
¡Marx, Mao, Marcuse!
En el libro de conversaciones entre Chantal Mouffe e Íñigo Errejón, Construir pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia, la profesora belga de Teoría Política realiza una interesante radiografía del universo de movimientos sociales e izquierdas de distinto color que había legado al mundo Mayo del 68. De un lado estaban los nuevos movimientos ecologistas, feministas, pacifistas, las luchas antirracistas o contra la discriminación sexual, etc., cuyo proyecto político no encajaba con la lógica de la lucha de clases. O, al menos, la interpretación plena de su contenido emancipador no podía ser satisfecho desde el determinismo de clase. Del otro lado, los movimientos obreros clásicos cuyo fundamento marxista les mantenía anclados en una suerte de esencialismo de clase, en virtud del cual «las identidades políticas dependen de la posición del agente social en las relaciones de producción, que son las que determinan tu conciencia» (pp. 9-10).