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Una relectura de Eyes Wide Shut

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Si leemos la novela de Arthur Schnitzler en que se basa la película de Stanley Kubrick, lo primero que nos asombrará es lo poco que se ha apartado Kubrick de la historia original, a pesar de las diferencias geográficas, culturales y, sobre todo, temporales que separan ambas narraciones. Sin embargo, el énfasis (y en la vida, como sabemos, casi todo es un problema de énfasis) es diferente en cada caso. En Schnitzler, el énfasis está en ese «relato soñado» del título. En Kubrick, en la gran orgía-ritual.

Eyes Wide Shut termina por convertirse en metáfora de algo con lo que Schnitzler no pudo ni siquiera soñar. Todo se resume en las últimas palabras de la película, quizás incluso en la última palabra, pronunciada por la esposa (Nicole Kidman) en medio de una tienda de juguetes. La palabra es fuck.

En efecto, eso es lo que necesita hacer el matrimonio, según la esposa, para salvarse. ¿De qué? De la imaginación. De los sueños. Del mundo de las fantasías de la mente. De los relatos soñados.

Pero, ¿qué significa la gran orgía ritual? Internet está lleno de vídeos donde diversos chiflados más o menos ingeniosos estudian la película, cuando no toda la obra de Kubrick, como una denuncia de esos grupos de poder, Bildelberg, reptilianos, Illuminati, etc. que serían los verdaderos dueños del mundo. Una de las máscaras de la orgía, por ejemplo, tiene forma de pirámide. Y ya saben ustedes lo que simboliza la pirámide: el gran sello americano, el reverso del billete del dólar, la gran conspiración.

Para mí, la orgía-ritual de Eyes Wide Shut representa otra cosa muy distinta. ¿Se acuerdan ustedes de aquello de «si camina como un pato, tiene un pico de pato, hace cuá cuá como un pato y parece un pato…»? Observemos cómo funciona la orgía-ritual. Hace falta una contraseña para entrar. Cuando se entra, hay que ponerse una máscara, es decir, adoptar una identidad falsa o colocarse un rostro falso que oculta la verdadera identidad y el verdadero rostro. Una vez dentro, hay muchas salas, y en todas hay muchas mujeres desnudas, todas asombrosamente bellas, y también hombres y mujeres haciendo el amor en todas las posturas y combinaciones posibles. Hay más detalles, todavía: todo sucede muy despacio. A pesar del frenesí, el paso de una habitación a otra y de una escena a otra parece suceder en un extraño mundo de aceite donde la temporalidad o, incluso, las leyes de la física parecen suspendidas. Otro detalle: se trata de una gran orgía en la que la mayor parte de los asistentes no participan, sino que simplemente miran. No está claro si los participantes son los que sudan desnudos o los que miran vestidos. Otros detalles: el silencio. No se oye un gran fragor de música, voces, carcajadas, sino apenas nada.

Pero, ¿qué es un lugar en el que hace falta una contraseña para entrar, hay que adoptar una identidad falsa, uno puede participar anónimamente y sin que nadie sepa quién es, hay muchas habitaciones o salas, hay mujeres desnudas por todas partes, hay mucho sexo, todo sucede lentamente y todo sucede en silencio o casi en silencio? Desde luego, ese lugar es Internet.

Ahora entendemos lo diferente que es Relato soñado de Eyes Wide Shut. Ambas obras tratan de los celos y de las fantasías eróticas de hombres y mujeres, pero la segunda lleva el tema a los albores del siglo XXI (la película apareció en 1999). En efecto, el principal problema de la pareja protagonista, el doctor Bill Harford y su esposa Alice, no son las fantasías de la esposa rica y aburrida. Parte del aburrimiento y de la frustración de Alice se deben, precisamente, a Internet. El verdadero problema de la pareja es Internet.

Posiblemente, el buen doctor (como lo llama el dueño de la tienda de disfraces) asiste a la orgía-ritual todas las noches. Probablemente, esa larga escena que se desarrolla en una gran mansión de las afueras de Nueva York tenga lugar, en realidad, dentro de la cabeza del buen doctor, y se celebre todas las noches. El buen doctor es adicto a la pornografía de Internet, y ya no hace caso a su mujer.

Eyes Wide Shut sería entonces, entre muchas otras cosas (ya que una película de Kubrick nunca es sólo una cosa) una denuncia suave, simbólica, demoledora, de Internet y del daño que está causando en nuestras vidas. Estos daños ya eran visibles en 1999, cuando se estrenó la película.

Alice sueña que hace el amor con otro hombre y que se ríe de su marido al hacerlo. Al despertar, le cuenta el sueño al marido. A continuación, las imágenes del sueño se trasladan a la imaginación del marido, donde podemos verlas en blanco y negro. Imaginación, imágenes. Imágenes en blanco y negro: los orígenes del cine. El cine como proyección de imágenes de la imaginación. El cine como relato soñado.

La casa de los Harford, un piso de lujo en el que todos desearíamos vivir, está decorada con enormes cuadros, todos ellos obras de Christiane Kubrick, la esposa del director. De modo que las fantasías de la imaginación de la esposa, los cuadros, aparecen en el interior de las fantasías del esposo, la película.

Christiane Kubrick, que terminaría por convertirse en una pintora conocida, era originalmente actriz. Kubrick la conoció durante el rodaje de Senderos de gloria, donde es una bella muchachita alemana que canta una canción frente a un grupo de soldados franceses. Ciertamente no estaba desnuda, pero era una muchachita rubia y angelical actuando frente a un grupo de hombres rudos. Probablemente, Kubrick se enamoró de ella durante esta escena. Se casaron inmediatamente después del rodaje.

Una metáfora de Internet. Pero entonces, ¿qué diablos significa el ritual? ¿Y quién es esa especie de obispo terrorífico que lo preside? Envuelto en una capa roja y con una máscara dorada, el Maestro de Ceremonias de la orgía-ritual carece en realidad de connotaciones simbólicas. Si es símbolo de algo, si pertenece a algo, ignoramos lo que es. Es el centro espantoso de algo que organiza la rueda del mundo, pero que carece de nombre. Su poder es infinito, ya que tiene la capacidad de levantar las máscaras y revelar la identidad personal e íntima. Puede meterse en tu casa, y colocar una máscara, tu propia máscara, en la almohada de tu cama.

Cuesta trabajo creer que la organización, sea cual sea, tenga la capacidad de localizar la máscara que alquiló el doctor en una tienda del Village, de meterla dentro de la casa del matrimonio y de colocarla en la almohada de al lado de la mujer dormida. En realidad, la máscara ya estaba dentro de la casa y ya dormía noche tas noche en la almohada de al lado de la mujer.

Este «señor oscuro» es Internet. El corazón invisible de una red cuya circunferencia es infinita y cuyo centro no está en ninguna parte.

Estamos perdidos en un mar de imágenes dentro de imágenes, hemos perdido el sentido de la verdadera realidad y vivimos vidas virtuales en mundos virtuales. Hemos sustituido los sentidos del cuerpo por aplicaciones informáticas. Vivimos dentro de relatos soñados que ya ni siquiera brotan dentro de nuestra cabeza, sino dentro de una máquina. Hemos sustituido la vida por un juego. Nos dedicamos a jugar con una máquina, y lo hacemos por todas partes, a todas horas, con todo tipo de excusas.

Jugar. Lo más horrible es que Internet tiene la forma de un juguete. Pero es un juguete bomba. Un juguete envenenado. Una de esas galletas alucinógenas de Alicia. Alice Harford in Wonderland.

La última escena de Eyes Wide Shut tiene lugar dentro de una tienda de juguetes. En la economía del relato, la tienda de juguetes se pone de inmediato en relación con la orgía-ritual. Juguetes para niños (ositos de peluche, triciclos, trenes) y juguetes para adultos.

– Sea como sea, hay algo que debemos hacer cuanto antes – dice Alice.
– ¿Qué? – pregunta su esposo.
– …

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