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¿Seremos capaces de innovar?

Cuatro vientos en contra. El porvenir económico de España

Jordi Palafox

Barcelona, Pasado & Presente, 2017

320 pp. 22 €

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Pocas dudas pueden existir acerca de que el persistente paro es el gran problema de la economía española, con evidentes implicaciones económicas y con enormes costes sociales. El paro ha encabezado tozudamente la lista de preocupaciones de los españoles en los periódicos sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas; tan solo el terrorismo y la amenaza de ETA generaron una preocupación similar hasta que la banda terrorista declaró el alto el fuego. Su importancia no disminuye: mientras la media de la eurozona había recuperado en 2016 el nivel de empleo previo a la crisis, en España este era todavía un 11% inferior al de 2007. Y tenemos aún dos millones y medio más de parados que al inicio de la crisis, a pesar de la salida de inmigrantes. El continuado y elevado paro tiene muchas facetas, difícilmente reducibles a unas escuetas cifras: a) las limitaciones de nuestra estructura productiva para crear empleo y, muy especialmente, para crear empleo de calidad, de alto valor añadido, estable y con salarios adecuados a tal nivel de capacitación; b) la dificultad para incorporar de nuevo a los parados al mercado de trabajo y su consecuencia natural, a saber, un elevado paro de larga duración, reflejo a su vez de una inadecuada estructura de las políticas activas de empleo y un insuficiente desarrollo de los procesos de formación continua, especialmente de la formación en el puesto de trabajo; c) el reducido peso de las actividades de emprendimiento.

Estas deficiencias, con las que hemos convivido demasiado tiempo sin encontrar solución, pueden verse acentuados por las nuevas circunstancias externas:

1) El protagonismo de China en el contexto mundial: el crecimiento económico de China durante las últimas dos décadas ha reducido en ochocientos millones el número de pobres en el mundo. China sustituye a Estados Unidos como economía productiva dominante en términos de PIB agregado, aunque está lejos de ser la economía más rica en términos per cápita. Este proceso, consecuencia de la mayor apertura al comercio internacional en la tercera fase de globalización que comenzó en los años noventa, no es independiente de los cambios registrados en las instituciones económicas chinas, que parecen haber recibido un espaldarazo en el reciente congreso del Partido Comunista Chino del pasado mes de octubre. Sorprendentemente, sin atisbo de cambio en sus instituciones políticas, que no pierden oportunidad de reafirmar su ortodoxia comunista.

2) Simultáneamente, los notables progresos alcanzados en un conjunto de campos tecnológicos. La robótica, la inteligencia artificial, el aprendizaje automático (machine-learning), la nanotecnologia, la computación cuántica, la biotecnología, el Internet de las cosas, la realidad virtual, el desarrollo de nuevos materiales, la impresión 3D y los vehículos autónomos están alterando las estructuras productivas y las relaciones laborales. Los nuevos modos de producción van a requerir un empleo cualificado, y el continuado cambio en tecnología, en técnicas de computación y en materiales, van a demandar de los trabajadores capacidades que, además, es previsible que cambien frecuentemente.

3) La actual polarización del mundo económico entre China y Estados Unidos no hace sino anticipar la polarización que cabe esperar en el futuro entre quienes diseñan y crean las innovaciones tecnológicas que surgen con una velocidad nunca experimentada en episodios históricos anteriores de cambio técnico, y quienes fabrican los equipos apropiados para desarrollarlas y aplicarlas. Entre ellos queda un espacio para países que no están en condiciones de desempeñar ninguno de estos dos papeles y que deberán limitarse a actividades productivas de bajo valor añadido, con salarios, en consecuencia, más reducidos.

Lamentablemente, como sucede con otros temas de la mayor trascendencia, el debate público sobre las cuestiones relativas a la creación de empleo y, en definitiva, al nivel de bienestar al que podemos aspirar, es escaso en España y, generalmente, no de mucho nivel, especialmente porque una parte significativa de los medios de comunicación no parecen estar interesados en ceder espacio a los expertos para presentar sus ideas. De resultas, los ciudadanos quedamos con el convencimiento de que no está haciéndose lo suficiente para aminorar el problema, y surgen naturales dudas acerca del futuro que espera a un país tan duramente castigado por la crisis como el nuestro. Por eso el libro del profesor Jordi Palafox, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Valencia, debe ser muy bienvenido.

Partiendo de la actual relación de fuerzas entre las grandes áreas geográficas, y considerando los importantes cambios que previsiblemente pueden continuar produciéndose en las tecnologías productivas, el libro tiene por objeto analizar cómo estamos, y por qué estamos donde estamos. Palafox cree que los retos a que nos enfrentamos en el terreno de la economía son resultado de una pasiva adaptación a la nueva realidad mundial. España ha realizado un ajuste que resulta insuficiente y plagado de carencias por la actuación de sus gobiernos, pero también por las pautas de comportamiento seguidas por gran parte de sus ciudadanos. Todo esto nos ha llevado, en definitiva, a una mala posición competitiva. Hecha la diagnosis de la situación, Palafox se pregunta qué podemos hacer para mejorar nuestra situación colectiva. Para ello presta, lógicamente, atención a las dificultades existentes para crear un empleo de calidad que permita suficiente bienestar social. Pero considera, asimismo, cuestiones de mayor alcance: si, dadas nuestras capacidades, pero también nuestras limitaciones y deficiencias, España podrá recuperar el nivel de bienestar previo a la crisis, para luego continuar aumentándolo, o si, por el contrario, va a incorporarse definitivamente al grupo de países cuya actividad productiva se basa en competir mediante salarios bajos.

Al modo del libro de Robert J. Gordon, Palafox identifica cuatro grandes temas que dificultan el logro de un brillante porvenir, los vientos contrarios a los que hace referencia el título del libro, y estructura la obra alrededor de su tratamiento. Dos de ellos se refieren al proceso de globalización que comenzó en la última parte del pasado siglo para configurar un nuevo entorno económico, caracterizado por la competitividad de China y por la consolidación de un mercado mundial asentado sobre cadenas de valor globales por parte de multinacionales que segmentan la producción entre distintos países. Los otros dos temas se refieren a aspectos que limitan nuestras posibilidades de progreso y en los que, por tanto, deberíamos mejorar significativamente: las insuficiencias de formación de la población activa española para enfrentarse a la nueva situación, y la deficiente calidad de las instituciones económicas españolas, que lastran la eficiencia productiva y la creación de empleos de alto valor añadido.

Es evidente que las dificultades de nuestra sociedad para ofrecer un próspero futuro a sus ciudadanos, presentes desde hace décadas, se muestran ahora, en el proceso de salida de la Gran Recesión, en un contexto de cambios profundos que están alterando el modo en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos con los demás. La confluencia de eventos es impresionante y enmarcar el análisis de nuestros problemas en este contexto nuevo y en continua evolución es, sin duda, un acierto por parte del autor.

El libro se inicia con un capitulo que describe las dificultades que España ha tenido tradicionalmente para competir en el contexto internacional, y finaliza con un capítulo en el que describe escenarios futuros para la economía española. Los sucesivos capítulos analizan los cambios traídos por los cuatro vientos mencionados y algunas de sus consecuencias, como el incremento que se ha producido en desigualdad en las últimas décadas, tanto en España como a nivel global. Constituye un notable mérito de Palafox haber sabido recoger temas tan variados y complejos en un mismo volumen. La bibliografía es amplia y actualizada, y complementa muy bien el tratamiento de cada capítulo, permitiendo, por tanto, profundizar en cada una de las cuestiones consideradas. Además, el libro está elaborado de tal modo que los capítulos puedan ser leídos por separado, lo cual le añade atractivo como obra de referencia.

La elección de focos temáticos (los cuatro vientos contrarios) por parte de Palafox aporta una estructura a los numerosos temas considerados. Es, sin duda, una opción atrevida, como necesariamente lo es cualquier intento de reducir a cuatro las causas de las dificultades a que nos enfrentamos para alcanzar el deseado progreso económico y social. Es casi natural que el lector pueda pensar que otros vientos distintos tienen tanta fortaleza como los seleccionados: el libro trata muchas cuestiones y omite intencionadamente otras, y son muchas las relaciones causales entre todas ellas, lo que hace que resulte difícil identificar por separado causas y efectos, así como evaluar la importancia relativa de cada uno. Pero imagino que Palafox se sentirá feliz si crea este cuestionamiento en sus lectores.

La lectura del libro también sugiere que algunos temas cruciales y, en algunos casos, urgentes, no han recibido en España la necesaria atención. Uno de ellos es el profundo cambio tecnológico en que estamos inmersos, su previsible continuidad, su impacto sobre la demanda de empleo y la necesaria adaptación del sistema educativo, todo ello mencionado en el libro aludiendo a las referencias relevantes. Este asunto, que puede dejar obsoleto nuestro ya insuficientemente adaptado sistema educativo, podría incluso haber sido considerado uno de los vientos en contra. Si no es ya una de nuestras principales carencias, puede serlo muy pronto, y es, en todo caso, un elemento objetivo que debería estar suscitando ya reflexiones sobre la adaptación que debe experimentar nuestro sistema educativo si queremos equilibrar la oferta educativa con las demandas del mercado de trabajo. Los trabajos empíricos existentes, como los de David H. Autor y Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, estiman que un alto porcentaje de las tareas desempeñadas en los actuales trabajos podrían ser realizadas más eficazmente por robots. También apuntan a la complementariedad entre trabajadores humanos y máquinas, y es en este aspecto donde deberían centrarse los sistemas de formación en el futuro. Puesto que las tareas más fácilmente automatizables están asociadas a salarios intermedios y a puestos de trabajo con formación media, puede producirse una creciente polarización del mercado de trabajo en capacidades altas y bajas que podría también manifestarse en términos salariales, contribuyendo a elevar el nivel de desigualdad en cada país. Además, el grado de automatización de tareas será distinto en países con diferente grado de desarrollo, lo que será causa adicional de mayor desigualdad global. Un asunto, sin duda, de la mayor trascendencia.

Otro tema necesitado de atención son las políticas activas de empleo, que se han mostrado ineficaces para incorporar nuevamente a los parados al mercado de trabajo. La parte referida al aprendizaje de capacidades asociadas a las nuevas tecnologías va ser esencial en el futuro, pero se trata de una formación que no debe reposar en exclusiva en el sistema educativo; por el contrario, el papel de las empresas mediante la formación en el puesto de trabajo ha de ser fundamental. Palafox enfatiza también un aspecto relacionado con éste, pero frecuentemente olvidado: las carencias formativas de quienes toman las decisiones organizativas y estratégicas, que es inferior a la de los empresarios de los países con que nos comparamos. Los dos rigurosos trabajos de Emilio Huerta y Vicente Salas que se mencionan en el libro sugieren que orientar en mayor medida la educación formal a la adquisición de las habilidades prácticas que requiere la gestión empresarial, y una mayor confianza en las relaciones entre empresarios-directivos y trabajadores motivaría a las empresas a invertir más en tecnología, mejorando así la productividad. En este aspecto, podríamos avanzar mucho más de lo que lo hemos hecho hasta ahora.

Tratándose de un libro de economía, Palafox ha optado por omitir un tratamiento detallado de la crisis política e institucional, cuyas consecuencias se vieron agravadas por la incapacidad de los dirigentes políticos para establecer acuerdos que pudieran tratar de resolver nuestros graves problemas. Esta omisión impide una mayor profundización en el análisis de las interrelaciones entre tres aspectos que condicionan la capacidad de crear empleo de calidad y progreso económico: capital humano, calidad institucional y productividad. Es evidente que el futuro de España debería pasar por incorporarse a los países innovadores, con actividades de alto valor añadido y elevada productividad. Pero ello requiere disponer de un capital humano de calidad, tanto en lo relativo a trabajadores como a empresarios, y unas buenas instituciones formales (leyes, mercados, órganos de gobierno) e informales (grado de cumplimiento de las normas, valores sociales) que faciliten un funcionamiento eficiente de la economía y estimulen la asunción del riesgo que comporta la inversión en innovación, en acumulación de conocimiento y en la mejora del capital humano. Tanto las insuficiencias apuntadas por Palafox en formación de la población activa y del empresariado como la negativa evolución de nuestra productividad, que evoluciona sistemáticamente muy por debajo de países comparables, pueden considerarse en parte consecuencia de una deficiente calidad institucional.

Este aspecto hace que el libro de Palafox resulta complementario del reciente trabajo de Carlos Sebastián, al cual se refiere en varios puntos, sin resultar por ello en absoluto reiterativo. Ambos ofrecen una panorámica general de nuestros condicionantes como sociedad, y aun siendo indiscutiblemente críticos con nuestra estructura social y económica, también ofrecen pautas concretas para lograr un cambio de condiciones que permita un porvenir más brillante. También hay diferencias notables entre ambos. Carlos Sebastián adopta el punto de vista de que es la deficiente calidad institucional la que condiciona un entorno poco propicio a la innovación y la acumulación de capital humano, influyendo negativamente de este modo sobre la productividad y sobre la creación de empleo y, especialmente, el empleo de calidad. Palafox dedica también el octavo capítulo de su libro a tratar nuestra deficiente calidad institucional, si bien no le concede un papel tan protagonista como Sebastián, quien, por otra parte, dispensa menos atención que Palafox a los condicionantes externos de nuestro entorno social y productivo.

Este tipo de reflexiones sobre la importancia relativa de cada aspecto abordado en el libro tiene un claro atractivo intelectual, y no hace sino reflejar el beneficio que se deriva de la lectura del mismo. En definitiva, Palafox hace reflexionar al lector sobre una variedad de temas muy relevantes, con la vista puesta en el futuro, a la vez que facilita el aprendizaje de los mismos. No creo que pueda pedirse más de un libro de estas características, cuya lectura recomiendo encarecidamente.

Alfonso Novales es profesor de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Es autor de Econometría (2ª ed., Madrid, McGraw-Hill, 1993), Estadística y econometría (Madrid, McGraw-Hill, 1996) y, con Carlos Sebastián, de Análisis macroeconómico (Madrid, Marcial Pons, 1999).

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Ficha técnica

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