William Fulbright: la arrogancia del poder

Querido Sapientísimo,

Al final de nuestra entrada de la semana pasada me preguntas, ¿cuánto piensas tú, incomparable gemelo, que el gobierno cree en la PSC? Antes que nada, muchas gracias por el inmerecido calificativo con que me adornas. En cuanto a lo que quieres que mi pensamiento cuantifique, y como me leo nuestras entradas con mucho interés, sé que lo de PSC se refiere a la previsión social complementaria. Ya puestos a pensar, te diré que el quantum no lo sé en términos absolutos, pero sí en relativos –cosa que te explico en el siguiente párrafo. Y concluiré parafraseando una vez más el dicho de nuestra tierra sobre el «pueblo de las tres mentiras»: hoy, la PSC ni es previsión, ni es social, ni es complementaria; pero mañana podría serlo.

Lo relativo consiste en comparar la tasa de participación o de patrimonio de los planes de empleo en el promedio de España con las correspondientes tasas en la comunidad autónoma vasca, en que estas tasas son las más altasEn la comunidad autónoma vasca, los planes de empleo se denominan Entidades de Previsión Social Voluntaria (EPSV) y tienen el apoyo sólido de los agentes sociales. Las cifras que damos, así como un resumen de la historia de las EPSV, se pueden encontrar en: https://www.ub.edu/private-pensions/2021/06/21/el-debate-sobre-el-modelo-vasco-de-prevision-complementaria-saca-a-la-luz-las-diferencias-entre-los-diferentes-modelos-autonomicos/. Así, para 2019, justo antes de la pandemia, el 8,55% de la población activa española participaba en planes de empleo mientras que un 45,39% lo hacía en Euskadi, es decir unas 5,3 veces más. Si utilizamos el patrimonio acumulado, pues tres cuartos de lo mismo: también para 2019, el patrimonio de los planes de pensiones de empleo representa el 2,87% del PIB español mientras que en Euskadi el patrimonio de las EPVS de empleo representa el 18,52 del PIB vasco, es decir unas 6,5 veces más. Vamos, que en lugar de decir «tres cuartos de lo mismo» debiera yo haber dicho «cinco cuartos de lo mismo».

Mi respuesta, por lo tanto y aunque te escandalices, y no solo en referencia a cuánto cree el «gobierno» en la PSC, sino a cuánto creen los agentes sociales, es decir, empleadores, empleados, sindicatos y gobierno en el conjunto de España es que unas seis veces menos de lo que sus homólogos en Euskadi creen. ¡SEIS VECES MENOS! Y como en UBS somos optimistas por naturaleza, pensamos que las cosas se pueden hacer MIL veces mejor. Este tema merece una entrada aparte, aunque no hoy. De momento espero, admirado gemelo y respetados lectores, que queden satisfechos con la cuantificación que ofrecemos, de forma que podamos desarrollar el tema que hoy nos ocupa.

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En nuestra entrada de hoy, que será con la que les desearemos a nuestros amables lectores un estupendo, vacunado y precavido verano, vamos a seguir con aire de paradoja, si es que podemos utilizar este recurso tan unamuniano, aunque en un contexto diferente al que lo hemos hecho en las dos semanas anteriores. En lugar de buenas ideas que tienen mala implementación, hoy hablaremos de algunos logros históricos tras los que encontramos personajes complicados y contradictorios con el tenor de los logros en que dichos personajes desempeñaron papeles de protagonistas. Para no complicarnos la vida (la historia está llena de ellos), vamos a seleccionar uno de tales logros en pos de una mejor sociedad, solo uno, que adornaremos con breves pinceladas sobre otros pocos similares a él. El personaje del que hablamos es James William Fulbright (abril de1905 – febrero de1995), senador estadounidense entre 1945 y 1974.

El senador Fulbright nació en Illinois, pero creció en Arkansas, un estado sureño muy lejos de los centros de poder. Se educó en Arkansas, en Oxford (gracias a una beca Rhodes), donde desarrolló su interés por las relaciones y la cooperación internacionales, y obtuvo el diploma de abogado en la universidad de George Washington en 1934. Con 35 años fue nombrado presidente de la universidad (pública) de Arkansas en 1939, el presidente de universidad más joven en su tiempo, y destituido por el gobernador del estado en 1941 en represalia por el apoyo que la madre de Fulbright había ofrecido a un rival del gobernador en las elecciones primarias del partido demócrata de 1940.

La destitución de Fulbright fue, junto a su amplia visión sobre la cooperación internacional, uno de los factores que influyeron en su decisión de dedicarse a la política. Fue elegido miembro de la Cámara de Representantes (House of Representatives) en el Congreso americano en la legislatura de enero de 1943 a enero de 1945 (las legislaturas en la Cámara de Representantes duran dos años; las del Senado, seis) y senador entre enero de 1945 y diciembre de 1974, en que dimitió en protesta por la conducta de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Como senador, fue presidente del Comité de Relaciones Internacionales, uno de los comités senatoriales más influyentes, entre 1959 y 1974. La presidencia de Fulbright de este importante comité del Senado americano ha sido la más larga y, dado el periodo histórico que cubrió, una de las más importantes.

Cuando William Fulbright comenzaba su carrera en el Senado, la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de acabar y los Estados Unidos eran ya, de hecho, el país más poderoso e influyente del mundo. Al margen, pero no desconectada, de la indiscutible preeminencia económica y militar de los Estados Unidos, se estaba formando durante aquellos años una generación de diplomáticos, militares y estadistas que incorporaban el optimismo y la energía de un país joven y dinámico. Una generación de servidores públicos con ideas muy diferentes de las que habían llevado a la vieja Europa a su casi total destrucción. Una generación de un país joven, pero cuyos miembros tenían raíces profundas en el conocimiento y las humanidades que desde miles de años han venido beneficiando a la humanidad. Esta fue la generación de George Marshall y de George F. Kennan. Y fue la generación de J. William Fulbright.

J. William Fulbright

¿Y cuál fue el logro histórico del que el senador Fulbright fue protagonista? Hay más de uno y destacaremos dos antes de profundizar en la impronta paradójica que queremos dar a esta entrada. El primero es el programa de becas de intercambio académico internacional que lleva el nombre de William Fulbright. Este programa es el más conocido y el más prestigioso de cuantos existen en el área de la cooperación internacional, aunque no es el más antiguo. El mismo Fulbright obtuvo una beca Rhodes, cuyo programa fue establecido por el magnate minero Cecil J. Rhodes en 1903 y también hoy un programa de mucho prestigio (el presidente Bill Clinton es un Rhodes Scholar), pero precede en 42 años al programa Erasmus de la Unión Europea, centrado este último en el intercambio de estudiantes de licenciatura. Hoy son más de 400 mil individuos los que se han beneficiado de una beca Fulbright en 160 países además de los Estados Unidos. Entre estos cientos de miles de individuos se encuentran 60 premios Nobel, 75 Fellows de la Fundación MacArthur, 88 ganadores de los premios Pulitzer y 39 jefes de estado o de gobiernoVéase: https://eca.state.gov/fulbright/about-fulbright/history/j-william-fulbright.. Una muestra, aunque sea modesta, de la creatividad con que se implementaron ideas como el programa Fulbright es la forma en que se financió en sus comienzos, disponiendo de activos militares y de soporte americanos llevados a Europa durante la Segunda Guerra Mundial que hubiera sido muy costoso repatriar, caso de haber en encontrado un mercado para venderlos una vez repatriados.

El senador Fulbright, resumió de esta forma el objetivo de su programa: «La misión del Programa es la de aportar un poco más de conocimiento, un poco más de raciocinio y un poco más de compasión a los asuntos internacionales, para que aumenten las oportunidades de que las naciones aprendan por fin a vivir en paz y con amistad»Véase: https://eca.state.gov/fulbright/about-fulbright/history/j-william-fulbright/j-william-fulbright-quotes.

Además de su visión acerca de la cooperación internacional y como presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado, William Fulbright estableció una serie de sesiones del Comité, entre 1966 y 1971, con el objetivo de exigir cuentas a los gobiernos de Lyndon B. Johnson y de Richard Nixon sobre el origen, el coste y las consecuencias de la Guerra del Vietnam, en momentos en que la guerra se convertía en una crisis nacional. En una de dichas sesiones, John Kerry, el futuro senador, con 27 años y representando a veteranos opuestos a la guerra, preguntó al gobierno y al país: «¿Cómo le pedís a un hombre que sea el último en morir por un error?»La considerable influencia que las sesiones del Comité de Relaciones Exteriores presidido por William Fulbright tuvo en el cambio en la opinión pública americana en contra de la Guerra del Vietnam se destaca en: https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-06-18/fulbright-paradox. En este artículo se elabora en detalle la complicada personalidad del senador Fulbright en la que se mezclan su progresista visión de cooperación internacional y de control de un poder ejecutivo que miente a sus ciudadanos con sus opiniones y reacciones racistas en unos años fundamentales para la expansión de los derechos civiles en los Estados Unidos. Las Comisión del Senador Fulbright en oposición a la Guerra del Vietnam hicieron que la popularidad del presidente Johnson, que años antes había conseguido importantísimos avances en legislación de derechos civiles, se desplomara del 63% al 47% en el primer mes en que se celebraron sus sesiones. Cuando Richard Nixon comenzó su presidencia en enero de 1969, el senador Fulbright se había convertido en un activista contra la guerra. Un reciente artículo avanza la idea de que si los activistas y la contracultura americana de los últimos años 60 dominaban las calles, el Senador Fulbright estaba desarrollando, de forma que no se había visto hasta entonces y no se vería hasta hoy, el papel que la Constitución americana otorgaba al Senado: la de exigir responsabilidades al ejecutivo, incluso cuando ambos poderes estaban en manos del mismo partidoVéase: https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-06-18/fulbright-paradox. La magnitud de los logros del senador Fulbright no se puede minimizar fácilmente.

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Y sin embargo, hoy ya no es posible ignorar las sombras que existen entre las más admirables acciones de personajes decisivos en la historia. En el año en que comenzaron las sesiones del Comité de Relaciones Exteriores sobre la Guerra del Vietnam, 1966, el senador Fulbright publicó un libro muy influyente, The Arrogance of Power (La arrogancia del poder, del que se llegaron a vender cuatrocientas mil copias), en el que criticó duramente la política exterior americana, especialmente sobre la justificación de la Guerra del Vietnam y el fracaso del Congreso en poner freno a los excesos del poder ejecutivo. El título de este libro es, paradójicamente, el que podemos utilizar para referirnos a las actitudes del senador Fulbright con respecto a la segregación racial y las luchas por los derechos civiles que, junto a la Guerra del Vietnam, estaban convulsionando a los Estados Unidos como pocas veces en su historiaEl resto de esta entrada resumimos algunos de los argumentos expuestos en el excelente artículo de Charles King, The Fulbright Paradox, Foreign Affairs, July/August 2021, pages 92-106, accesible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-06-18/fulbright-paradox.

En pocas palabras, William Fulbright era un racista. En mayo de 1954, la Corte Suprema de los Estados Unidos, por unanimidad, declaró ser inconstitucional la segregación en las escuelas en su histórica decisión en el caso Brown v. Board of Education. En 1956, junto con cien senadores y representantes de los estados del sur, Fulbright firmó una Declaración de Principios Constitucionales (conocido como el Manifiesto Sureño) oponiéndose a la injerencia del gobierno federal en los asuntos de los estados. Tal jeringonza legalista se traducía, en los estados del sur, simplemente como apoyo a la segregación en las escuelas y mantenimiento de las innumerables formas de suprimir el voto de los ciudadanos negros. Años más tarde, en 1980, el senador Fulbright justificaría sus opiniones en asuntos domésticos como necesarias para seguir siendo elegido senador en un estado del sur como Arkansas. El récord histórico es, sin embargo, claro y no solo en el caso del senador Fulbright.

Las opiniones rabiosamente racistas del presidente Woodrow Wilson y sus afinidades con el Ku Klux Klan contrastan con su liderazgo en pos de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial. El imperialismo exacerbado de Winston Churchill (o el del creador del programa Rhodes) y su desprecio por los habitantes de la India, la joya en la corona del imperio, contrastan con su liderazgo y determinación frente a la amenaza naziUn artículo reciente en el diario británico The Guardian, comenta el imperialismo de Winston Churchill y su significado histórico: Why can't Britain handle the truth about Winston Churchill? | Priyamvada Gopal | The Guardian. No hace falta estar de acuerdo con las manifestaciones iconoclastas cada día más frecuentes en las calles europeas y estadounidenses, en que estatuas de todo tipo son derrumbadas y pintarrajeadas, para entender que la historiografía más rigurosa del presente se beneficia necesariamente de una comprensión lo más completa posible de la personalidad y las motivaciones de personajes decisivos en la historia todavía reciente.

Pero, entonces, ¿cómo se resuelven, en la historiografía que hoy se escribe y en la discusión política del presente, las luces y sombras de tan decisivos personajes históricos? Cada día es más frecuente leer que la esclavitud que llegó a las colonias americanas de Inglaterra en 1619 es el pecado original de la república que nació en 1776La idea de la esclavitud como pecado o lacra original de la republica americana no es nueva. Alexis de Toqueville la menciona en su clásico ensayo publicado en 1835, La Democracia en América (agradecemos a Álvaro Delgado Gal esta referencia a de Toqueville). El abolicionista negro Frederick Douglass, que escapó de la esclavitud huyendo a Nueva York en 1838, denunció la hipocresía de la sociedad americana, en uno de sus más elocuentes discursos, pronunciado en 1852, por traicionar los principios de la Declaración de Independencia manteniendo la esclavitud con la que había nacido: https://en.wikipedia.org/wiki/What_to_the_Slave_Is_the_Fourth_of_July%3F. Una excelente y reciente historia de los Estados Unidos en que se analizan estos temas es These Truths: A History of the United States, de Jill Lepore, reseñado en https://www.nytimes.com/2018/09/14/books/review/jill-lepore-these-truths.html. Creemos que una posible forma de resolver las paradojas que la coexistencia de luces y sombras plantean a la mente y a las valoraciones del presente, en referencia a personajes históricos de indudable y positivo impacto, es concluir como lo hace Charles King en el artículo sobre el senador Fulbright que venimos comentando: «Estuvo de acuerdo con injusticias odiosas y no obstante fue un líder en áreas que requerían valor político y moral. Sus fallos fueron los de su país y, especialmente, los de su región. Y sus triunfos fueron exclusivamente suyos».