
El otro calentamiento global
En el mundo literario ha sido un año fantástico para el sexo. No me refiero a los romances de una noche que, dicen, surgen cada vez que agentes, editores y demás peritos de las bellas letras llegan a una capital para tambalearse de cóctel en cóctel, con la excusa de que allí se celebra una feria del libro. De eso hay poca información fehaciente. Me refiero al estallido comercial de la trilogía Cincuenta sombras de Grey, con su onda expansiva de márketing sicalíptico. Ha sido el año en que se vieron, casi seguro por primera vez, esposas forradas de peluche, como las que usa el protagonista homónimo, en los escaparates de varias librerías de Madrid. Y ha sido el año en que, al menos en una de ellas, se atrajo a clientes con expositores temáticos sobre los que la trilogía se alzaba como una torre, rodeada de Kama Sutras, ensayos sobre el porno, colecciones de desnudos, libros de la colección rosa «La sonrisa vertical» y hasta una «historia cultural», traducida del alemán, titulada Vulva.