Europa inacabada
Hace unas semanas, con motivo del Día de Europa, el periodista Ignacio Martínez me invitó a a debatir sobre el futuro de la Unión Europea. Desde entonces, la idea de que la unión política del continente se encuentra amenazada no ha hecho sino cobrar fuerza, con motivo de la crisis migratoria que está sacudiendo las bases del Gobierno alemán (aunque la razón última de esa zozobra son las elecciones bávaras de septiembre) y han convertido a Italia, Gobierno populista mediante, en un improbable aliado de Donald Trump. Por su parte, el llamado Grupo de Visegrado, formado por los países del Este de Europa, se opone también a cualquier política común en la materia y, con carácter más general, apuestan por un reforzamiento de las soberanías nacionales y el condigno debilitamiento de los elementos «federales» de la Unión Europea. Mientras, las negociaciones sobre la salida de Gran Bretaña del club siguen su curso, favorable hasta el momento a los intereses comunitarios: la confusión del Gobierno británico sirve de aglutinante para sus todavía socios, unidos ante la adversidad ajena. En cambio, las propuestas para reforzar el euro mediante la armonización fiscal y la mutualización de la deuda no acaban de fructificar, como ha quedado de manifiesto con la constitución de una informal «liga hanseática» capitaneada por los halcones fiscales: Holanda, Finlandia y Austria.