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El crítico de los muchos oficios

Temas de arte. Selección de escritos periodísticos sobre pintura, escultura, arquitectura y música (1916-1954)

JOSÉ MORENO VILLA

Ed. de Humberto Huergo Cardoso Pre-Textos/Centro Cultural de la Generación del 27, Valencia

648 págs.

31,78 €

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En 1928, Gerardo Diego incluyó a Moreno Villa en la nómina del grupo del 27, pero creyó obligado apuntar que la poesía trasparecía sobre todo en «sus ensayos de pintor postcubista». El malagueño se prodigaba más como crítico de arte, dibujante y pintor que como poeta, y en Jacinta la Pelirroja (1929) dejó escrito, con ironía muy suya, que esperaba llegar a algo más que versificador: «Quisiera morir habiendo / sido poeta, carpintero, / pintor, filósofo, amante y torero». Murió exiliado, quizá sin ejercer tantos oficios. Al término de la dictadura, algunas exposiciones y reediciones reavivaron el interés del público peninsular por su pintura y sus ensayos críticos. Sus Poesías completas, en cambio, se hicieron esperar hasta 1998, cuando Juan Pérez de Ayala las preparó para la Residencia de Estudiantes y El Colegio de México, instituciones tan suyas, como primera entrega de una edición íntegra de sus escritos.

A la espera de ésta, Humberto Huergo ha reunido casi un centenar de artículos y conferencias sobre arte, repartidos, casi mitad por mitad, entre la etapa española y la del exilio mexicano. La obra crítica de Moreno Villa es seguramente más conocida en México que entre nosotros. Allá contribuyó a la definición de un discurso del arte nacional. Aquí, aunque antes de la guerra fue crítico apreciado, dirigió revistas, elaboró catálogos y participó con voz propia en el debate acerca de los nuevos caminos del arte, el franquismo oscureció luego su nombre y sus preocupaciones. Leer esos textos hoy equivale a reconsiderar los modos de conceptualizar la expresión artística de aquellos intelectuales españoles durante la primera mitad del siglo XX.

La muestra es generosa, aproximadamente una cuarta parte de su producción breve sobre el tema, y el editor la acompaña con una extensa «cronología y etopeya» (págs. 57-122), compuesta en esencia con extractos de sus escritos autobiográficos, una bibliografía de temas artísticos que pondera como la «más completa que existe», si bien admite que aún faltarán en ella algunas entradas, y un apartado de notas e índice onomástico generoso, que esclarece alusiones y referencias. Flanqueada con tales útiles de lectura y consulta, la recuperación de estos artículos constituye una obra en más de un sentido ejemplar.

Temas de arte acoge textos de Moreno Villa dedicados sobre todo a pintores y pintura, pero también a otras expresiones artísticas, lo mismo a clásicos que a modernos, al Arte con mayúsculas y a lo que no merece ese marchamo de costumbre. Escribe sobre Rubens o Rembrandt, El Greco o Goya, Picasso o Bores, Apel·les Fenosa o Chirico, Cocteau o Frida Kahlo, y también sobre la nueva arquitectura y la tradicional, sobre el cante o los jardines. Su asunto es tan variado como abierto, atento y cosmopolita fue su interés por las creaciones artísticas de su tiempo y de su tradición.

Sus textos traslucen, al correr del calendario, cambios de opinión rotundos en algunos asuntos capitales. En una introducción nutrida de informaciones y que propone una lectura sagaz de sus ideas, Huergo analiza las dos posturas contrapuestas de Moreno Villa acerca de la vanguardia. Si comenzó por considerar un impostor a su paisano Picasso, que ya iba camino de convertirse en un icono de la modernidad, pasó luego a estimar aquélla «la mayor aventura en la historia del arte» (pág. 32). La razón del cambio no le pertenece en exclusiva: como muchos de sus amigos poetas, aunque antes que casi todos, ya en 1925, percibió en la vanguardia algo distinto al entusiasmo bullanguero por lo moderno. Pero el editor muestra que esa nueva evaluación concordaba muy bien con su tendencia personal a la melancolía y el desasosiego. Cuando Moreno Villa entendió que la vanguardia podía muy bien expresarlos, reflejar a un tiempo su propensión a lo «quieto, seco e inorgánico» y a lo «irracional, monstruoso y hermético» (pág. 41), hizo suyas, defendió y difundió ideas vanguardistas, que dominaron sus textos hasta 1936, es decir, durante el período más fecundo e intenso de su reflexión estética.

Moreno Villa pensó el arte al tiempo que concebía dibujos y pinturas. Pensó el arte, pues, también en tanto que artista. Sus artículos, aunque publicados con frecuencia en diarios de amplia difusión, resultan por lo general reflexivos y sustanciosos. No le faltó casi nunca el conocimiento erudito o la lectura oportuna, aunque ocasionalmente los simuló, pero frecuentó también otras formas más impremeditadas e intuitivas de análisis, como las que nutren los que llamó «estudios superficiales», escritos, decía, a fuerza de «observación y buen humor» (pág. 357). Y prefirió, ante todo y sobre todo, la divulgación, la exposición clara y amena de las más rebuscadas ideaciones estéticas, la difusión de términos y nociones de andar por casa de artista u obra de arte, pensadas para el lector atento pero corriente.

Su lenguaje cuidado y preciso parece gobernado por aquella preocupación que él discernía en los artistas jóvenes de que «no se vea el drama y el oficio», sino tan solo «la conseguida solución, que por lo mismo ha de parecer fácil» (pág. 298). Moreno Villa usó en ellos de sus muchos oficios para esclarecer algunas de las penumbras del arte de su tiempo.

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Ficha técnica

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