Tiempo de subjetividad

Manuel Cruz nos presenta este texto como continuación, como desarrollo teórico de la problemática que se escondía en los trabajos que componían aquel otro colectivo que él mismo coordinó hace unos años: Individuo, Modernidad, Historia (Tecnos, Madrid, 1993). En efecto, aquella insistencia en el carácter fronterizo del discurso histórico con otros discursos de lo humano, y que ha venido vertebrando también muchas de sus últimas aportaciones –que siempre he seguido con el máximo interés–, parecía tender a plantear con mayor entidad la cuestión de la crisis del sujeto moderno. Pero, como el mismo Cruz intuye, lo que aquí se aborda es algo más que una mera prolongación. Parafraseando el título del escrito de Rafael Sánchez Ferlosio –que Antonio Valdecantos analiza con maestría en este colectivo–, la flecha que estaba en el arco, tenía que partir, y lo hace con un deje programático: es tiempo de subjetividad –histórica, contingente, problemática, crítica…– De ahí lo acertado en la estructura misma del libro, con una primera parte donde se presenta la genealogía de la categoría de sujeto desde diversos puntos de vista: sociológico (J. M. González), antropológico (N. Sánchez Durá), filosófico-práctico (G. Vilar), psicológico (A. Vicens) o metafísico (R. G. Cuartango), prefigurando y determinando un concepto de yo que cristaliza en los cinco adjetivos escogidos para componer la parte segunda: escindido (A. Aguilera), inevitable (J. L. Pardo), enunciado (C. Moya), imposible (S. López Petit) y construido (A. Valdecantos), y conduciendo críticamente al establecimiento de una dificultad que enuncia textualmente el último trabajo (F. Birulés). El entramado reticular de los artículos, cuya complejidad y calidad son dignas de un análisis más exhaustivo que el que este espacio me permite, conduce a una inevitable rampa de despegue, a un seguir profundizando –más allá de las ruinas de la memoria y la desesperanza– en esta cuestión crucial de nuestras preocupaciones teoréticoprácticas. Para poder despegar, hay que pagar un módico precio –como algunos de los autores de este volumen nos recuerdan–: ser audaces (Valdecantos), arriesgarse (Pardo), «pensar sin barandilla» (Birulés)… Una empresa que nos obliga a replantearnos otras nociones (como las de identidad o responsabilidad), y que confiamos continúe alumbrando muchos trabajos colectivos de este tenor.