La Shoah y el regreso de los ídolos
El antisemitismo está en la raíz de la cultura occidental, pues según el relato del evangelio de Mateo, cuando Poncio Pilatos defendió la inocencia de Jesús, el pueblo judío gritó: «¡Que su sangre caiga sobre nuestras cabezas y la de nuestros hijos!» (27, 25). Los historiadores estiman que el relato bíblico exculpa a Pilatos por razones políticas, no por fidelidad a los hechos. Es improbable que el prefecto romano experimentara problemas de conciencia por la suerte de un rabino judío. Simplemente, la comunidad que escribió el evangelio de Mateo evitó la confrontación con el imperio, preparando el terreno para introducir el cristianismo en la civilización romana. Raul Hilberg, el autor del estudio más concienzudo sobre la Shoah (La destrucción de los judíos europeos, 1961), sostiene que el antisemitismo se divide en tres etapas: la conversión forzosa, el confinamiento en guetos y la liquidación física. El nazismo eludió el primer paso y consideró insuficiente el segundo. El Reichsführer Heinrich Himmler ordenó «acabar hasta con la última abuela judía y pisotear a los niños de cuna como sapos venenosos».