
Sobre las huellas de Don Juan
El título de este estimulante, documentado y perceptivo ensayo, Historia universal de Don Juan, deja poco lugar a las dudas sobre su punto de partida y ofrece muy pocas satisfacciones a quienes crean en la españolidad originaria del mito. Es cierto que se cita el meritorio libro del gallego (y galleguista) Víctor Said Armesto, La leyenda de don Juan (1908), que rebatió al hispanista Arturo Farinelli las sospechas que había sembrado sobre el origen italiano del héroe. No se menciona, sin embargo, el trabajo de Ramón Menéndez Pidal, «Sobre los orígenes de El convidado de piedra», que ya en 1906 había documentado un montón de romances populares que dieron cuerpo a las leyendas del burlador de calaveras o de estatuas fúnebres. La transgresión y su castigo son motivos dilectos de la imaginación popular, como lo es también el farisaico escrúpulo moral que exige el inmediato castigo del profanador. Y, en el caso que nos ocupa, conviene no desdeñar la sustancia folclórica primigenia, porque allí fue donde el reto del héroe a la muerte se mezcló con facilidad a otro tema no menos fecundo: la conquista compulsiva de mujeres, seguida de un escarnecedor abandono.