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Buscar más allá de la niebla

Viajes de niebla

PEDRO SORELA

384 págs.

Alfaguara, Madrid, 1997

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Pedro Sorela es uno de esos escritores, tan escasos, que intentan continuamente superar el simple acto de narrar –uno de los elementos considerados como más básicos en literatura actual– y también ir más allá del puro deleite de acogerse o refugiarse en el instante de la lectura. Apuesta en sus obras por el poder comunicativo del lenguaje, por la plasmación de una realidad cada vez más camaleónica y ficticia y por el placer peculiar de una intriga aleteante y apenas entrevista. Su narrativa es acumulativa y tiende a la densidad. Por ello, con cada entrega, obliga a quienes se acerquen a una de sus obras a recordar toda su producción anterior. Aunque su desconocimiento no es obstáculo para el disfrute literario, Aire de mar en Gador, Huellasdel actor en peligro y Fin del viento ayudan a una comprensión más profunda de su última novela, Viajes de niebla, dotada de un cordón umbilical común y de aspectos ya conocidos en su atmósfera, temas y capacidad fabuladora.

De los tres caracteres que constituyen el centro de Viajes de niebla, destacan en particular el conde anarquista y la joven Camila, narradora-protagonista e hilvanadora de las historias que, corriendo paralelas por lo general, dan cuerpo a la novela.

El lector se ve continuamente agitado. Desde la ilusión vivida por los protagonistas, pasando por el intermedio que la pasión, hasta la tierra de nadie que es el desencuentro entre ellos. Si el lector entra y participa en estas tramas vivenciales, apenas podrá escapar a un inevitable viaje. Tendrá que acompañar a los personajes, no sólo en sus desplazamientos físicos, sino sobre todo en su viaje interior, y a través de él, se verá obligado también a observar los cambios de corte ideológico o cultural que se producen en el espacio y tiempo habitado y transitado por tales personajes. Viajes de niebla avanza, por tanto, por dos espacios paralelos y complementarios: uno, el íntimo y personal –visto siempre desde la perspectiva de Camila, eje y centro de todo-y otro, el ámbito sociocultural donde se mueven y cambian los protagonistas.

Quizá, de todo lo anterior, lo que más resalta en la novela sea la transformación que experimenta y encarna Camila, quien, partiendo de una configuración tradicional del ámbito femenino (formas de comportamiento y reglas del saber estar, elegancia, disponibilidad para el amor, procreación…), evoluciona hasta asumir su condición como persona. Y ello al compás de la evocación de unas circunstancias históricas –en particular españolas– que abarcan gran parte del siglo XX y de unas visiones de ambientes muy diversos, a veces sin concretar pese a su plasticidad, pero a la postre, reconocibles y creíbles: el Madrid pueblerino de la noche y de apariencia aristocrática por el día, la bohemia y el exotismo de un París vital y denso, o la pluralidad de América, desde el altiplano a la selva.

La validez de las historias atrapadas en Viajes de niebla se complementa con una bien trazada acomodación literaria. Es decir, que si Sorela difumina los ambientes, las situaciones y hasta los personajes, también desdibuja los géneros con los que se expresa, consciente de la casi nula diferenciación que hoy se hace entre las esencias de dichos géneros. Cartas, poesías, columnas periodísticas, notas a pie de página, parodias de todo tipo, diálogos, confesiones íntimas, narración y hasta teatro, sirven para mostrar, de forma expresiva, la multiplicidad, ambigüedad y falta de contorno que nos rodea. Parece que con ellos se pretende aferrar la suma de perspectivas que la parcialidad triunfante niega. Una novela densa, llena de historias, que ofrece un mundo propio a la lectura pausada, que presenta incluso alguna dificultad para el lector de distancias cortas y, quizá por ello, una novela que, como las entregas anteriores del autor, parece estar pasando inadvertida.

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Ficha técnica

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