Se puede intentar… convirtiéndolo entonces en un acto de generosidad intelectual como bien señala Love Analyzed, un excelente libro recientemente publicado en Estados Unidos.

Los sentimientos suelen considerarse territorio individual, psicológico, secreto, misterioso; en definitiva, tabú. El amor, entre todas las emociones y sentimientos, es el menos estudiado. Pero hay que reconocer que amar es una de las experiencias más sobresalientes en la sociedad actual. Una parte importante de la vida social gira en torno al amor, a las relaciones sexuales, al afecto, a las metáforas referentes a la emoción compartida y correspondida. El amor, el género y la emoción inundan sobre todo los anuncios y la publicidadUn libro menos conocido, pero extraordinario, de Erving Goffman es Gender Advertisements (Nueva York, Harper & Row, Harper Colophon Books, 1979), 84 págs., breve, visual, pero intenso..

Lo primero que ocurre en el amor es que una persona es sacudida, sorprendida y maravillada por las cualidades de otra persona. Se puede sentir atraído por propiedades o valores arbitrarios, periféricos, poco importantes, incluso por el mal o el vicio. Platón considera que la persona enamorada es capaz de actos virtuosos, y por lo tanto el amor es un motor de bondad social. La idea de que la persona enamorada es más virtuosa aparece también en Aristóteles y en el cristianismo. Erich Fromm, en su célebre manual sobre el arte de amar, considera además que el amor mutuo es la solución ideal a la soledad de la vida. Sartre sorprende al sugerir que el amor es casi imposible, pues lleva –según él– al deseo de posesión de otra persona. Ambas desean poseer a la otra. La reciprocidad supone ser un sujeto/a individual, pero la posesión implica un cierto grado de objeto. Se desea a la otra persona al mismo tiempo como sujeto (activo/a) y como objeto (poseíble). Los estereotipos de género llevan a que generalmente la mujer sea la poseída, se cosifique u objetivice con más facilidad. Parte de la discusión actual propone la construcción de un amor no posesivo, no opresivo, no explotador, y no cosificador.

Pero no conviene escamotear el núcleo central del amor. Se trata de un deseo de unión física, carnal, psicológica, moral incluso. La pareja, al amarse, crea una tercera entidad: un nosotros. Cada amante da todo en la relación, de tal manera que apenas le queda nada para sí mismo/a, y menos aún para otras personas fuera de la pareja. En ese sentido la relación amorosa puede ir desde el agobio más insistente hasta el aburrimiento más solitario. Los extremos –agobio y aburrimiento– son las dos excusas contemporáneas más usuales para romper una relación íntima. Pero es importante la identificación con la persona amada; aun cuando el coste inevitable sea perder individualidad, es decir independencia y autonomía. En castellano, gráficamente, se habla de «mi otra media naranja»Jesús M. de Miguel y Melissa G. Moyer, Lacárcel de las palabras (Bilbao, Desclée De Brouwer, 1988), 161 págs..

El amor objetiviza a la otra persona, la convierte en una cosa, un cuerpo, incluso un trozo-de-cuerpo, y no respeta la visión global del ser humano. El sexo es el oscuro objeto del deseo. Pero según el libro Love Analyzed quizás no sea esto exacto. Realmente en el amor lo que se desea es devorar a la otra persona entera, qua personaComo Saturno. Recomiendo el excelente libro psicoanalítico (a su vez una recomendación de Juan Campos, que agradezco mucho) de Ian D. Suttie, The Origins of Love and Hate (Londres, Free Association Books, 1988), 275 págs. Originalmente publicado en 1935.. Se puede observar empíricamente que el objetivo es el conocimiento total de la otra persona, de dominar otra mente humana. Paradójicamente ese impulso caníbal se presenta como el clímax de la bondad humana, del amor, del deseo altruista, o del escapismo respecto de la estéril soledad que ahoga la vida contemporánea.

Lo que se piensa del amor es una construcción social. El amor no es libre. Se desarrolla dentro de unas normas estrictas; más fijas de lo que se supone. Quizás todos los problemas empiezan con que el amor exagera la realidad, la exalta. Pero en ese sentido es una buena forma de entender la realidad. La persona que ama selecciona los aspectos más bellos de la persona amada; distorsiona la realidad, pero también la descubre. Esa experiencia constructora de la realidad social tiene unas justificaciones socialmente expresadas, que se suelen poner por escrito en largas cartas de amorSon excelentes las cartas de amor de Pepe a Rosita, es decir de Ortega y Gasset a Spottorno Topete, en José Ortega y Gasset, Cartas de un joven español (1891-1908) (Madrid, Fundación José Ortega y Gasset y Ediciones El Arquero, 1991). Son también estupendas las de Antonio Machado a «Giomar» (en realidad la señora Pilar de Valderrama) en Cartas a Pilar (Madrid, Anaya y Mario Muchnick, 1994), 305 págs. Incluye las 36 cartas a Giomar entre 1929 y 1931. Otro testimonio importante es el diario de Zenobia Camprubí, en el exilio con su esposo Juan Ramón Jiménez, en Diarios (Madrid, Alianza, 1993-1995), 3 vols..

El amor es inmoral, y no debido a su (supuesta) hipersexualidad como algunas personas puedan creer. Una de las normas más interesantes del amor, que lo convierte en una institución social peculiar, es que permite romper normasEs como el rol del enfermo, el capítulo diez, en el sistema social de Parsons. Un análisis indirecto magnífico se puede encontrar en el libro de Omar G. Ponce de León, El médico enfermo (Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas-Siglo XXI, 1997).. Incluso le está permitido crear normas contrarias. Por ejemplo, el ser humano enamorado debe favorecer a la persona amada, por encima de toda la humanidad. El amor obliga a sacrificarse por la persona amada, y hacer lo que sea. Se justifica así que una persona sea parcial, inmoral, incluso delincuente.

El libro lleva a la conclusión de que conviene superar la idea de que el amor no es asunto racional. El amor no es simple explotación, pero tampoco dulce bondad. Es más bien motor para la acción, motivo para la virtud. El amor justifica una vida (mejor dicho, dos vidas). El amor –según establece la sociedad– no debe dejar a nadie indiferente. Pero quizás sea todo un andamiaje etnocéntrico. Al analizar el amor los/as canadienses, estadounidenses o australianos son prisioneros de una visión «occidental», que se ajusta –como anillo al dedo– a la Westview de su editorial. Sería necesaria una interpretación africana, asiática o polonorteña del amor para entender mejor los componentes supuestamente universales de este fenómeno social. En cualquier caso escribir un libro científico sobre el amor es un acto de amor… siempre y cuando sea leído luego por otro ser humano.

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