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Conversación con Irene Antón y Rubén Hernández, de Errata Naturae: «Los editores “independientes” somos terriblemente dependientes a la hora de editar»

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Aunque es posible que (en el contexto actual) todo editor juegue a la ruleta rusa con su catálogo, arriesgando la existencia y la continuidad de su empresa con la publicación de cada nuevo título, lo cierto es que ningún editor parece correr tantos riesgos como Irene Antón y Rubén Hernández, responsables de Errata Naturae, uno de los proyectos de mayor calidad y coherencia de la edición española actual. Irene Antón (Madrid, 1978) es licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, cursó estudios de doctorado en la Université Paris IV, Paris-Sorbonne, y de literatura alemana en la Freie Universität de Berlín; obtuvo su Diploma de Estudios Avanzados gracias a un trabajo titulado La santidad transfigurada. Ética y estética en la obra de Jean Genet y ha traducido a autores como Jean-Luc Nancy, Robert Desnos y Michel Onfray. Rubén Hernández (1978), por su parte, ha sido profesor de Estética y Teoría de las Artes en el departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, ha comisariado diversas muestras de cine en España, Alemania y Brasil, y ha sido colaborador de publicaciones como Revista de Occidente o ABC Cultural. Este diálogo se celebró en la librería La Buena Vida y es parte del ciclo «Antología en movimiento», una serie de conversaciones públicas entre el escritor Patricio Pron y una selección de artistas de la escena madrileña contemporánea que Revista de Libros viene publicando regularmente.

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Quisiera comenzar preguntándoos acerca de los orígenes de la editorial, que se remontan (si no estoy equivocado) a 2008, en un marco en el que ya escuchábamos habitualmente que la industria editorial se encontraba en franca decadencia y que era un pésimo momento para proyectos de ese tipo.

RH: Nosotros comenzamos a pensar en el proyecto en 2007, cuando todavía no se hablaba explícitamente de crisis, y el primer libro salió en abril de 2008, que fue cuando se comenzó a hablar de ello, aunque espero que no exista una relación de causa y efecto entre una cosa y otra [risas]. En cuanto al origen, yo creo que fue una sesión de terapia donde, de repente, se me cruzó la expresión «matar al padre» con la frase «montar una editorial». Al principio esto no tuvo mucha trascendencia, pero la psicoanalista me lo recordó al cabo de un tiempo y ese fue el origen de Errata Naturae: los dos estábamos terminando nuestras tesis doctorales o comenzando a terminarlas y nos encontrábamos un poco hastiados de la relación con el «papá Estado», el «papá beca» y el «papá universidad», y pensamos con cierta ingenuidad que montar una editorial podía ser una solución.

Más allá del tiempo material y el esfuerzo dedicados al proyecto, que no son fácilmente cuantificables, ¿cuál fue la inversión inicial?

RH: Creo que estuvo en torno a los treinta mil euros. Nosotros nos planteamos no tener que depender del retorno de lo invertido en los títulos del primer año, que creo que fueron unos ocho, pensando que, de algún modo, el proyecto debía sostenerse sin que el quinto libro tuviera que costearse con los beneficios del cuarto, que no podíamos dar por seguros. Y esos treinta mil euros era la inversión que necesitábamos hacer para que fuera posible.

Dejadme que os pregunte por el nombre de la editorial. En un momento en el cual (al parecer) éstas debían por fuerza tener nombres esdrújulos como «Periférica», «Nórdica», «Automática», «Minúscula» o «Diábolo», la vuestra no lo tenía. Bromas aparte, ¿cómo surgió el nombre?

RH: No recuerdo cómo surgió el nombre, pero sí el planteamiento inicial que nos hicimos, que era buscar un nombre a través del cual derivar una cierta organización tanto estética como de contenidos de los libros que queríamos editar. Y el nombre «Errata Naturae» habla de lo otro, lo diferente, lo pequeño, lo ajeno, lo marginal; la errata naturae es el monstruo, aquello que queda un poco apartado de los límites de lo social, el distinto, el que nace por un error o por un azar. Con ese nombre queríamos reforzar, pues, una cierta idea editorial y también crear una serie de colecciones, y esa es la razón por la que, al menos al principio, cada una de las colecciones estaba vinculada a un monstruo, a una errata naturae.

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Hablemos, pues, de esas colecciones, que os distinguen de las otras editoriales pequeñas españolas del momento, ya que es poco habitual que una editorial que comienza se imagine a sí misma con varias colecciones. Si no me equivoco, son ocho, entre ellas, La mujer cíclope, La oveja vegetal y El Pasaje de los Panoramas.

IA: Sí, El Pasaje de los Panoramas es la última en ser creada. Tiene un año y medio y es, de una manera amplia, una colección de narrativa. Y digo amplia porque también incluirá correspondencias, memorias y textos más biográficos, de modo que no sólo es ficción. Es una colección en la que participamos los dos, pero en la que quizás yo estoy más implicada.

Otras dos de esas colecciones son Los Agripianos y Los Cinocéfalos.

RH: Sí, la primera es una colección de filosofía, donde vamos sacando uno o dos títulos al año (que es lo que nos permite el mercado), pero luego está La muchacha de dos cabezas, donde entran cosas más vinculadas con la teoría política, el urbanismo, la sociología, etcétera. Los Cinocéfalos es una colección de pensamiento crítico, que tiene menos títulos. Hay otra colección que no has mencionado, acerca del cine, llamada Los Polioftálmicos, que es la que nos está costando más por el hecho de que los libros de cine están quedando relegados en librerías. Nos gustaba la idea de dividir toda esta producción en colecciones para hacer más visibles las intenciones del catálogo.

IA: Al principio pensamos en hacer una biblioteca, donde cupiese todo lo que nos parecía importante que estuviese traducido y publicado, pero luego pensamos que era más sencillo dejar claro a qué ámbito pertenecía cada libro mediante las colecciones y los colores de las portadas, y nos gustó el juego con los personajes, que entroncaba con el nombre de la editorial, como ha dicho Rubén. Así que fuimos descubriendo estos personajes y poniéndoles nombre, pero, probablemente, si empezásemos hoy, haríamos no más de cuatro colecciones, ya que ocho parecen demasiadas.

Otra de esas colecciones es Los Pequeños Platones.

RH: Sí, a Los Pequeños Platones me los encontré en París, en una librería, y los compré para mí porque me encantaron. Es una colección de filosofía para niños, pensada para niños (si son franceses) de diez u once años y (si son españoles) de doce o trece [risas]. Pero de ninguna manera los compré para publicarlos; sin embargo, al cabo de un año o así, nos lanzamos a ello y está funcionando muy bien, tanto a nivel de prensa como de ventas.

IA: Hemos hecho un gran esfuerzo para que la conociesen los profesores, hemos generado unas unidades didácticas que se pueden descolgar de nuestra web en las que hay pasatiempos y juegos que tienen que ver con los libros. Sin simplificar ni hacer de los filósofos unos tontos, la verdad es que acercan la vida cotidiana de los filósofos a los niños, haciéndola más cercana y divertida.

Tenéis una colección denominada «Fuera de colección» destinada a teleseries. ¿Se trata de la pata más comercial de la editorial?

RH: Sí, definitivamente. Son libros que nos interesan de otro modo, no menos, pero sí de una manera distinta, más lúdica tal vez, que otros libros que publicamos pero se venden más, lo que nos permite editar a otros autores que son deficitarios pero que nos interesa mucho publicar.

¿Con qué títulos comenzasteis?

IA: Los dos primeros (porque salimos con dos) fueron Pasar el invierno, un libro de relatos de Olivier Adam, y La evidencia del filme, de Jean-Luc Nancy, que es un libro maravilloso acerca del cine de Abbas Kiarostami. Fueron títulos que editamos con mucho cariño, haciendo todo entre los dos y trabajando uno al lado del otro, pero supongo que hay muchas cosas que se podrían haber hecho muchísimo mejor en ellos.

Una elección que tomasteis al comienzo y que creo que fue muy importante para la historia de la editorial fue que las portadas fuesen realizadas siempre por el mismo ilustrador. ¿Quién es el ilustrador y cómo llegasteis a la idea de emplearlo una y otra vez?

RH: Se trata de David Sánchez, que es dibujante de cómics y que nunca había hecho un diseño de libro y menos de colección, pero que (después de una mala experiencia que tuvimos con un estudio de diseño gráfico) nos presentó un diseño que es muy simple pero fantástico, que destaca mucho y tiene un alto nivel de reconocimiento.

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¿Os consideráis una editorial independiente? ¿Qué valores asociáis a esa expresión, tan utilizada estos días?

RH: No creo que haya ningún valor asociado a la palabra «independiente»; de hecho, yo no me siento para nada «independiente». A la hora de editar me siento terriblemente dependiente de toda una serie de circunstancias económicas, sobre todo económicas. Un editor independiente es alguien mucho más dependiente que algunos editores de grandes títulos a la hora de elegir autores. Luego es verdad que las dinámicas son complejas y que, si se nos mete en la cabeza publicar un libro y apostamos por él, lo hacemos cueste lo que cueste y puede que nos quedemos sin editorial por ese libro. Pero es verdad que existe una dialéctica entre dependientes e independientes que no sé hasta qué punto tiene sentido, sobre todo si pensamos en cuestiones como la calidad de la selección de los títulos y de la edición.

IA: Yo creo que, como editores «independientes», tenemos muchas servidumbres, tenemos que estar pendientes de muchísimas cosas, incluyendo una ingeniería comercial compleja, pero, finalmente, también podemos elegir perder por sacar un libro que consideramos que tenemos que sacar sí o sí. No sé si eso puede elegirlo una persona que trabaja en otro sitio.

RH: Ésa es una buena definición: eres independiente para poder elegir perder [risas]. Sin embargo, creo que, sea la editorial «independiente» o no, al final, lo único que importa es que en ella haya un buen editor que intente sacar adelante un proyecto culturalmente válido a medio y largo plazo. Eso es lo único que importa.

Vuestra editorial tiene la característica de asumir grandes riesgos, a menudo con autores muy fuertes. Aquí tengo una pequeña lista de los autores de vuestro catálogo en la que se encuentran nombres como los de Hans Magnus Enzensberger, Sadie Plant, Jean Genet, Michel Onfray, Edgar Hilsenrath, Kenneth Bernard, Luciano Bianciardi, Sophie Calle, Gilles Deleuze, Tiqqun, Robert Desnos, Dashiell Hammett, Lafcadio Hearn, Franz Hessel, Uwe Johnson, José Carlos Llop, Jean-Luc Nancy, Vincent Sorel, Boris Zaidman o Reyes Mate. Me preguntaba por qué siendo estos nombres tan importantes no han sido publicados por editoriales con un mayor poder económico; es decir, me preguntaba si la existencia de editoriales como Errata Naturae no es la expresión de una voluntad de, digamos, compensar al lector ante el hecho de que los editores de algunas editoriales en teoría más poderosas no han hecho bien su trabajo.

RH: Mi sensación es que, a mediados de los noventa, determinadas editoriales «independientes» fuertes en España o no «independientes» han dejado de publicar o han puesto un énfasis menor en determinados autores importantes porque los autores importantes son muy importantes, pero no venden mucho. A lo mejor, cuando la presión para obtener un mayor beneficio ha aumentado, cierta literatura ha sido dejada de lado y creo que eso también, de algún modo (además de la renovación tecnológica, que ha abaratado algunos costes), ha permitido un cierto boom de editoriales «independientes» en España. Pienso que a lo mejor esa es la razón por la que algunos de estos nombres son accesibles para nosotros.

Siendo una editorial de una estructura reducida como muchas otras, y ante el «boom» de editoriales «independientes» que señala Rubén, es posible que tengáis pares. ¿A quiénes concebís como vuestros pares en la edición en español?

RH: Existen editoriales que no tienen nada que ver con nosotros, pero que para mí son referentes, como Pre-Textos.

IA: Sí, es una editorial con la que nos hemos formado, al igual que la colección de estética de Tecnos, que era un referente en la época en la que estudiábamos.

RH: Pepitas de Calabaza.

IA: Editoriales del grupo Contexto como Periférica y editoriales de otros países, como La Fabrique…

RH: Eterna Cadencia, Caja Negra, La Bestia Equilátera…

Una cosa, entiendo que muy importante (aunque supongo que incomprensible), es que, incluso habiendo apostado por el fracaso, a vosotros os ha ido inusualmente bien publicando textos que van contracorriente en un contexto en el cual ni siquiera la publicación de textos hegemónicos (es decir, textos que siguen o «son» la corriente) garantiza un éxito material. ¿Tenéis alguna explicación para este fenómeno?

RH: Espero que las elecciones, de algún modo, cuenten y que hayamos escogido cosas de un cierto valor, y pienso que la estética de la editorial cuenta, pero la única explicación que tengo es que curramos como mulas. [Risas] Nos tomamos muy en serio el llevar una agenda muy clara de promoción de cada libro y de trabajar con el librero y con el periodista, y eso desde el principio.

IA: La razón que yo encuentro es el catálogo que hemos ido construyendo. Evidentemente, vas haciendo un camino, creando lectores y reuniendo gente que se fija en lo que publicas y eso también cuenta.

RH: Y una cosa muy importante es la fe que tienes en lo que publicas.

Acerca de la fe, precisamente, me preguntaba si no tenéis en ocasiones la impresión de que jugáis a la ruleta rusa con los títulos que publicáis.

RH: Sí, pero como cualquier editor. No hay ninguno que no juegue a la ruleta rusa en este momento.

 

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