Menos se perdió en Cuba
Como sabe hasta el lector más despistado, la conmemoración de los sucesos de 1898 nos ha traído una riada de obras de toda clase y condición, unas –no muchas– estimables o interesantes en algún sentido, otras –bastante más– desatinadas e inconsistentes, y una inmensa mayoría que, disimulando su oportunismo bajo los más variados disfraces, se han limitado simplemente a repetir lo mismo de la misma manera. Pero igual que el 98 antiguo descubrió la prensa sensacionalista como arma de guerra, en este 98 nuestro las editoriales (y no pocas instituciones, y los organismos oficiales con sus exposiciones) han olfateado un mercado potencial de ciudadanos atraídos por nuestro pasado reciente, y han decidido explotar el filón a conciencia. Sería vano lamentarse