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La polifacética e imprevisible Leonora Carrington

Leonora Carrington. Una vida surrealista

Joanna Moorhead

Madrid, Turner, 2017

Trad. de Laura Vidal

240 pp. 24 €

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Leonora Carrington, británica de nacimiento, aunque mexicana de corazón, es sin duda una de las protagonistas del arte del siglo XX. Además, Leonora Carrington constituye un símbolo de la progresiva y enérgica rebelión de algunas mujeres para vivir su vida rompiendo con los yugos aparentemente indestructibles que las sujetaban a una legislación contraria, a la dependencia familiar y masculina, y a una severa moral.

Carrington, además de pintar, dejó escritos algunos libros de enorme impacto en los que narraba con crudeza y gran verismo episodios tremendos de su azarosa vida. Tal es el motivo de que, al cumplirse en 2017 el centenario de su nacimiento, no pocas de sus obras hayan vuelto a reeditarse. Cabe también destacar la publicación de Leonora (premio Biblioteca Breve), una biografía novelada de la artista debida a la mano de otra escritora mexicana, Elena Poniatowska, amiga personal de Carrington, así como la realización de un espléndido documental, El juego surrealista, realizado por el periodista y excorresponsal de Televisión Española en Estados Unidos. Javier Martín Domínguez.

La editorial Turner, a su vez, ha publicado la traducción española de otra biografía: The Surreal life of Leonora Carrington, de Joanna Moorhead, traducida como Leonora Carrington. Una vida surrealista. Moorhead descubrió ya adulta su relación familiar con la pintora. En el prólogo, uno de los grandes aciertos del libro, escribe: «Conocer a Leonora cambió el rumbo de mi vida, y por ello me dediqué a reconstruir su historia […]. Durante los cinco años en que la traté, me contó muchas cosas que nunca olvidaré […]. Era una de esas criaturas extraordinarias que saben reconocer lo ilusorio y vivió su vida en consecuencia» (p. 24).

Leonora Carrington nació en 1917 en Lancashire (Inglaterra), en el seno de una acaudalada familia. El padre, Harold, era un rico industrial textil, y la madre, Maurie, una irlandesa con dotes para la narración. Fue ella quien le relató las fabulosas historias que, con el tiempo, se convertirían en el centro de su creación. Educada en varios colegios religiosos, de acuerdo con los severos criterios de la época, Leonora pronto reveló que era incompatible con la disciplina y el rigor familiar. Enfrentada a un entorno hostil, fue acumulando la energía suficiente para decidir ser pintora, como evidencia Moorhead en la página 31: «Leonora sabía que quería ser artista. Desde que tenía uso de razón habría dibujado y pintado lo que veía a su alrededor y también cómo se sentía».

Estudió en la Chelsea School of Art, con Amedée Ozenfant, en West Kensington. En 1937 se produce un hecho clave en su vida: el encuentro con el pintor Max Ernst con motivo de una importante exposición surrealista colectiva celebrada en Londres. El flechazo fue de tal intensidad que juntos protagonizaron una de las más apasionadas historias de amor entre artistas del siglo XX. Carrington huyó de su casa para instalarse en Cornualles, donde se les unieron Paul Éluard, Roland Penrose y Man Ray, entre otros.

Joanna Moorhead ha construido su biografia con rigor histórico y la ventaja de haber oído el testimonio directo de la propia Carrington durante las distintas entrevistas que tuvo con esta en México al final de su vida. De ahí una sucesión de detalles novelescos y de intensidad cinematográfica. Carrington le relató con minuciosidad, por ejemplo, la última conversación que mantuvo con su padre Harold, quien la expulsó de su casa al saber de su partida con Max Ernst. No volvería a verlo vivo. Conocemos también los detalles de su llegada al París bohemio de los años treinta, donde compartió su vida con los otros grandes creadores que vivían en la capital francesa, empeñados en el proyecto de asaltar la conciencia de la sociedad de entonces con obras de inspiración surrealista. En estos años (1937 y 1938) Leonora produce su obra más relevante, Autorretrato, en la que aparece vestida de amazona, con un caballo blanco que huye, y una hiena hembra, imagen del instinto animal. La imagen de animales será una constante en su obra. Animados por André Breton, jefe absoluto del grupo surrealista, se instalaron en una granja al norte de Aviñón, donde Leonora y Max Ernst cultivaron vino, escribieron cuentos y pintaron muchas de sus obras entre 1937 y 1939.

Es especialmente duro el relato de su huida tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando la inminente entrada de las tropas alemanas puso en peligro la vida de Max Ernst, que fue encarcelado. Años después, entrevistada por la escritora Victoria Combalía, Leonora Carrington comentó: «Yo intenté sacar a Max del campo de concentración con la ayuda de una amiga, cuyo marido estaba con De Gaulle». Como se sabe, finalizada la guerra, Ernst se casó con la multimillonaria Peggy Guggenheim, una relevante coleccionista de arte moderno con quien había huido en avión a Estados Unidos. En la misma entrevista, Leonora admite lo duro del golpe, si bien añade que «ella era buena gente» y parece resignarse a «las circunstancias de la vida, que cambian».

Carrington huyó en coche por las carreteras francesas hasta llegar a Madrid, donde intentó obtener un visado para rescatar a Ernst, sin conseguirlo. Sufrió entonces las primeras alucinaciones, además de delirios y manía persecutoria. En el sexto capítulo, titulado «Memorias de abajo» (pp. 99-112), Moorhead reconstruye la sordidez del Madrid de la posguerra civil, en uno de cuyos hoteles, el Hotel Roma de la Gran Vía, en la actualidad el Hotel de las Letras, se hospedaría Leonora. Allí sufrió un repugnante intento de violación a manos de una banda de soldados; ante su deterioro mental, su padre hizo valer sus contactos para que fuera ingresada –sin que ella supiera que había sido por su mediación? en un terrorífico sanatorio mental situado en Santander, donde fue objeto de innovadores experimentos para personas con trastornos psíquicos, como las inyecciones de cardiazol, de resultas de las cuales padeció alucinaciones. También fue inmovilizada durante días, amén de ser víctima de ataques de epilepsia y visiones. Sigue su huida a Lisboa, donde pidió asilo en la embajada de México y, para que no la echasen del país, se casó con un amigo, el diplomático, poeta y anteriormente torero, Renato Leduc. Gracias a las gestiones de este pudo embarcase en 1941 con destino a Estados Unidos, y posteriormente, en 1942, a México, en cuya capital conoció a Diego Rivera, Frida Kahlo y León Trotski. Se vinculó al grupo surrealista, haciendo amistad con Luis Buñuel y Benjamín Péret y su esposa, Remedios Varo, y Kati Horna y su marido, José Horna. Vivió en una casa de la calle Chihuahua, en la colonia Roma, donde residió la mayor parte de su vida, siendo venerada como una de las grandes figuras de la cultura mexicana. Se separó de Leduc y en 1946 se casó con el fotógrafo judío de nacionalidad húngara, Emérico Weisz, con quien tuvo dos hijos, Gabriel («Gaby») y Pablo.

En México su obra se enriqueció al contacto de la cultura y religión americanas. Prueba de ello es El mundo mágico de los mayas (1963), pintado por encargo del Museo de Antropología. En México, igualmente, publicó sus cuentos «El séptimo caballo», «La dama oval», «La trompetilla acústica», «La casa del miedo»y «Memorias de abajo». En ellos, los especialistas en el surrealismo han encontrado las claves de su obra extraordinaria.

Moorhead nos revela que Carrington sintió un genuino interés por la alquimia, los magos y los druidas. También influyeron en su obra los cuentos de hadas con los que creció. Los animales son un motivo frecuente en sus lienzos, salpicados también por alusiones a la cábala y la alquimia. Jamás le importaron las apariencias, vivió para la pintura y para sus hijos: uno de ellos, Gaby, filósofo, y el otro, Pablo, poeta y médico. En 2005, Carrington ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, otorgado por el Gobierno de México; falleció el 25 de mayo de 2011, a los noventa y cuatro años, en Ciudad de México, víctima de una neumonía.

El libro constituye un largo homenaje a la biografiada, con cuya personalidad la autora se identifica plenamente, Basta, para confirmarlo, esta emotiva dedicatoria: «A Rosie, Elinor, Miranda y Catriona, mis hijas. Espero que viváis siempre como lo hizo Leonora: según vuestras propias decisiones».

Carlos Abella es escritor. Sus últimos libros son ¡Derecho al toro! El lenguaje taurino y su influencia en lo cotidiano (Madrid, Vivelibro, 2015) y Luis Miguel Dominguín. A corazón abierto (Barcelona, Bellaterra, 2016).

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Ficha técnica

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