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En la fundación de una literatura

Los palabristas

BOHUMIL HRABAL

Ediciones Destino, Barcelona, 1997

Trad. de Eva Kruntorádová y Núria Mirabet

300 págs.

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En su paciente y meritorio trabajo de rescatar para los lectores hispanohablantes la extensa –y dispersa– obra del desaparecido escritor checo, Destino nos presenta ahora uno de sus primeros libros –fue escrito durante los años cincuenta y publicado por vez primera en 1964, el mismo año en que apareció Curso de danza para adultos y alumnosavanzados–, que es también uno de los fundacionales de su peculiarísima y deslumbrante literatura. Se trata de una colección de relatos –once en total– mediante los que Hrabal nos desvela a una gavilla de personajes patéticos y marginales, casi siempre víctimas de un destino tan miserable como cruel –también, naturalmente, de sí mismos–, pero que de modo invariable son capaces, se ignora si por demencia o lucidez, de sobrevivir gozosos y desplegar una vitalidad desbordante que posee la cualidad de seducir al mundo circundante –y a nosotros como consecuencia–, de descomponer también los esquemas y los prejuicios sociales imperantes, aunque sin recurrir a violencia alguna, como la cosa más natural del mundo, con su sola presencia y su entusiasmo candoroso.

Es, como decía, un texto fundacional de la narrativa hrabaliana, pero no sólo por sus personajes y la forma en que se los mira, sino también en razón de otros conceptos: aparece aquí ya perfectamente desarrollado el procedimiento fundado en la oralidad del que el mago de Brno llegará a ser maestro y que es mucho más que un procedimiento, pues se funda en una concepción del mundo y de la literatura. Hrabal nos cuenta incontenible las peripecias de sus personajes y a sus personajes mismos mediante las cosas que ellos mismos relatan incesantemente a otros –o se las cuentan a sí mismos, como hará el propio Bohumil–, y él mismo es un personaje más de sus historias que no para de contar y de este modo encuentra sentido a su vida –así lo será, en efecto, en Bodas en casa, por ejemplo–, y todo es en él y a su alrededor un tejer caótico y desbordante de hechos, sentimientos, colores, aromas, cerveza, siempre cerveza, y desconcierto, amor, humanidad que brota como una flor en un campo yermo, y que acaba componiendo, se diría que por arte de hechicería, el flujo apasionante que es la vida… según Hrabal. Encontraremos en estos relatos, incluso, secuencias y cuadros que aparecerán más tarde en otros libros del autor, Personajes en un paisajede infancia –aquella inolvidable madre en bicicleta que se acaba de cortar el pelo y acortar la falda–, Bodas en casa o La pequeña ciudaddonde el tiempo se detuvo, desarrollados de otro modo y con otros fines, pero presentes recurrentemente en su discurso como para recordarnos que en la obra hrabaliana todo forma parte de un único tapiz que su creador irá anudando incansable y paciente, y que puede contemplarse desde distintas direcciones para encontrar siempre fragmentos de lo mismo, del caos que configura la existencia.

Es, en otro sentido, el retrato de la vieja Europa cuyo pretendido orden ha desaparecido tras las guerras y las conmociones políticas, dejando a sus inquilinos en la orfandad y el desconcierto, aunque también libres de los hilos que los ataban a un destino concreto y reconocible. Los seres de estos relatos son huérfanos y errantes, han fracasado y no sólo no les importa sino que son felices, seguramente porque ya no tienen ningún triunfo personal hacia el que dirigir sus vidas… Y los preceptos del nuevo orden, aunque brutales y absurdos, se revelan incapaces de transformar lo esencial de la existencia de estos personajes, que se las ingenian, sin un mal gesto, para sortearlos o dejarlos vacíos de contenido con sólo someterlos a su propio ridículo. Kafka y Hasek, y no pocos ingredientes del concepto existencial de Jan Neruda, pueden rastrearse aquí –unas historias lo dejan entrever más claramente que otras– como las ineludibles herencias de Hrabal. Pero dicha tradición ya está hrabalianamente elaborada, sometida a la prueba del crisol gracias al que nuestro autor acabará recreando literariamente la sociedad checa –trasunto de aquella Europa que se fue– para encarnarla en ese mundo salido de la confusión que nunca se permitirá siquiera condenar: Hrabal proclama la superioridad de la existencia como dato previo, sin paliativos ni condicionantes, por encima de concepciones generalizadoras. Y con eso, precisamente, deja al desnudo la estupidez de los sistemas y las estructuras del mundo insensato que le ha tocado vivir.

Acabaré refiriéndome a la escasa suerte que, en su edición en español, viene teniendo la obra de Bohumil Hrabal. De traductor en traductor, esta editorial que ha asumido la empresa de hacernos posible su lectura, no parece encontrar quien acabe de penetrar los recovecos y matices que constituyen algunos de los principales goces de los libros del checo, y de trasponerlos dignamente en español. Tras el difícil período de la Zgustová, el tándem que se ha hecho cargo del texto que ahora comentamos tampoco acaba de funcionar, y así, además de no pocos tropezones debidos a la simple chapuza, el lector se encuentra con abundantes pasajes vacíos de gracia y de fuerza, que contrastan con aquellos en los que sí se ha encontrado el ritmo y el lenguaje adecuados. Habremos de confiar en que todo mejore en futuras traducciones.

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Ficha técnica

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