
El dilema
El padre Bosco avanzaba por Algar de las Peñas con la sensación de ser el último habitante del pueblo. Las calles se hallaban vacías y no se escuchaba ningún ruido, salvo el sonido del viento, que gemía al doblar las esquinas o escalar por los tejados, provocando el temblor de las tejas. El viento era lo único que parecía vivo.