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La memoria desentrañada

Cartas a sus amigos

MARGUERITE YOURCENAR

Alfaguara, Madrid, 800 págs.

Trad. de María Fortunata Prieta Barral

Qué aburrido hubiera sido ser feliz

MICHÈLE GOSLAR

Paidós, Barcelona, 420 págs.

Trad. de Nuria Pujol i Valls

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La reciente publicación en español de parte de la correspondencia de Marguerite Yourcenar y la aún más reciente de una nueva biografía, denota hasta qué punto esa autora, de cuya pervivencia se llegó a dudar a raíz de su muerte, ha desafiado al olvido sin apenas haber pasado por el obligado purgatorio. Creo que, desde Colette, ninguna otra escritora de lengua francesa ha despertado tanta devoción. La razón hay que verla en el egocentrismo de sus respectivas escrituras. Hay otros paralelismos: la bisexualidad, la misoginia, y el amor militante por la naturaleza y los animales, situado en lo más alto de sus respectivas jerarquías amorosas, rasgo que, a mi entender, las acerca de manera notable.

Hay, además, en torno a ambas un intenso culto a la personalidad que en el caso de Marguerite Yourcenar –e Internet mediando, pues la red es, hoy en día, el baremo de la popularidad de un escritor–, conocerá su apogeo este año 2003, en que se conmemora el centenario de su nacimiento. Basta ver los sitios reservados a su memoria para comprender que no sólo su obra, sino también su vida, tuvieron desde luego secuelas. Belgas, franceses y americanos rivalizan a este respecto en inventiva, y la tarea está lejos de finalizar, dado el abundante material que permanece inédito y que, según la legislación vigente, lo seguirá estando hasta el año 2075. Los belgas, porque Marguerite Yourcenar (anagrama de Crayencour, su verdadero apellido) nació en Bruselas en 1903, de madre belga y padre de origen francés; los franceses, porque eligió esa nacionalidad y fue, en 1980, la primera mujer en ingresar en la Academia de la Lengua; y los americanos, porque desde 1939 vivió en los Estados Unidos, amparada por su fiel compañera Grace Frick, con quien mantuvo una relación que recuerda bastante a la de Alice B. Toklas y Gertrude Stein, y porque adquirió la nacionalidad norteamericana en 1947, hasta que tuvo que recuperar la francesa para poder entrar en la Academia. Fue en los Estados Unidos donde Marguerite Yourcenar llevó a cabo la mayor parte de su obra y donde falleció, en 1987, siendo su tumba objeto de constante peregrinación literaria.

Desde que fue nombrada académica hasta la fecha de su muerte, obsesionada en todo momento por el control de su obra, Marguerite Yourcenar se dedicó a depurar su correspondencia, cuya publicación deseaba póstuma, pero no aleatoria. A esa delicada tarea la había ayudado Grace Frick, hasta que murió en 1979. Después, en medio de su vorágine amorosa y viajera, prosiguió sola esa desesperante y apasionante labor de archivera, a la que, por su misma literatura, estaba abocada. Las Cartas a sus amigos, son, a su vez, una selección de esa criba, realizada por Michèle Sarde y Joseph Brami, quienes han escogido 300 de las más de 2.000 cartas consignadas en el «Fondo Yourcenar» de Harvard. La escritora quería que su correspondencia se publicara bajo el título de Cartas a sus contemporáneos, pero los editores han preferido este otro título, más acorde con el tono confidencial y cordial de una correspondencia que tiene registros insospechados en una autora tan rigurosa, a la que vemos suelta, espontánea, aunque siempre erudita, comprometida con el mundo y disciplinada.

Los destinatarios son muy variados. Hay escritores muy conocidos, como Thomas Mann, editores, críticos literarios como Charles du Bos, Alain Bosquet, estrellas de cine como Brigitte Bardot, a la que pide que utilice su tirón mediático para proteger a las focas (y sabemos que la hizo caso), escritores y amigos de todas las nacionalidades, pues la Yourcenar fue una curiosa e infatigable viajera. Los temas son variados: desde arduos problemas de investigación y documentación para sus libros, hasta confidencias muy personales sobre problemas de dinero, de salud, o su deseo en un momento dado de adoptar a un niño. Especial significado tiene para nosotros la carta dirigida a Isabel García Lorca, fechada en 1960, de quien fue huésped durante una de sus visitas a España y a la que cuenta el peregrinaje que hicieron ella y Grace a Víznar, el lugar donde supuestamente está enterrado su hermano Federico. Decía Sándor Márai que las únicas obras honestas de los escritores son los diarios y las cartas, seguramente porque es donde mejor se retratan, afirmación que, en el caso de Marguerite Yourcenar, me parece rigurosamente cierta, pues nunca me ha parecido más cálida y vibrante que en estas páginas, donde alcanza una dimensión más universal y, desde luego, más humana. Muchas de estas cartas permanecerán inéditas hasta el 2075, como dije, y no dudo que habrá personas que las querrán leer.

Esa humanidad la volvemos a encontrar en la biografía de Michèle Goslar, donde algunos de los episodios de la vida de Marguerite Yourcenar, vislumbrados a través de las cartas, aparecen inscritos en su verdadero contexto en estas páginas de investigación. Es imposible valorar Qué aburrido hubiera sido ser feliz (sacado de una cita de la escritora) sin tener en cuenta las ya existentes, en particular, la gran biografía de Josyane Savigneau, La invenciónde una vida , publicada en Alfaguara en 1992. Sin desdeñar su excelente labor de documentación, no considero que la señora Goslar aporte globalmente nada nuevo, excepto el esclarecimiento muy puntual de algunos antecedentes familiares que sitúan a Marguerite Yourcenar más cerca de esa «belgitud» que la biógrafa, también belga, está muy interesada en recuperar, para lo cual indaga en sus orígenes genuinamente belgas, investigando por unos derroteros a los que Savigneau no tuvo acceso.

También es muy valiosa la labor de actualización de datos, que en estos últimos diez años ha conocido numerosas innovaciones, entre otras, las ya mencionadas en Internet. Desde el punto de vista literario, yo reprocharía a este libro la torpeza de su traducción española, en la que se encuentran cosas como «se levantó de buena mañana» y la poca fluidez narrativa en el momento –estelar en toda biografía que se precie– de las anécdotas, aunque ninguna de las dos mitiga su principal mérito: haber ahondado en el misterio de los orígenes de Marguerite Yourcenar, sutilmente enmarañados por ella misma en sus numerosos escritos memorialísticos.

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Ficha técnica

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