Edén y catástrofe
Una cosa lleva a la otra, como siempre. Escucho, en la voz grave, a la vez firme y trémula, de Sarah Vaughan, Moonlight in Vermont, la estupenda balada compuesta por Karl Suessdorf y John Blackburn, y caigo en la cuenta de que cada estrofa es una especie de haiku («monedas en un arroyo / caen hojas, un sicomoro / luz de luna en Vermont»). Lo cierto es que en Vermont no abundan los sicomoros. Lo más notable de su flora son los bosques boreales, mezcla de coníferas y caducifolias que exhiben todos los tonos del verde en primavera y verano y componen una increíble sinfonía de colores cálidos en otoño (el arce es el árbol más celebrado y lo es aún más el viscoso sirope que se elabora con su savia, y que tanto gustaba a Guillermo Cabrera Infante).