Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

España y Europa en un entorno de inestabilidad global

He de agradecer la oportunidad de pronunciar estas palabras ante una audiencia tan cualificada y, desde luego, hacerlo en representación de los colegas que hoy ingresan conmigo en la institución. Lo siento por ustedes, pero este será el primer coste de oportunidad en que incurrirán al prescindir de las consideraciones de ellas y de ellos, que, a buen seguro, serían más valiosas que las mías.

De lo único que puedo atreverme a hablar, y no será demasiado, es de economía. Pretendo compartir con ustedes la inquietud asociada a un entorno internacional plagado de amenazas que pueden condicionar el comportamiento de la economía española en los próximos meses. Es mi intención destacar el alto grado de dependencia que el bienestar de los españoles, de la evolución de su renta por habitante, mantiene de las condiciones exteriores y, en particular, del área con la que compartimos moneda, banco central y reglas esenciales de comportamiento fiscal y financiero. No en vano, la economía española es una de las más abiertas de Europa por todos los indicadores al uso: comercio exterior de bienes y servicios, inversiones extranjeras en España y las de empresas españolas en el extranjero.

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Estamos progresando y usted no lo sabe

Cualquiera de estos cinco libros reúne a buen seguro méritos suficientes para ser reseñado por separado, pero también es cierto que guardan entre sí un parentesco que autoriza y alienta su reseña conjunta. En la práctica me centraré en el libro de Steven Pinker, que es el que tiene un recorrido conceptual más rico y completo, y emplearé los demás para contrastar o prestar apoyo a algunas de las afirmaciones que hace el psicólogo canadiense.

Esto es lo que nos cuenta Giorgio Manganelli sobre cómo era la vida en Londres en el primer tercio del siglo XVIII: «Pero en 1737 Londres no era sólo un lugar de arrebatadora vitalidad, el gran escenario de la vida. Era una ciudad torva y sórdida, increíblemente sucia ?puesto que aún no existía un servicio municipal de limpieza urbana? y mal iluminada; las calles estaban sin pavimentar y desprovistas de aceras; no había alcantarillado ni conductos de desagüe, de modo que toda la inmundicia se acumulaba y fluía hacia el centro de las calles; los informes de la época insisten especialmente en los gatos y perros muertos […]. Era frecuente la pena de la argolla, que solía recaer en los calumniadores, categoría de la que formaban parte los libelistas, los polemistas temerarios y los periodistas agresivos.

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