
Vislumbres de la India
Han pasado veinte años desde que Arundhati Roy publicó El dios de las pequeñas cosas, aquella notable primera novela que se hizo con el premio Booker, recibió los elogios de críticos y colegas (nada menos que John Updike la llamó «deslumbrante»), se tradujo a más de cuarenta idiomas y acabó vendiendo unos ocho millones de ejemplares en todo el mundo. Así las cosas, El ministerio de la felicidad suprema, la segunda novela de la autora, llega envuelta en interrogantes y expectativas. Pero Roy ha explicado con sencillez el porqué del paréntesis: «La ficción toma su tiempo», ha dicho en una entrevista reciente. Y no se trata de que el tiempo se le haya pasado esperando la llegada de la ficción. En estos dos decenios, las realidades socioeconómicas de su país la han llamado a dedicarse al activismo político, centrarse en el periodismo y publicar media docena de colecciones de ensayos y artículos sobre temas como la independencia de Cachemira, el nacionalismo hindú o la construcción de nuevas centrales eléctricas que, con sus presas, dejaron miles de hogares anegados en la India.