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Las distintas coordenadas del islamismo

Entre la sharía y la yihad. Una historia intelectual del islamismo

Luz Gómez

Madrid, Los Libros de la Catarata, 2018

336 pp. 19,50 €

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El fundador de la organización de los Hermanos Musulmanes, el egipcio al-Hasan al-Banna (1906-1949), afirmaba en uno de sus escritos:

nosotros entendemos el islam […] de forma amplia e integradora, regulando todos los aspectos de la vida del hombre en este mundo y en el otro. No nos inventamos nada, ni forzamos la interpretación en función de nuestros presupuestos; al contrario, esta visión se basa exclusivamente en cómo entendemos el Libro de Dios y las vidas de los primeros musulmanes. Si el lector quiere comprender el mensaje de los Hermanos Musulmanes en un sentido más amplio que el de la simple palabra «islámico», tiene que desprenderse de prejuicios y subjetividades y coger el Corán: enseguida se dará cuenta de qué trata el Corán y allí encontrará el mensaje mismo de los Hermanos Musulmanes (p. 71, traducción de Luz Gómez).

El autor, la organización y el pasaje en cuestión son centrales para entender muchas de las cuestiones a que nos aproxima este libro, en el que Luz Gómez traza, en su complejidad, las distintas líneas que conforman el islamismo, así como las distintas interpretaciones que sobre él se han formulado.

Los Hermanos Musulmanes tuvieron amplia cobertura mediática tras la así llamada «primavera árabe» (2010-2013) cuando lograron formar gobierno en Egipto tras el derrocamiento de Hosni Mobarak en 2011 y tras la celebración de unas elecciones plenamente democráticas. Uno de sus miembros, Mohamed Morsi, fue elegido presidente en 2012. El golpe de Estado del general Abdulfatah al Sisi en 2013 lo llevó a la cárcel y a una condena a cadena perpetua. Los Hermanos Musulmanes tienen tras de sí una larga trayectoria de lucha política en la que sus miembros han sufrido encarcelamientos, asesinatos y condenas a muerte, y en la que algunos sectores no han sido ajenos al uso de la violencia, aunque ese no haya sido el núcleo central de su ideario político. El objetivo originario de los Hermanos Musulmanes fue la «reislamización» de las sociedades marcadas por el colonialismo europeo mediante una labor que podríamos calificar de misionera y que no se limitaba al campo de lo religioso, sino que buscaba también hacer frente a las necesidades de la sociedad. De ahí su creación de hospitales, escuelas y toda una red asistencial que les ha dado una importante base social allí donde han desarrollado sus actividades.

Su paso desde la labor de reislamización al islamismo –es decir, a una ideología para la acción política o, por recoger la definición más elaborada dada por Luz Gómez, «un proyecto ideológico cuya finalidad es la constitución de un modelo estatal propio a partir de la actualización de un componente legitimista de tipo religioso» (p. 31)– puede seguirse a través de la figura de otro de sus miembros, Sayyid Qutb (1906-1966), condenado a la horca por Gamal Abdel Nasser. Como muchos otros de los intelectuales y activistas retratados en este libro, Sayyid Qutb tenía una formación universitaria moderna: en su caso, en el campo de la crítica literaria; otros proceden del campo de las especialidades técnicas (Morsi es ingeniero) o de la medicina; al-Hasan al-Banna, por su parte, fue maestro de escuela. No nos hallamos, pues, ante figuras del islam tradicional o ajenas a la modernidad.

Pero, para todos ellos, los problemas de la modernidad tienen una solución: el islam. Un islam que no es el tradicional, aquel en el que han predominado el pluralismo de visiones, la ambigüedad en las significaciones, la multivalencia en las interpretaciones y el entrecruzamiento de los discursos, tal y como han puesto de manifiesto Khaled Abou El Fadl y Shahab Ahmed, entre otros. Es un islam entendido de una manera –en gran medida– unívoca, simplista y reductora, que se formula a partir de una negación selectiva de la experiencia histórica de la comunidad musulmana y a partir de una supuesta claridad y transparencia de la Escritura divina. De ahí esa invitación a coger el Corán y a leerlo con el convencimiento de que su lectura inevitablemente hará concluir a quien la realice que el mensaje que contiene es el mensaje que en él leen los Hermanos Musulmanes.

Islamistas e islamófobos coinciden en esta identificación entre la Revelación y la lectura que ellos hacen de la misma. Para los islamistas (ya sean moderados o violentos), lo que ellos creen, predican e imponen a los demás se corresponde con la ley divina, la sharía, aquella por la que deben regirse los hombres en esta vida para alcanzar la salvación en la otra. El islamófobo, o simplemente el que no conoce la historia y la larga y rica tradición intelectual del islam, arrollado por su discurso, saca las mismas conclusiones y se convence de que el islam equivale al islamismo. Por eso es importante este libro, que nos ofrece una contextualización del islamismo en sus coordenadas temporales, geográficas e intelectuales y revela que lo que los islamistas presentan como claro y transparente no es, en último término, sino la proyección de su búsqueda de una manera de digerir la modernidad que puedan sentir como propia, que quieren sentir como propia.

No es por ello un libro fácil, a pesar del esfuerzo por parte de su autora de hacer accesible a un público no especializado términos y conceptos de una tradición intelectual y religiosa a la que no estamos acostumbrados, esfuerzo también por no abrumar con demasiados nombres de personas y movimientos, por quitar la paja e ir al grano. Es un esfuerzo que hay que agradecer. Pero no es fácil, porque no es sólo la autora quien debe esforzarse, sino también el lector. La tentación de tirar la toalla ante tantas denominaciones ajenas que marean al no especialista o al no creyente (salafismo, islamismo, yihadismo, sharía) es grande. También lo es la tentación –en la que algunos han caído– de leer el Corán a la manera del pasaje arriba citado y concluir que su mensaje se corresponde con aquel que en Occidente se ha identificado tradicionalmente con la sharía: licitud de matar a los infieles, lapidación de los adúlteros, discriminación entre hombres y mujeres, entre libres y esclavos, entre musulmanes y no musulmanes. Esta identificación se vio confirmada para muchos por la actuación de ISIS en su autoproclamado Estado Islámico, aunque podía haberlo sido antes por el caso de Arabia Saudí, si bien todos sabemos de las reticencias en determinados sectores en Occidente a condenar a un país cuya alianza ven como necesaria e ineludible. Pero la violencia del Estado Islámico –no lo olvidemos– ha estado dirigida principalmente contra los musulmanes que no piensan como ellos. ¿Quién representa aquí al islam y quién tiene autoridad para decidir qué es la sharía?

La sharía ha sido interpretada por los juristas musulmanes premodernos como inclusiva también de todo aquello que el Estado Islámico ha querido imponer. Pero muchos de los juristas premodernos se habrían horrorizado al ver cómo los miembros de esa organización llevaban a la práctica interpretaciones que para muchos de ellos habrían sido erróneas o debían quedarse en el ámbito de lo teórico. Por ejemplo: a lo largo de la historia hay muy escasa evidencia de casos de lapidación, ya que el procedimiento legal necesario para probar fornicación o adulterio era tan complicado que resultaba prácticamente imposible; los musulmanes de a pie han sido históricamente poco «yihadistas», entre otras razones porque los gobernantes no tenían el menor interés en que sus súbditos manejasen armas, no sea que fuesen a utilizarlas contra ellos, de ahí que el ideólogo del asesinato de Anwar el-Sadat tuviese que escribir un libro para recordar que el precepto del yihad existía y había, según él, que practicarlo; las mujeres eran discriminadas en las herencias, pero tenían derecho a tener propiedades y disponemos de fuentes jurídicas que nos muestran que ese derecho se defendía en los tribunales frente a quienes querían arrebatárselo; los judíos y los cristianos, aunque «ciudadanos de segunda clase», gozaban de derechos y de cobertura legal y, en general, parecen haberse sentido seguros en las sociedades islámicas en que vivían, contrariamente a lo que ocurría en el mundo cristiano (los casos de pogromos se cuentan con los dedos de la mano). Etcétera. La sociedad islámica premoderna no era ningún paraíso, pero tampoco ningún infierno, como algunos pregonan últimamente.

La sharía ha sido también inclusiva de muchas otras cosas: impuestos no abusivos, derecho a una justicia imparcial, límites al poder absoluto. Y porque el hombre sólo puede aproximarse a esa ley divina a través de su esfuerzo de interpretación, que alguien se arrogue una lectura exclusiva y excluyente de la sharía es altamente debatible para los musulmanes. De todo esto y de más nos habla Luz Gómez, con conocimiento, mesura y buen tino, sin concesiones a reducir la complejidad ni a complicar lo que puede hacerse comprensible. Vale la pena hacer el esfuerzo de leer lo que tiene que contarnos.

Maribel Fierro es profesora de investigación en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC) y miembro del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo. Ha editado el segundo volumen, The Western Islamic World, Eleventh-Eighteenth Centuries, de The New Cambridge History of Islam (Cambridge, Cambridge University Press, 2010), y sus últimos libros son Abdarramán III y el califato omeya de Córdoba (San Sebastián, Nerea, 2011) y The Almohad Revolution. Politics and Religion in the Islamic West during the Twelfth-Thirteenth Centuries (Farnham, Ashgate, 2012). En 2014 recibió el Premio de Investigación Anneliese Maier de la Fundación Humboldt

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