Cornwell, Jack el Destripador
Vivimos en un mundo lleno de hechos sangrientos y monstruosidades. Y debemos reconocer que estudiamos con placer ciertos «casos» de la historia criminal hoy esclarecidos como si se tratara de novelas de crimen, quizá porque, frente al espanto opaco del exterminio masivo en guerras y dictaduras, poseen un horror delimitado y comparativamente pequeño –quizá porque afianzan la ilusión de que todo espanto se puede combatir con los medios de la razón detectivesca–. El concepto de «caso» en el que coinciden la medicina y la ley tiene en sí mismo algo tranquilizador. Establece un contorno incuestionable: en cada caso lo horrible, la transgresión criminal, están claramente delimitados, tienen un comienzo y un final, y tienen una explicación –o al menos han