Comentarios de YouTube, un nuevo género

Claro que no se trata realmente de un nuevo género literario, pero sí seguramente de un nuevo fenómeno sociológico: el de los comentarios. Nunca antes se nos había dado la oportunidad de escribir tantos comentarios sobre tantas cosas ni se había esperado de nosotros que comentáramos tanto sobre tanto. La gran revolución de las comunicaciones es, sobre todo, una revolución de los comentarios. No usamos WhatsApp, Twitter o Facebook para transmitir mensajes, realmente, sino más bien para transmitir comentarios. Todo se comenta: los artículos de esta revista, por ejemplo, o los de este mismo blog que usted está leyendo en este momento, pueden ser comentados y lo son algunas veces. Se comentan los blogs, los artículos de prensa, las fotos subidas en Facebook, los vídeos de YouTube, los comentarios de las otras personas o incluso los propios comentarios. Twitter no es más que una gran red de comentarios que se comentan entre sí. Los grupos de WhatsApp, comentarios de comentarios.

«Mirad qué perrito me he comprado. ¿A que es mono?» «A Ti, Julia Lobisón Hernández y 23 personas más les gusta esto». Julia Lobisón Hernández: «Sí que es mono. ¿Cómo se llama?» Tú: «Se llama Héctor, como el héroe de la Odisea». Marga Suñén: «Qué guay». «Marga Suñén ha compartido esto». Dr. Quail: «Dirás de la Iliada». Tú: «Ups». Rodrigo Pancorbo: «Qué bien que haya personas que todavía sienten amor por los animales y por la naturaleza en este mundo corrompido por la desmedida ambición». «A Ti, Marga Suñén y cinco personas más les gusta el comentario de Rodrigo Pancorbo». Lori Chozas: «Dios te bendiga, Rodrigo».

Esta es una típica situación Facebook. Si hace quince años nos hubieran contado que a esta clase de majaderías dedicarían muchas horas de su tiempo la mitad de la población del planeta, nadie lo habría creído.

De todos los tipos y estilos de comentarios, he de confesar una debilidad desmedida y quizás alarmante por los comentarios de YouTube. No puede haber nada mejor que ponerse a escuchar música en YouTube, pero he de confesar que disfruto más lo que escucho cuando hay muchos comentarios. Escucho música, sobre todo música «clásica», pero también jazz y también muchas otras cosas a las que uno llega no sabe muy bien cómo. Lo que sigue es una pequeña tipología de los comentaristas de los vídeos musicales de YouTube.

Primero está el entusiasta. El entusiasta afirma siempre que la que comenta es la mejor versión que ha escuchado de esa pieza, y que la pieza en cuestión es, además, su obra favorita del repertorio. Es asombroso la cantidad de obras recónditas y muy raramente escuchadas que son la obra favorita de mucha gente. Ayer escuchaba, por ejemplo, una magnífica versión de La vida de María, de Paul Hindemith, y dos comentaristas afirmaban que era su ciclo de Lieder favorito de todo el repertorio. Es posible, por qué no. La Sinfonía Celta, de Sir Granville Bantock: mi sinfonía favorita de todo el repertorio. ¿De verdad?

Está, además, el entusiasta novato. Este afirma que es la primera vez que oye música clásica, pero que a partir de ahora sólo escuchará música clásica porque es lo más bello que ha escuchado jamás. Puede tratarse de cualquier obra: Chaikovski, Mozart, Pergolesi, Dukas… Claro, es lógico, porque el mundo está lleno de personas jóvenes que tienen la suerte y la oportunidad de descubrir toda clase de cosas.
El entusiasta novato tiene una característica muy definida: como lleva toda la vida escuchando música pop, el único término musical que conoce es «canción» y, para él, todo lo que oye es una “«canción». Así, escuchando una grabación de la Séptima Sinfonía de Beethoven, del Réquiem de Mozart o de La Pasión según san Mateo de Bach, exclamará lleno de fervor que jamás ha escuchado «una canción más bonita», o que la obra en cuestión es su «canción» favorita.

Aquí salta, indefectiblemente, el pedante. El pedante siempre es altivo y desdeñoso, y habla con un tono suficiente y sarcástico. «La pasión según san Mateo no es una “canción”, sino un oratorio escrito por el gran genio de la música universal Johann Sebastian Bach. Se nota que jamás has oído música clásica». El entusiasta novato suele quedarse amilanado ante estos comentarios que le demuestran que es un ignorante redomado.

Un personaje que suele mencionarse a menudo en los comentarios de YouTube es Justin Bieber. Escuchamos, por ejemplo, a Carlos Kleiber dirigiendo Una vida de héroe de Richard Strauss, o a Artur Schnabel interpretando a Schubert, y alguien comenta: «Esto sí que es música, y no esa mierda de Justin Bieber». ¿Quién puede acordarse de Justin Bieber al escuchar esas interpretaciones excelsas?

Otro personaje recurrente en los comentarios de YouTube es el cursi iletrado, infatigable especie que abarrota las florestas de Internet. Escuchamos, por ejemplo, a Ingrid Haebler tocando a Mozart, y el cursi escribe: «La sublimidad acuciante de estas páginas transpira en mi alma una emoción interior que supera toda posible adscripción. ¡Jamás había sido partícipe de tal eclosión! Sin duda constituye un hito de la música grabada». Por supuesto, el pedante se ensañará a gusto con el cursi iletrado llamándolo de todo, y el cursi iletrado responderá muy ofendido que lo que pasa es que él habla con el corazón y que el otro es un pedante (lo es, pero él es un cursi y, además, iletrado).

Luego está el especialista. El nivel de especialización y erudición de los que escuchan música clásica en YouTube es asombroso. Por ejemplo, existen varias grabaciones de Furtwängler dirigiendo la Novena Sinfonía con la Filarmónica de Berlín en 1944. Está la grabación del 12 de marzo y la del 14 de marzo. Escuchamos la del 12 de marzo, por ejemplo, y el especialista escribe un comentario diciendo: «Ésta no es la versión del 12 de marzo, sino una del 6 de marzo». ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo puede saberlo?
Escuchamos una versión del Segundo Concierto para trompa de Richard Strauss con, por ejemplo, la English Chamber Orchestra, una versión perfecta y que suena maravillosamente bien, y un comentarista escribe indignado: «Eso que suena no es, de ningún modo, la ECO!!!». ¡Qué oído tan fino!

Está el despistado que no lee. El que oye la Sinfonía núm. 41 de Mozart dirigida por Karl Böhm y la Filarmónica de Viena, y pregunta agitadamente: «¿Alguien conoce el título de esta canción? ¿Alguien puede decirme, por favor, quién la interpreta?» Está todo escrito, muchacho, pon un poco de atención.

Está el despistado que no se entera de nada. Como la red está llena de pianistas, violinistas, acordeonistas, flautistas, fagotistas, etc., etc., etc., que se cuelgan a sí mismos tocando, o ensayando en su casa, o bien que suben sus exámenes en el conservatorio o sus conciertos o recitales, el despistado se cree que todos los vídeos que ve son de este tipo. Ve a Kissin tocando el Rondo a capriccio, op. 129 de Beethoven y comenta: «Me ha encantado tu música; tocas muy bien. ¿Es tuya esa composición?» El pedante contesta: “Evgeny Kissin es uno de los grandes pianistas de la actualidad, cretino, no es él quien cuelga sus propios vídeos. Es evidente que esta música te viene grande. Vuelve a tus discos de Justin Bieber».

En efecto, la red genera una agresividad exageradísima. Es como esos que, cuando se meten en su coche, se convierten en bestias feroces. Pues si estar dentro de un coche da sensación de impunidad, ¡qué decir de estar en tu casa tranquilamente y protegido por un seudónimo!

Quizá mi personaje favorito, sin embargo, es el exigente.

En general, el nivel de exigencia de los comentaristas de música clásica de YouTube es altísimo, de una altura extravagante que puede hacernos reír a carcajadas. Da igual quién sea el intérprete, siempre habrá un comentarista que encontrará la versión anémica, seca, sin vida, y que afirmará que el intérprete toca mecánicamente, como un autómata. Nadie se salva. Arturo Benedetti Michelangeli, por ejemplo: «Toca como un autómata, sin alma; no es un hombre, sino una máquina». Sviatoslav Richter: «Un pianista malísimo, sin duda el peor de la historia; todas sus interpretaciones revelan una falta absoluta de musicalidad». No transcribo comentarios literalmente, quién sabe ya dónde estarán, pero el espíritu y el estilo son de esa guisa.

El exigente de YouTube afirma, por ejemplo, que las versiones de Chopin de Rubinstein son mediocres, y que prefieren las de Lang Lang. Se ríe desdeñosamente de Janet Baker, afirmando que desafina y que emite gallos. Todos estos ejemplos son reales, no estoy inventándomelos. Las obras más grandes de la música, los intérpretes más asombrosos, no son suficiente para muchos de los usuarios de YouTube, que los consideran mediocres, torpes, carentes de gusto.

Otro personaje que nunca falta en los comentarios de música clásica de YouTube es el nazi. Si uno tiene paciencia, siempre acaba apareciendo. El nazi siempre dice idioteces tremendas (para eso es nazi), como que la música de Beethoven sólo pueden tocarla bien los intérpretes blancos, o que una argentina como Martha Argerich no debería atreverse a tocar a autores nórdicos como Schumann o Grieg. Es una pena que los comentarios del nazi sean a menudo considerados «ofensivos» por el sistema, que los borra o los oculta, privándonos así de muchas horas de diversión inocente.

Leyendo comentarios de YouTube uno se pregunta cómo es posible que haya tantos nazis en el mundo. Yo diría que, de cada cincuenta comentarios, uno suele ser nazi. ¿Cómo es posible? ¡Es demasiado!

Frente al nazi está el celoso antinazi, que en cuanto aparece música de Wagner en lontananza afirma muy furioso que Wagner era el autor favorito de Hitler y que es una vergüenza que la gente escuche esa basura.

Finalmente, ese personaje misterioso que pone un «No me gusta», quién sabe por qué. Treinta mil personas han escuchado la grabación, 1.558 «me gusta» y un «no me gusta». ¿Quién será ese lobo solitario? Por ejemplo, el coro de la Catedral de Westminster interpretando el Réquiem de Tomás Luis de Victoria. Nadie puede llegar hasta aquí engañado: el título del vídeo informa claramente de lo que contiene, pero alguien lo pincha, se pone a escuchar esa música y esa versión, la quintaesencia de la magia y de la maravilla, y con toda tranquilidad pincha el «no me gusta».

El mundo está lleno de pájaros raros.