
Melancolía
El padre Bosco cada vez se acercaba más a menudo al barrio de Argüelles. Allí había pasado parte de su juventud, preparándose para ser sacerdote, y ahora que había superado los sesenta, experimentaba la necesidad de cuidar sus recuerdos.
literatura española
El padre Bosco cada vez se acercaba más a menudo al barrio de Argüelles. Allí había pasado parte de su juventud, preparándose para ser sacerdote, y ahora que había superado los sesenta, experimentaba la necesidad de cuidar sus recuerdos.
La nostalgia es una poderosa fuerza. Casi nadie se resigna a que el ayer se pierda del todo, especialmente cuando aparece la vejez y el futuro no cesa de encogerse. Quizás por eso el padre Bosco se acercó a su viejo barrio, aprovechando una visita a Madrid
Moisés llegó al pueblo en autobús. Aunque había cumplido noventa y tres años, bajó del vehículo sin ayuda y cargó con el equipaje sin signos de fatiga. Avanzó por el pueblo con una maleta con ruedas y una bolsa de viaje colgada de la espalda.
Tiene razón –contestó jovialmente el médico, con los auriculares colgando del pecho-. No hago caso de esas cosas. La vida pende de un hilo que siempre está a punto de romperse. Por eso es absurdo renunciar a lo que te proporciona placer.
En el año 2006 publicó el autor una obra que llevaba por título Del imperio a la decadencia. Los mitos que forjaron la España Moderna. El pasado octubre apareció en formato de bolsillo esta Invención de España, en buena medida versión aumentada del primero.
Algar de las Peñas no crecía. La mayoría de los vecinos superaban los sesenta años y los pocos jóvenes que aún vivían en el pueblo anhelaban marcharse cuanto antes. Solo había una docena de niños, hijos de varios matrimonios de mediana edad que trabajaban en la hostelería de localidades cercanas.
Bajé del autobús a las tres de la tarde. En plena ola de calor, Algar de las Peñas ofrecía una tregua. En relación a Madrid, había cuatro grados menos. Treinta y cuatro en vez de treinta y ocho. Cuatro grados representaban una gran diferencia
El padre Bosco paseaba por las afueras de Algar de las Peñas, observando a las bandadas de milanos que salpicaban el cielo. Poco a poco, se familiarizaba con la fauna de la zona. Siempre le había gustado la naturaleza, pero había pasado la mayor parte de su vida en entornos urbanos.
El padre Bosco se sentó con Julián en una de las mesas que Martín solía colocar en el exterior apenas llegaba el verano. El cielo parecía una lámina azul cuidadosamente pulida. Las cigüeñas de la iglesia arreglaban sus nidos con la minuciosidad de un orfebre medieval
No comparto el mensaje del repetido eslogan publicitario que afirma que los cómics de Tintín son apropiados para lectores de siete a setenta y siete años. Más bien sospecho que si no lees a Hergé en la infancia o en la adolescencia,
El padre Bosco pedaleó hasta las afueras del pueblo. Las noches de verano invitaban a pasear bajo un cielo plagado de estrellas con aspecto de insectos luminosos volando sobre un estanque. Un viento suave desordenaba su abundante mata de pelo blanco.
El análisis de la vida política de Andreu Nin tropieza siempre con un mismo escollo: la convergencia entre su condición de víctima del estalinismo, y la exaltación de su carácter de verdadero revolucionario, sacrificado por la contrarrevolución, que encabezaban el PCE y su sucursal catalana, el PSUC. En suma, Tierra y libertad, de Ken Loach. En palabras de Pierre Broué, el POUM se oponía a «la reacción democrática», puesta en marcha «por la contrarrevolución estaliniana» para anular el impulso revolucionario de las jornadas de julio del 36. E.H. Carr lo refrenda, al afirmar que el POUM era «irreprochablemente proletario» y sin razón aparente fue sometido a una brutal represión (paralela a los juicios de Moscú, lo cual sí es cierto).
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