
Biden o las desventuras de la virtud (1)
8 de octubre 2020: Nature, una de las publicaciones más prestigiosas en el campo de las ciencias naturales difundía un largo trabajo para explicar Cómo Trump ha hundido a la ciencia
Estados Unidos
8 de octubre 2020: Nature, una de las publicaciones más prestigiosas en el campo de las ciencias naturales difundía un largo trabajo para explicar Cómo Trump ha hundido a la ciencia
No paramos de aniversarios. Con esta entrada, mi gemelo y yo, celebramos el primer año del blog #UnaBuenaSociedad. Con la pasada celebrábamos el septuagésimo quinto aniversario de la muerte de Lord Keynes y el título que hemos elegido para esta celebra el sexagésimo aniversario del estreno de un film de culto de título homónimo (en francés, L'Année dernière à Marienbad) del gran Alain Resnais, basado en una obra del no menos grande Adolfo Bioy Casares y con guion del grandísimo Alain Robbe-Grillet. Un triángulo de lujo.
En la historia de las últimas décadas, varios son los momentos en que novelistas, politólogos o catedráticos de Derecho Constitucional, por citar sólo algunos de los interesados en el tema, han sentido la obligación cívica de avisar sobre los peligros que corría la democracia. Las convulsiones y tragedias provocadas por los totalitarismos en los años veinte y treinta del siglo XX, por ejemplo, están en el origen de dos notables novelas norteamericanas. Una, debida a la pluma del premio Nobel de Literatura en 1930, Sinclair Lewis, lleva el transparente titulo Eso no puede pasar aquí (1935). Otra, es la del recientemente fallecido Philip Roth, La conjura contra América (2004). Ambas, utilizando personajes reales junto a otros sólo parcialmente ficticios, evocan la misma terrible posibilidad: que los Estados Unidos de América, a semejanza de los fascismos europeos con Hitler o Mussolini, pudieran convertirse en trasuntos locales de la misma especie. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autores de Cómo mueren las democracias, no hacen mención de la primera, pero sí de la segunda, poniendo su trama ?la posibilidad de que Charles Lindbergh, el famoso aviador estadounidense de origen alemán y simpatías prohitlerianas, llegara a la presidencia de Estados Unidos? en el terreno de la especulación contemporánea, alimentada, como es evidente, por dos factores concurrentes. De un lado, como bien puede adivinarse, por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca. Del otro, por la simultánea proliferación de fórmulas populistas en otras partes del mundo, desde la Rusia de Putin, la Turquía de Erdogan o la Hungría de Orbán, a los casos de Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia y Maduro en Venezuela, ejemplos de una amplia deriva antidemocrática allí donde parecía que la libertad ?siempre en la memoria El final de la Historia, de Francis Fukuyama? había generado raíces permanentes. Todo ello, naturalmente, sin dejar de lado la persistencia totalitaria en la Cuba del poscastrismo, en la China siempre comunista o en la aberración atómico-dictatorial de Corea del Norte. Esas mismas preocupaciones ?que, por supuesto, tienen amplio eco en la abundante literatura anti-Trump de carácter más o menos escandaloso que está proliferando en los últimos meses? se encuentran también en dos textos recientes de Timothy Snyder. On Tyrany (2017), un breve opúsculo a la manera de los antiguos panfletos políticos, es, sin utilizar el nombre, un agrio reproche al actual presidente estadounidense, y The Road to Unfreedom (2018) constituye un preocupado recorrido por el camino que, como el mismo título sugiere, está apartándonos de la libertad.
Es frecuente escuchar o leer críticas y lamentaciones acerca del olvido de los más conspicuos representantes de la Edad de Plata. Si hubiera que elegir las excepciones más claras a ese supuesto olvido que acabo de mencionar, Miguel de Unamuno estaría, sin duda, en los primeros lugares de la lista. Ha llegado a mis manos mientras estaba leyendo el libro que enseguida va a ocuparnos una selección de textos del pensador bilbaíno que ha preparado el profesor Francisco Fuster (autor del prólogo y de la propia antología) con el apropiado título de Aforismos y reflexiones. Sin ánimo de ser exhaustivo, junto al citado de Fuster, tengo noticia además de una obra colectiva compilada por Francisco de Jesús Ángeles Cerón y que se presenta como Unamuno. El poeta del pensamiento; de una antología de Andrés Trapiello bajo el título de Cancionero; de otra edición de María Consuelo Belda Vázquez titulada Teresa, que es la adaptación de una tesis doctoral; de la reedición de un clásico como Andanzas y visiones españolas, o de la publicación de las Novelas completas. ¡Y todo ello, como digo, en lo que va de año, que a estas alturas en las que escribo no llega a completar los tres meses!
El escritor estadounidense Morris Berman, ensayista y literato de amplia lira, lleva ya publicados tres volúmenes dedicados a estudiar la decadencia de los Estados Unidos de América o, en la práctica político/literaria, el «imperio americano». Sus títulos dejan meridianamente clara la intención del polígrafo: The Twilight of American Culture (2001), Dark Ages America. The Final Phase of Empire (2011) y Why America Failed. The Roots of Imperial Decline (2014). Si mis referencias son exactas, sólo uno de los tres volúmenes, el primero de los mencionados, ha sido traducido al español, con el adecuado pero también previsible título de El crepúsculo de la cultura americana. Aunque le falten otros tres volúmenes para equipararse con los seis que Edward Gibbon dedicó a la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano a mediados del siglo XVIII, la similitud es clara y el propósito, evidente: dejar noticia de cómo la Roma contemporánea se viene abajo. El hecho de que Berman dictamine sobre la marcha de su propio tiempo en torno a eventos para cuya descripción Gibbon esperó mil setecientos años antes de atreverse con ellos, no quita valor al empeño ni noticia a la comparación.
¿Por qué no lograron las encuestas de opinión predecir fielmente los resultados de los referendos sobre la independencia escocesa y el Brexit y, más recientemente, el resultado de las elecciones estadounidenses que convirtieron a Donald J. Trump en el próximo presidente de Estados Unidos? El error metodológico y humano es siempre posible, por supuesto, pero también cabe contemplar que la corrección política cumpliera su papel. Los encuestados se mostraban reacios a revelar sus verdaderas ideas o intenciones a los encuestadores, pues pensaban que luego les mirarían por encima del hombro por ser poco cultos, burdos, bárbaros, estar llenos de prejuicios y ser, en general, deplorables, por utilizar el término empleado por Hillary Clinton para definir a muchos de los votantes de su adversario.
Merece la pena recordar con cierto detalle el discurso en que Clinton introdujo el término deplorables, y por qué podría haber contribuido a la victoria de Donald Trump.
Dejando a un lado las formas acelulares, los seres vivos que pueblan la Tierra se clasifican en tres grandes grupos o dominios: arqueos, bacterias y eucariotas. Los dos primeros están integrados por células simples, sin núcleo, llamadas procariotas, que han colonizado el planeta desde hace casi cuatro mil millones de años y son descendientes directos de las primeras formas de vida; poseen importantes diferencias bioquímicas y estructurales entre sí, lo que ha llevado a clasificarlos en categorías diferentes. El tercer grupo, los eucariotas, está formado por células complejas, que contienen un núcleo y otras estructuras membranosas internas, como las mitocondrias, de las que carecen los otros dos. Los eucariotas surgieron hace menos de dos mil millones de años y constituyen el único dominio que ha dado lugar a organismos pluricelulares complejos como los hongos, las plantas o los animales, formados en muchos casos por billones de células con funciones especializadas.
El apremio del presente y una razonable previsión el futuro, ¿pueden inspirar una reescritura profunda del pasado de una nación sin incurrir en mistificaciones y en otros acomodos urgentes? Tal ha sido el empeño de Felipe Fernández-Armesto al situarse ante la historia de los Estados Unidos y ante la realidad de constituir los hispanos la primera minoría del país y revelarse por ello como un actor político influyente.
A estas alturas, no parece necesario insistir en la importancia que tienen los mitos dentro de una cultura, ni subrayar la potencia metafórica que tienen sus constantes actualizaciones. Aunque es también otras cosas, el ser humano es un pertinaz animal simbólico que vive en los significados y las representaciones, cuya influencia sobre nuestra percepción del mundo no puede ser minusvalorada.
Con sólo un día de diferencia, acaban de estrenarse dos adaptaciones de novelas picarescas. ¿Casualidad o síntoma? Quienes no crean en las primeras notarán que ambas obras están producidas por el Grupo Smedia y que hasta se suceden en cartelera en orden cronológico: el Lazarillo (1554), que dio inicio al género, se interpreta los lunes en el Cofidis; mientras que El Buscón (1626), que muchos consideran su cumbre, sube a escena los martes, en el Infanta Isabel.
Todo libro de memorias tiene mucho de autojustificación; especialmente cuando el pasado del autor ha tenido relevancia social y puede ser objeto de críticas por parte de una generación de lectores que vivió la historia que en el libro se narra. Este es también, sin duda, el caso de los Recuerdos de Pedro Solbes.
Cuando visité el inevitable cementerio parisiense de Père Lachaise, una de las cosas que más me sorprendió fue el abigarrado mosaico de besos femeninos –o masculinos– estampados a golpe de pintalabios sobre el granítico monumento funerario bajo el que reposaba Oscar Wilde, a quien sus delicuescentes narraciones nunca me habían empujado a considerar un icono pop. Tras leer la excelente selección de sus ensayos realizada por Lumen y titulada, misteriosa pero atinadamente, El secreto de la vida, entiendo perfectamente la pasión y gratitud contemporáneas que sabe despertar este pionero de casi todo, en quien tantos veneran al protomártir de la causa gay o a la encarnación insuperada del dandismo y a quien, sin embargo, haríamos un gran favor juzgándolo estrictamente por sus escasas y siempre lúcidas palabras, cuya exigencia ética y estética no puede chocar más con los melifluos programas de la posmodernidad, la propia democracia y la cultura popular.
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