
Mark Lilla en el laberinto de la identidad
En America, America, estrenada en 1963, Elia Kazan quiso llevar a la pantalla la historia de sus orígenes: una familia armenia asentada en Estambul que termina por emigrar a Estados Unidos en 1913, a tiempo para evitar el colapso del imperio otomano y el genocidio perpetrado contra los armenios de Anatolia. Tras incontables peripecias, el joven Stavros acaba bajo examen en la isla de Ellis, donde presentará los papeles de un amigo que, enfermo de tuberculosis, se ha tirado al mar la noche antes. Hemos visto la escena en muchas ocasiones: la policía de fronteras no se complica la vida y americaniza jovialmente el nombre del recién llegado. En este caso, «Hohannes» pasa a ser «Joe Arness», igual que ?con menos inventiva? Elias Kazantzoglou pasó a ser Elia Kazan. Pero a ninguno de ellos debía de importarle eso demasiado, a la vista de la felicidad con que Stavros recibe los documentos que lo acreditan como inmigrante legal y, por tanto, potencial ciudadano estadounidense. Ante todo, ciudadano estadounidense; además de armenio o griego o italiano. Así era, o así nos lo han contado.