El último refugio
Gustav Mahler es un compositor de extremos. A un lado, sus sinfonías: descomunales, extravagantes, discursivas; a otro, sus canciones: concisas, tersas, esenciales. Entre medias, prácticamente nada. Y cuando, al final de su vida, consiguió por fin tender un puente entre ambos mundos, aparentemente tan disímiles, logró la que es probablemente su mejor obra, Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra).