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Una edición incongruente

Investigaciones filosóficas

Ludwig Wittgenstein

Madrid, Trotta, 2017

Trad. de Jesús Padilla Gálvez

328 pp. 22 €

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En el breve lapso de un año, el profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, Jesús Padilla Gálvez, ha publicado sendas ediciones del Tratado lógico-filósofico (libro más conocido por su título en latín, Tractatus Logico-Philosophicus) y de las Investigaciones filosóficas, las dos obras que contienen, respectivamente, la expresión más acabada de los puntos de vista filosóficos del joven y el maduro Ludwig Wittgenstein, sin duda uno de los pensadores más importantes del pasado siglo. Habiendo aparecido en esta misma revista una reseña crítica de la primera de estas dos ediciones, a cargo de Alejandro Tomasini Bassols, me abstendré de hacer ningún comentario sobre la misma y me centraré en la segunda.

Hasta ahora el lector disponía de la versión bilingüe alemán-español que, a mediados de la década de los ochenta del pasado siglo, hicieron de las Investigaciones los profesores Alfonso García Suárez y Ulises Moulines. La nueva edición de Padilla no es bilingüe, pero viene acompañada de una introducción, con su correspondiente bibliografía, y notas críticas.

Por otra parte, mientras que la versión de García Suárez y Moulines tomaba como base la edición de la obra de Wittgenstein que prepararan Elizabeth Anscombe y Rush Rhees para la editorial Basil Blackwell en 1958, la de Padilla sigue la mucho más reciente, de 2009, que los profesores Peter Hacker y Joachim Schulte han realizado para esa misma editorial británica. La diferencia fundamental entre una y otra consiste en que lo que Anscombe y Rhees denominaban «Parte II» de las Investigaciones, Hacker y Schulte lo rotulan «Filosofía de la psicología. Un fragmento», a la vez que numeran los párrafos de que constan las catorce secciones que la integran, al modo como están numerados los parágrafos que constituyen la primera parte del libro.

Conviene, por lo demás, tener en cuenta que Hacker y Schulte no han hecho una nueva traducción de las Investigaciones; simplemente se han limitado a actualizar y corregir en algunos puntos la que hiciera Anscombe. Pero centrémonos sin más dilación en la edición de las Investigaciones que ha realizado el profesor Padilla, y empecemos por comentar la introducción que ha redactado para la misma, que se halla dividida en tres partes. Padilla, tras despachar en un primer párrafo lo que considera los grandes temas y logros de la obra de Wittgenstein, abre el segundo con la siguiente afirmación: «Dicho esto, quedaría por aclarar dónde se enmarca este libro en la tradición filosófica». Lo cierto es que, para un lector no versado en el pensamiento del filósofo austríaco ?y añadiría que incluso para el estudioso del mismo?, la obertura de Padilla resulta un tanto críptica. Puesto a la tarea de encuadrar las Investigaciones en la tradición filosófica, el autor nos advierte de lo engañoso que sería adscribir la obra al nominalismo o, en realidad, a cualquier corriente del pensamiento occidental. De modo que lo que quedaba por aclarar no se aclara, porque, al parecer, no puede aclararse.

Así las cosas, el profesor Padilla vuelve a cambiar de tercio y pasa a centrarse ahora en «el proceso introspectivo de lectura que se demanda» para comprender las Investigaciones. Se nos dice entonces que el libro está escrito en aforismos, y se nos alerta contra ciertos errores «reiterativos en la recepción de la obra», tales como sacar las citas de su contexto o atribuir a Wittgenstein lo que en realidad quiere criticar. Advertidos de estos errores frecuentes ?según Padilla? en la bibliografía secundaria, al lector de esta introducción se le dice que «Wittgenstein “reflexiona” sobre el orden gramatical», y que «Las palabras usadas, en su conjunto, se presentan como experiencias lingüísticas transgresoras», lo que fácilmente se comprueba «por el uso constante de rayas», de modo que en la traducción se ha procurado «mantener las asociaciones fonéticas de escaso curso y la adopción de una selección léxica propia». Y es que «Wittgenstein pretende que el texto carezca de univocidad y que tienda a ser plurívoco de forma generalizada», por lo que «las Investigaciones exigen la acción del lector».

Y ahora que ya sabemos «el proceso introspectivo de lectura» que demandan las Investigaciones, el profesor Padilla continúa afirmando que Wittgenstein «exhibe escrupulosas objeciones» contra el lenguaje utilizado por el idealismo, según el cual «los conceptos han de ser considerados entidades independientes de otras entidades naturales o sociales que no son conceptuales»; y que también examina Wittgenstein la posición de Gottlob Frege, el realismo, según el cual «los conceptos han de ser analizados en términos de propiedades no representacionales de entidades naturales o sociales»; razón por la cual «se considera el significado de los predicados o los conceptos en enunciados estructurados alrededor de un sujeto y un predicado, o más exactamente la función y el concepto». Para concluir que «Wittgenstein, sin embargo, denuncia que aquello que se asevera no se puede identificar con ningún juego de lenguaje, por lo que se entiende que esta aseveración es superflua a su vez».

He citado con cierta profusión a Padilla en este punto porque debo confesar sinceramente que me resulta, más que difícil, imposible seguir y entender aquí sus argumentos. Dejando de lado la caracterización que se suministra del «idealismo» y del «realismo», encuentro desconcertante el uso que se hace de categorías fregeanas como las de «función» y «concepto», poniéndolas en relación con las de «sujeto» y «predicado». ¿Quiere decir Padilla que la noción fregeana de «función» es equivalente a la categoría gramatical de «sujeto» y la de «concepto» a la de «predicado»? La más mínima caridad interpretativa me impide aceptar esta lectura; y el problema es que el texto no me sugiere ninguna otra alternativa plausible.

Mi perplejidad no decrece con lo que viene a continuación. Por ejemplo, Padilla atribuye a Wittgenstein un método para lidiar con los problemas filosóficos al que denomina «entrelazado» o de «trenzado», y remite al lector a los parágrafos («aforismos», según el profesor Padilla) 46(b), 544(b) y 67(b)(c) de las Investigaciones. Pero si, obedeciendo a las anteriores advertencias de Padilla acerca de los errores usuales cometidos por los comentaristas del filósofo austríaco, vamos a estos parágrafos e intentamos situarlos en sus contextos, la pregunta inevitable es: ¿está en estos parágrafos haciendo Wittgenstein consideraciones acerca de su propia metodología? Y la respuesta es «no». Con lo que tenemos que, si el profesor Padilla hace una recomendación que parecía sensata al lector, a saber, situar los parágrafos de las Investigaciones en su contexto, resulta que él mismo no parece seguirla.

En resumen, la primera parte de la introducción del profesor Padilla no suministra, a mi entender, una presentación de conjunto del significado de las Investigaciones en la tradición filosófica, ni sirve para que el lector pueda hacerse una idea de cuáles son los problemas centrales que el libro aborda, ni cuál es la peculiar metodología wittgensteiniana, ni los conceptos claves de que se sirve el pensador austríaco. El aspecto global que presenta, en mi opinión, es el de un enorme galimatías en el que se va de una cosa a otra sin demasiado orden ni concierto.

Las cosas todavía empeoran en la segunda parte de la introducción, y eso a pesar de que empieza prometedoramente, explicando al lector los distintos manuscritos que se encuentran en la base del texto de las Investigaciones que conocemos, después de lo cual da noticia de las ediciones de Anscombe/Rhees y de Hacker/Schulte, y pasa a criticar los defectos que, a su entender, presenta la versión española de García Suárez/Moulines, de manera análoga ?aunque con bastante menos respeto? a como Hacker y Schulte explican, en la introducción que redactaron para su edición de las Investigaciones, los puntos en que han corregido la traducción de Anscombe. Lo sorprendente es que lo que empieza siendo un proceder análogo termina convirtiéndose en un calco. Juzgue el lector. Escriben Hacker y Schulte:

Some of the substantive changes we have introduced into the translation are systematic. Anscombe had a marked preference for minimizing the use of the third-person impersonal pronoun ‘one’, often translating Wittgenstein’s use of the German word man by the second-person pronoun ‘you’. This made the text appear to be more of a conversation with the reader than it actually is […].

Escribe ?¿o traduce?? Padilla:

Algunos de los cambios característicos que hemos introducido en la traducción son sistemáticos. Anscombe tenía una marcada preferencia por reducir al mínimo el uso de la tercera persona del pronombre impersonal ‘uno’, a menudo tradiciendo el término man en alemán por la segunda persona del pronombre personal ‘tú’. Esto hizo que el texto pareciese que entablaba una conversación con el lector […].

Si el lector compara las páginas XIII y siguientes de la introducción de Hacker/Schulte con las páginas 25 y siguientes de la del profesor Padilla, encontrará esta extraordinaria «coincidencia» entre una y otra.

Y así desembocamos en la breve y última parte, la III, de la introducción, en la que Padilla habla de la recepción de las Investigaciones filosóficas y en la que puede leerse, por ejemplo, lo siguiente: «Parten [los neowittgensteinianos] de la base de que se debe suscribir con determinación la penúltima frase del Tractatus, por lo que no se puede pretender que determinado absurdo tenga más sentido que cualquier sentido». Sin comentarios. Estamos, en suma, ante una introducción difícilmente catalogable. Muchas veces resulta simplemente ininteligible. Otras es un ir y venir que no parece llevar a parte alguna.

Podemos pasar ahora al comentario de la traducción. Afortunadamente, en esta tarea tenemos buenos antecedentes, por lo que podremos ser mucho más breves. Me refiero a las reseñas del profesor Isidoro Reguera, y a la que he podido conocer del profesor Alfonso Flórez, de la Pontificia Universidad Javeriana, quien, en comunicación personal, me ha dado amablemente acceso a un texto que publicará próximamente en la revista Pensamiento.

En mi opinión, en muchas ocasiones las diferencias entre las versiones de García Suárez/Moulines y Padilla son prácticamente inexistentes o irrelevantes, como no podía ser menos; pero cuando hay una divergencia crucial, por lo general la traducción de los primeros me parece más fiable que la del segundo. Pondré un ejemplo que me parece especialmente ilustrativo. El parágrafo 5 de la Parte I de las Investigaciones lo traduce de la siguiente manera el profesor Padilla:

5. Si se observa el ejemplo del § 1, se puede presentir quizá hasta qué punto el concepto abstracto de significado de las palabras circunda el funcionamiento del lenguaje de una neblina que imposibilita la visión clara. ? Se disipa la niebla cuando estudiamos los fenómenos del lenguaje mediante el uso de géneros primitivos en los que se pueden descuidar fácilmente la finalidad y el funcionamiento de las palabras.
El niño emplea tales formas primitivas de lenguaje cuando aprende a hablar. La enseñanza del lenguaje no es aquí ninguna explicación, sino un adiestramiento.

García Suárez y Moulines traducen:

5. Si se considera el ejemplo de § 1, se puede quizá vislumbrar hasta qué punto la concepción general del significado de la palabra circunda al lenguaje de un halo que hace imposible la visión clara. ? Disipa la niebla estudiar los fenómenos del lenguaje en géneros primitivos de su empleo en los que se puede dominar con la vista claramente la finalidad y el funcionamiento de las palabras.
El niño emplea esas formas primitivas de lenguaje cuando aprende a hablar. El aprendizaje del lenguaje no es aquí una explicación, sino un adiestramiento.

En algunos puntos, la traducción de Padilla me parece más fiel que la de García Suárez/Moulines. Por ejemplo, estos últimos hablan del halo que «circunda el lenguaje», mientras que Padilla se refiere a la neblina que circunda «el funcionamiento del lenguaje»; y, ciertamente, ya sea halo o neblina, es el funcionamiento del lenguaje («das Funktionieren der Sprache»), y no el simple lenguaje, lo que es circundado.

Sin embargo, la diferencia realmente crucial entre estas dos versiones está en la frase final del primer párrafo. Para Padilla, lo que Wittgenstein nos recomendaría en este parágrafo ?¿o aforismo?? es usar «géneros primitivos en los que se pueden descuidar fácilmente la finalidad y el funcionamiento de las palabras». Por el contrario, para García Suárez y Moulines, lo que nos propone Wittgenstein es «estudiar los fenómenos del lenguaje en géneros primitivos de su empleo en los que se puede dominar con la vista claramente la finalidad y el funcionamiento de las palabras». ¿Descuidar la finalidad y el funcionamiento de las palabras, o dominar de un vistazo la finalidad y el funcionamiento de las mismas?

Veamos cómo traducen este mismo parágrafo Anscombe/Hacker/Schulte:

5. If one looks at the example in §1, one can perhaps get an idea of how much the general concept of the meaning of a word surrounds the working of language with a haze which makes clear vision impossible. ? It disperses the fog if we study the phenomena of language in primitive kinds of use in which one can clearly survey the purpose and functioning of the words.
A child uses such primitive forms of language when he learns to talk. Here the teaching of language is not explaining, but training.

En realidad, no se precisaría apelar aquí a ningún argumento de autoridad. Debiera bastar con aplicar el sentido común. Si lo que Wittgenstein quiere es que disipemos la niebla con que el concepto general (o abstracto, en la versión de Padilla) del significado de las palabras («der allgemeine Begriff der Bedeutung der Worte») envuelve el funcionamiento del lenguaje, difícilmente me parece que pudiera conseguirse este objetivo descuidando la finalidad y el funcionamiento de las palabras. No se trata aquí de un problema de traducción, sino de pura y simple, y hasta incluso pasmosa, incomprensión del sentido del texto wittgensteiniano.

Esto no significa que la traducción de Padilla sea inexplicable. El término clave que Padilla vierte por «descuidar» es «übersehen»; y «übersehen», ciertamente, puede significar a veces «pasar por alto», «no ver», «descuidar», si se quiere. El problema es que también significa «abarcar con la vista», «dominar con la vista». Y este es el sentido con que hay que traducirlo aquí, si es que queremos evitar que el parágrafo sea sencillamente absurdo. De hecho, el propio Padilla nos advierte en la nota 102 de su edición: «Las expresiones Übersicht, übersehbar, Übersichtlichkeit, übersichtliche Darstellung han sido traducidas mediante el término “perspicuo” y sus derivados. No hemos seguido, pues, la propuesta de la cuarta edición de P. Hacker y J. Schulte, sino que asumimos la propuesta de E. Anscombe». Pues eso. Lo que el uso de géneros primitivos de lenguaje, o dicho en otros términos, de sencillos juegos de lenguaje, debiera permitirnos, no es «descuidar» el uso y funcionamiento de las palabras, sino todo lo contrario, verlo perspicuamente.

En definitiva: en líneas generales, la traducción de García Suárez/Moulines, contra la que Padilla lanza en su introducción algunas acusaciones completamente fuera de lugar, resulta mucho más fiable y ajustada al estilo de Wittgenstein, a quien, como le ocurre a Isidoro Reguera, me cuesta imaginar llamado «protuberancias» a los «chichones».

Concluyo con una reflexión melancólica. En este país, en particular, y en Hispanoamérica, en general, hay una tradición de estudios wittgensteinianos nada desdeñable. Hay un buen Wittgenstein en español. Si los avances en el estudio de los inéditos del filósofo austríaco y la aparición de la nueva edición de Hacker/Schulte hacían aconsejable una nueva edición de las Investigaciones filosóficas, lo más sensato hubiera sido proceder como hicieron ellos, partiendo de la traducción ya existente, en su caso la de Elisabeth Anscombe y en el nuestro la de García Suárez/Moulines, para revisarla y mejorarla donde fuera necesario.

Padilla, en cambio, ha optado por la tabula rasa en un ejercicio de adanismo que a la postre es, como todo adanismo, totalmente impostado. Como espero que haya quedado claro al lector de esta reseña, en el fondo sigue muy de cerca ?a veces yo diría que demasiado cerca? la edición de Hacker/Schulte, y en algunos puntos importantes, en contra de lo que viene a sugerir la única reseña positiva de su edición que yo conozco (la de Reyes Mate en el diario ABC), se ajusta a la traducción de Anscombe en medida mucho mayor de lo que lo hacían los profesores García Suárez y Moulines. Es una pena que la editorial Trotta, que goza de un merecido prestigio en el ámbito de las publicaciones de obras filosóficas en España, se haya prestado a esfuerzo tan estéril.

Vicente Sanfélix es profesor de Metafísica y Teoría del Conocimiento en la Universidad de Valencia. Es autor de Acerca de Wittgenstein (Valencia, Pre-Textos, 1993), Mente y conocimiento (Madrid, Biblioteca Nueva, 2003) y Elogio de la filosofía. Apología de la idiotez (Madrid, Biblioteca Nueva, 2015).

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