La toponimia no es un juego
Alberto Porlan ha publicado un libro de pretencioso título –Los nombres de Europa–, concebido como un juego, que él mismo delata en la cita preliminar de Billy Wilder: «He descubierto un juego nuevo. Éstas son las reglas…». Pues bien, las reglas de ese juego son bien sencillas: consisten simplemente en reunir los topónimos de cualquier país, independientemente de sus características lingüísticas, que ofrezcan entre sí alguna semejanza casual, por débil que ésta sea. Algunos ejemplos: Zaragoza y Ebro en España Saragosse y Yévre en Francia; la serie de Asturias (España) y el Vaud (Suiza): Lozana, Lausanne; Libardón, Yverdon; Sevares,Siviriez; Arnicios, Arnex; Pendás, Penthaz; Zardón, Chardonne; Bobia, Vevey; Ercina, Orzens; Melendreras, Mollendroz; Bulnes, Baulmes; San Román, Romont; Cabranes, Chavornay;la serie La