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Política y moral: lecciones de Maquiavelo

LA REPÚBLICA DE MAQUIAVELO

Rafael del Águila, Sandra Chaparro

Tecnos, Madrid

288 pp.

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Que Maquiavelo es uno de los grandes maestros de la teoría política es algo de lo que no cabe duda: a lo largo de siglos ha fascinado, admirado y escandalizado a generaciones de lectores, y tanto a teó­ricos como a políticos. Es también evidente la complejidad de su pensamiento, abierto a muy diversas y encontradas interpretaciones (es, por cierto, un mérito de los autores de este libro, que revela la solidez de su estudio sobre el pensador florentino, hacerse cargo de las más destacadas e integrarlas en lo posible en su propia propuesta de lectura). La imagen «maquiavélica» de Maquiavelo que acuñó el antimaquiavelismo de la Contrarreforma –el cual reduce la teoría maquiaveliana a la tesis de que el fin (político) justifica los medios, por despiadados y arteros que éstos sean– no resiste una lectura atenta, completa y contextualizada de los escritos del autor de El Príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.

Pero si una buena lectura de Maquiavelo nos muestra una figura compleja, lejos de la caricatura, es preciso reconocer, sin embargo, que Maquiavelo inquieta. Nos interesa y nos fascina por su capacidad de penetrar en la entraña complicada y polémica de las relaciones políticas, y a la vez nos perturba, porque su enfoque contradice la concepción normativa, racional y pacífica de la política que propone buena parte de la teo­ría política contemporánea. El teórico renacentista nos hace ver que la política arraiga en un espacio no de consenso sino de conflicto, y que sus actores son sujetos pasionales, movidos a menudo por la ambición, el temor o la crueldad. La política tiene que ver con el bien público –con la república–, como había sostenido la tradición del humanismo cívico florentino, pero también (y sobre todo) con la lucha por el poder y, por tanto, con sus condiciones e instrumentos, a menudo apartados de la moral tradicional o convencional.

Y, por ello, si Maquiavelo es un clásico entre los pensadores de la política, es una referencia indispensable al tratar de las tensas relaciones entre política y moral. Y creo que, en fin de cuentas, el propósito que orienta este libro es mover a la reflexión sobre este problema a través de los conceptos maquiavelianos. Una tarea que Rafael del Águila había emprendido ya en otros trabajos anteriores: recuérdense, entre otros, sus ensayos La senda del mal (2000) y Sócrates furioso (2004). No en vano La república de Maquiavelo se cierra con un último capítulo titulado «Maquiavelo… entre nosotros: ética, política y tragedia». Cómo atender a la realidad de la política sin perder de vista el marco normativo de la justicia y el derecho: tal es el problema que seguimos teniendo que afrontar, tanto o más hoy que en los días del canciller de la república de Florencia.

Por otra parte, Maquiavelo no es un pensador sistemático; es preciso reconstruir su teoría política a través de escritos de diferente registro e intención. Seguramente por eso, Chaparro y Del Águila optan por exponer el pensamiento de este agudo maestro de príncipes a través de diversas figuras del sujeto político que aparecen en sus obras: señaladamente, las del príncipe nuevo (capítulo III), ejemplificado en el personaje de César Borgia (capítulo IV), el fundador (capítulo V) y el ciudadano republicano (ca­pí­tu­lo X). Quizá son éstos los mejores capítulos del libro: con ayuda de los textos, vemos la teoría política de Maquiavelo encarnada en estos modelos del actor político. No por ello debemos minusvalorar el cuidadoso análisis que en el libro se hace de conceptos tan centrales en el pensamiento maquiaveliano como la virtù o fortuna.
Ahora bien, y pese a lo que puede sugerir el título del libro, su propósito central no es describir la república florentina del tiempo de Maquiavelo; ni siquiera se trata, creo, de interpretar la teo­ría política de Maquiavelo como respuesta a su particular contexto, como vienen haciendo los estudiosos neorrepublicanos de este pensador (Skinner, Viroli). No es pasado por alto, pero no estamos ante una lectura contextualista del escritor y diplomático republicano. Dicho de otro modo, si bien este trabajo tiene en cuenta el trasfondo histórico de las instituciones y circunstancias de la república de Florencia, creo que en él importa sobre todo Maquiavelo como exponente de un modo de entender la política y particularmente, como se ha advertido, de la relación entre política y moral. A la postre, todas las figuras maquiavelianas del sujeto político descritas desembocan en la tensión entre política y moral.

Creo que la lección de Maquiavelo, tal como lo entienden Chaparro y Del Águila, es que no podemos ahorrarnos esta tensión. Ni el pensamiento impecable que entiende la política como mera aplicación de los principios morales, ni el pensamiento implacable que en nombre de los fines más elevados justifica cualquier acción, pueden disolverla. No cabe una limpia y simple relación entre principios morales y medidas políticas, ni una política desprendida de consideraciones morales. Si acaso, vienen a decir los autores, una moral republicana puede sujetar la acción política a las condiciones de la libertad de los ciudadanos y de la formación deliberativa de sus normas y decisiones. Esto no resta problematismo a la política, pero la vincula a la libertad y al interés común. 

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Ficha técnica

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