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Espectáculo e incertidumbre

Años alejandrinos.Tiempo de incertidumbre, 2000-2006

Luis Fernández-Galiano

Madrid, Arquitectura viva, 2018

501 pp. 50 €

Años alejandrinos. La edad del espectáculo, 1993-1999

Luis Fernández-Galiano

Madrid, Arquitectura viva, 2018

501 pp. 50 €

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Subtitulados en inglés como «Una crónica de arquitectura», los dos volúmenes de Años alejandrinos reúnen los artículos publicados por Luis Fernández-Galiano en El País, con un primer tomo dedicado a los años 1993-1999, llamado La edad del espectáculo y un segundo para el período 2000-2006, que cambia al más sombrío Tiempo de incertidumbre. La obra comunica su género en pragmático inglés, mientras cada tomo refleja el diferente carácter de su septenio en un preciso español: en enero de 2000 termina una «edad» y comienza un «tiempo» sin anuncio de final, que se anticipa como indeterminado.

Cabe preguntarse por qué el autor, Catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y reputado crítico internacional, organizador de los principales concursos internacionales o miembro principal de sus jurados, ha titulado esta recopilación de escritos como crónica y no como crítica, cuando su opinión es respetada y valorada en todo el mundo por toda la profesión. Su trayectoria académica y su trabajo como fundador y editor de tres respetadas revistas internacionales de arquitectura permiten aventurar una primera explicación.

Tanto en sus clases o conferencias como en sus publicaciones, Luis Fernández-Galiano trata de mostrar las profundas raíces tecnológicas y culturales de las obras de arquitectura. Con la decidida actitud de mostrar las múltiples extensiones de la disciplina, se afana por entender –y explicar– tanto su profundidad como su alcance. Desde su tesis doctoral sobre El fuego y la memoria (Madrid, Alianza, 1991), sustancialmente econométrica y centrada en una aproximación termodinámica a la arquitectura, sus palabras y escritos suponen una continua apertura cultural de la arquitectura –incluyendo en ella todo lo construido– hacia territorios de la ciencia y del arte. Sus artículos y su labor editorial, siempre atentos al cambio constante de cuanto ocurre en el mundo, como en la España de 1975 a 2005, o en el Atlas de Arquitectura global circa 2000, culminan en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 2012, expresivamente titulado Arquitectura y vida. El arte en mutación.

En estos Años alejandrinos no abundan las menciones a la arquitectura en abstracto, pues el tema a tratar siempre son los edificios y sus arquitectos. No resulta necesario entrar en su vida, ni mencionar su origen, sus estudios o el lugar donde viven como justificación de su obra, aunque suele aparecer su trayectoria o una cadena de obras anteriores como algo relevante. De acuerdo con la estética de Hegel (las obras no son sino los frutos caídos), lo que el arquitecto ha hecho antes, con quién ha trabajado o el contexto del proyecto no sirven como marco, pretexto o explicación del diseño, pero se utilizan como origen abarcador del discurso sobre la obra. El autor prefiere relacionar las obras con las noticias y sucedidos, tanto actuales como rememorados, y señalar las tendencias que se inician o refuerzan con su construcción. Todos sus artículos son oportunos, están escritos al hilo del acontecimiento y se insertan cómodamente en las preocupaciones ciudadanas.

Con este formato de recopilación, todo ello alcanza su mejor expresión: aunque cada uno de sus artículos es una crítica de los arquitectos y de sus obras, su exposición cronológica ayuda a entender, no ya la arquitectura en abstracto, sino cómo despliega su complejidad el mundo que construimos entre todos. Por sus páginas desfilan los acontecimientos más importantes de esos Años alejandrinos al filo del milenio, expectantes en el primer tomo e inciertos del próximo devenir en el segundo.

Esta trayectoria se hace explícita desde el primero de los más de cien artículos del primer tomo, La edad del espectáculo, dedicado a las torres inclinadas KIO en el Madrid de 1993, como ejemplo del declive de la arquitectura del dinero de los años ochenta, y culminan con el Kursaal de Moneo en San Sebastián y el polémico triunfo de Peter Eisenman en el concurso de la Ciudad de la Cultura de Santiago. Pero en el último párrafo, Fernández-Galiano acompaña esas noticias con el final de la tregua de catorce meses de ETA en diciembre de 1999, la fractura astillada de Chechenia y la marginación de buena parte de la humanidad por el capitalismo liberal, la democracia representativa y por ese fenómeno de la cultura y el espectáculo al que damos el nombre de Arquitectura.

El segundo tomo contiene otros ciento y pico artículos, que arrancan con la colonización de la ciudad por las imágenes del consumo y el veloz crecimiento de lo virtual en enero de 2000, y culminan con el nuevo perfil de Madrid con sus cuatro nuevas torres, la muerte de Miguel Fisac y el atentado de la Terminal 4 en Barajas de 2006, como hitos de un año a la vez próspero y caótico. El mundo se resume con las imágenes del globo de Rem Koolhaas y Cecil Balmond para la Serpentine Gallery de Londres y el cubo de la Escuela de Diseño de Essen de SANAA. Cubo y esfera acompañados de una frase final de apertura a lo incierto: pensábamos que iba a ser el año de Mozart, pero ha acabado siendo el año de YouTube.

Al ofrecerse mes tras mes con un resumen trimestral suplementario, estos escritos críticos consolidan al libro como crónica y sitúan la disciplina en un plano más cercano y abarcable para los lectores. Con esa ampliación de alcance, la tarea de Luis Fernández-Galiano se sustrae a las exigencias tradicionales de la crítica disciplinar (Josep Maria Montaner, Arquitectura y crítica, Barcelona, Gustavo Gili,1999). No necesita detenerse en esas distinciones tan del gusto de teóricos y urbanistas, que gustan de adjetivar la arquitectura y los arquitectos desde posiciones intelectuales elitistas. Nos evita esos lugares comunes que tachan la arquitectura de comercial («a veces correcta, pero con frecuencia banal»), o de icónica («producida por arquitectos estrella para grandes corporaciones») o de calidad («realizada por arquitectos españoles»). Tampoco precisa de justificaciones o afinidades ideológicas para defender un modelo teórico de edificio o de ciudad constituido como referente de «lo que debe ser la arquitectura».

Y ello permite al autor sustraerse de los niveles más arduos de la crítica (Giorgio Agamben, La potencia del pensamiento, trad. de Flavia Costa y Edgardo Castro, Barcelona, Anagrama, 2008, p. 248), el hermenéutico como interpretación de la obra y el fisionómico para situarla por historia o semejanza entre las demás, y colocarse cómodamente en el nivel expresivo, donde resuelve la totalidad en «una imagen, un carácter o un simple gesto». En estos escritos no hay lugar para el resentimiento o la añoranza. No pretenden priorizar, categorizar o establecer criterios o valores estéticos de referencia, ni necesitan recurrir a la ética. Fernández-Galiano no necesita de ello para transmitir unas posiciones o preferencias bien claras, y definidas en términos tan precisos y afilados como la punta del lápiz que siempre usa para escribirlos.

El tratamiento de una obra tan polémica como la de Santiago Calatrava en 2006 es buen ejemplo de su manera crítica de escribir: su Palau de les Arts es colosal y caligráfico como un cómic de Flash Gordon; un centro de transportes en la zona cero de Nueva York es erizado y lírico; un rascacielos retorcido en Suecia produce mareos según cita una revista especializada, o es producto de una teoría del churro, en palabras de un conocido columnista español que lo relaciona con un proyecto de rascacielos en Chicago en forma de broca, considerado falto de juicio por el promotor inmobiliario Donald Trump, en cita de The New York Times.

Esta sucesión de metáforas e imágenes entremezcladas con citas cargadas de sentido –de autores siempre bien conocidos– producen unos párrafos intensos, capaces de lograr un retrato eficaz de la manera de construir de ese arquitecto. Consigue insertar la riqueza creativa de la última realización en el contexto global de la cultura, mientras reafirma su base y trayectoria disciplinar en oportunas conmemoraciones y recuerdos de los maestros fallecidos.

En marzo de 1996, el acuciante final de toda una época política propicia la sugerencia de hacer balance, que el autor concreta en una lista, presentada con cierto distanciamiento como Un canon accidental, pero enormemente ambiciosa. Con tan solo cinco imágenes inconexas –un museo, un pabellón deportivo, una estación de ferrocarril, una torre de comunicaciones y un rascacielos de oficinas– logra compendiar toda la infancia democrática de España. El Museo Romano de Mérida de Rafael Moneo ejemplifica la modernización regional culta y cauta: el Pabellón Olímpico de Barcelona, la dotación de equipamientos en la ciudad; la estación de Santa Justa de Cruz y Ortiz resume el esfuerzo de nuevas vías de comunicación con el AVE; la Torre de Collserola y las Torres KIO son vistas como la cara y la cruz del proceso de internacionalización en el perfil urbano de las dos metrópolis de Barcelona y Madrid.

Esta lista, enseguida calificada de «ambigua, que se inicia luminosa y se desfleca en sombras», es propuesta como modelo para quienes ganen las inminentes elecciones. En sólo una página, lo construido se inserta en el recorrido político del país para constituirse en resumen y símbolo de una época. El vínculo de necesidad propuesto por Leon Battista Alberti en su tratado De re ædificatoria de 1485 como razón primordial para construir tanto edificios como carreteras, puertos o ciudades, se mantuvo vigente hasta entonces, dotando de sentido a lo resumido en la lista. Pero se debilitó con el cambio político para dar paso a una instrumentación de lo construido que derivó en el frenesí de caprichosas realizaciones de la siguiente década.

Fue realmente oportuno ofrecer esa lista como síntesis de una manera de entender lo construido, tanto como el aviso –realizado en noviembre de 2005, bajo el título de «Homilía de Adviento»– de que la inflación de las arquitecturas de autor estaba devaluando el valor publicitario de las obras espectaculares. Se iniciaba una reacción contra las obras emblemáticas que en la crisis posterior se extenderá a toda la sociedad. Pero Fernández-Galiano no busca el origen del rechazo en razones éticas o de despilfarro, sino en la multiplicación incontrolada de este tipo de obras, con las inevitables secuelas de dilución de la singularidad y de menoscabo de su excelencia por la propia incapacidad de los arquitectos para mantener el nivel de sus proyectos. De nuevo, el anuncio de otra manera de construir que se desmorona, dando paso a una época en la que, sencillamente, no se construye, y ahí seguimos.

Por las páginas de estos dos tomos discurre el relato de las obras más relevantes de esos años, en una edición muy cuidada, con imágenes adicionales y traducción de todos los artículos al inglés. La búsqueda de los temas viene facilitada por un resumen inicial, seguido de los listados completos de todos los artículos, colocados al principio, mientras que los arquitectos se relacionan en un índice onomástico situado al final de cada tomo que, además de que será inmediatamente consultado para confirmar presencias y ausencias, tiene el valor añadido de indicar los nombres más mencionados.

En el conjunto de los dos tomos, los arquitectos extranjeros más mencionados son Rem Koolhaas, Norman Foster, Frank Gehry, Jacques Herzog y Pierre de Meuron, Peter Eisenman, Jean Nouvel, Álvaro Siza y Renzo Piano. Entre los arquitectos españoles, los de mayor número de menciones son Rafael Moneo, Antonio Cruz y Antonio Ortiz, Juan Navarro Baldeweg, Emilio Tuñón, Alejandro Zaera y Ricardo Bofill. De los maestros ya fallecidos, Ludwig Mies van der Rohe, Le Corbusier, Aldo Rossi, Louis Kahn, Philip Johnson y Francisco Javier Sáenz de Oiza.

La aparición de los nombres de François Mitterrand, George Bush y Osama bin Laden en la lista de los más mencionados confirma la apertura de esta crónica arquitectónica a cuanto ocurre en el mundo y añade un nuevo motivo de interés. Pues, aunque la conexión de estos tres nombres con el mundo de la arquitectura es evidente por razones de impulso y destrucción, no lo es tanto en otros casos y resulta atractivo bucear entre sus páginas para encontrar vínculos y ocasiones.

Demasiado a menudo, la palabra escrita es tomada como refugio frente a la incapacidad para entender y enfrentarse al mundo. No es el caso de este libro de Luis

Fernández-Galiano, altamente recomendable para quien quiera entender las claves culturales de la construcción de la ciudad, de cuanto nos rodea y envuelve. Un libro de amena y obligada lectura para recordar a los principales protagonistas y episodios de la construcción de nuestro mundo como retrato de lo acontecido y anticipación de lo por venir.

Miguel Aguiló es ingeniero. Sus últimos libros son La ligereza de las pasarelas españolas (Madrid, Grupo ACS, 2009), Qué significa construir. Claves conceptuales de la ingeniería civil (Madrid, Abada, 2013), La construcción del Nueva York moderno. Protagonistas, obras y significados (Madrid, Grupo ACS, 2014), La repetida construcción de Berlín (Madrid, Grupo ACS, 2015), La construcción del paisaje de Sídney (Madrid, Grupo ACS, 2016), La pragmática construcción de Londres (Madrid, Grupo ACS, 2017) y La obstinada construcción de San Francisco (Madrid, Grupo ACS, 2018).

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Ficha técnica

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