El humorista y su circunstancia: la España etnerefid de Chumy Chúmez
De la misma manera que en la granja de Orwell todos los animales eran iguales, pero unos más iguales que otros, bien podría decirse que cada tipo de humor es hijo de su época, pero algunos humores son más producto de su momento histórico que otros. Esto es lo primero que pensaba yo según iba pasando las páginas de Humores que matan, una recopilación de viñetas de Chumy Chúmez (San Sebastián, 1927-Madrid, 2003) que ha publicado hace poco la editorial Reino de Cordelia. En la breve introducción, el editor, Jesús Egido, recuerda un viejo chiste de Tono: «Yo siempre que me voy a dormir pongo un vaso lleno de agua en la mesilla por si tengo sed y otro vacío por si no tengo sed». Se trata del típico ejemplo de humor absurdo, el chiste blanco y benevolente que no puede ofender ni molestar, porque no se dirige contra nada ni contra nadie. Es exactamente lo contrario que pretendía cualquier viñeta de Chumy Chúmez, quien se reconocía fruto de una España mísera, cerrada y cerril, y que disparaba contra los responsables de la misma. En efecto, los chistes de Chumy tienen que ser vistos y leídos en el contexto de la España del tardofranquismo y la Transición, como la expresión cínica, lúcida y pesimista de alguien que se pregunta «¿Qué he hecho yo para que me haya tocado nacer en este país y en esta época?»