La guerra, ¡sírvase bien fría!
Como he señalado en distintas ocasiones en este mismo blog, no hay situaciones o escenarios especialmente propicios o inadecuados para el humor sino que, por el contrario, todos sirven –o, para ser más precisos, pueden servir– si alguien tiene el genio para que salte la chispa. Paradójicamente, suele suceder que coyunturas a priori aparentemente favorables generan a la postre un humor facilón e insípido, mientras que circunstancias dramáticas –incluso extremas, como diversas antesalas de la muerte– posibilitan un humor rompedor y genial, ese que nos hace reír incluso a nuestro pesar. La guerra, indudablemente, es uno de esos casos en los que uno está tentado de decir que la incompatibilidad con el humor alcanza cotas de difícil superación. La guerra, por supuesto, es crueldad y horror, pero también deja un hueco en la trastienda para unas risas.