Salgo a comprar el periódico y por el camino me asaltan desde los escaparates los abrumadores reclamos de la medicina alternativa. Cinco supuestos centros médicos de dudosa clasificación, dos herbolarios e incluso dos farmacias me ofrecen terapias de nombres altisonantes: rejuvenecimiento facial o vulvo-vaginal, a elegir; intralipoterapia o mesoterapia; carboxiterapia por microinyección de anhídrido carbónico, que ?sorprendentemente? estimula la oxigenación, o la dieta detox, que elimina toxinas sin número y sin nombre. En los herbolarios publicitan distintos preparados de una misma marca para restablecer los «equilibrios»: la glucosa o los lípidos en sangre, la tensión arterial o el confort articular, y asombrosamente, el equilibrio nervioso, la concentración mental y la memoria. Algunos productos aparecen tanto en herbolarios como en farmacias. Buena parte del negocio y del espacio de estas últimas se nutren de ese nebuloso mundo donde la medicina se degrada y es sustituida por las especialidades pseudomedicinales, más de veinte mil, que se dispensan en un lucrativo limbo legal.